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Noticia
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Historias de Monserrate: el turismo en Bogotá, un salvavidas para Ariel Pérez
Según cifras del MINCIT, el turismo genera en Colombia cerca de 40,2 billones de pesos anuales.
Es uno de los puntos más emblemáticos de la capital. Foto: iStock
Durante una soleada tarde capitalina el pasado 5 de octubre de 2023, un grupo de turistas mexicanas le pidieron a un guía turístico que se quitara y les pasara su sombrero para que ellas pudieran tomarse una foto en el pórtico del icónico restaurante Santa Clara en Monserrate.
Allí trabaja este hombre de ojos claros y cabello canoso, que ese día vestía una holgada camisa de cuadros negros y blancos como segunda capa de una camiseta blanca. El cuello de esa segunda prenda lo tiene ligeramente desgastado, junto a un chaleco que lo acredita como trabajador oficial del cerro.
Ante la solicitud de los turistas, su respuesta fue sencilla: “Claro que sí, con mucho gusto”. Así comienza la historia de Ariel Pérez, quien lleva 36 años de su vida trabajando en los 3.152 metros de altura del Cerro de Monserrate para ganarse la vida.
Ariel Pérez lleva 36 años de su vida trabajando en Monserrate. Foto:Cortesía.
El Cerro, que fue bautizado así por el monasterio de los colonizadores que edificaron en el año 1.657, como advocación a la virgen de Monserrat, patrona de Cataluña, recibe, aproximadamente, 2,6 millones de personas al año.
Ariel, de 59 años, es uno de los trabajadores encargados de orientar a los turistas en el cerro, pero también de persuadir a los visitantes siendo el guía anfitrión del restaurante Santa Clara.
Este hombre es la muestra de la vida de un trabajador de primera línea en una industria que contribuyó con un 2,1 por ciento del PIB del país en 2023.
Pérez, quien solo descansa los martes y trabaja nueve horas de pie, se define como un apasionado por el servicio al cliente y por ayudar a las personas.
Unos días después, visité la casa de Ariel, con quien me encontré sobre la calle 32, vía principal del barrio La Perseverancia, de la localidad de Santa Fe. Ariel iba avanzando cuesta arriba cuando me recibió con su nieto, quien parecía que acababa de llegar del colegio.
Luego de una breve pausa para saludarnos y presentarme a su nieto, enfilamos una breve caminata de, aproximadamente, 200 metros por las escarpadas calles del sector, que se me hacen inclinadas al 9 por ciento, según los conocimientos que tengo sobre ciclismo.
Al final, entramos a su casa. Allí, el sonido de música clásica provenie de una playlist de YouTube que adorna la atmósfera sonora del hogar. La casa es de una sola planta en la que vive desde el año 2010. Como me lo había comentado en una charla previa en el cerro, en el Santa Clara había ‘educado’ su oído y lograba disfrutar de las composiciones de los maestros del género.
Para mí, Ariel rompió el estereotipo de la música clásica, la cual se considera como reservada exclusivamente a los gustos refinados y a las personas pudientes. Mozart, Bach y Beethoven han hecho, durante varios años, presencia en la casa de un trabajador que vive en el barrio históricamente conocido como ‘el primer barrio obrero de Bogotá’.
Ariel con a una familia de turistas extranjeros en la portería del restaurante Casa Santa Clara. Foto:Cortesía.
Muchas personas en busca de expiar sus pecados o recibir un milagro tienen como objetivo arribar a la cima del Cerro de Monserrate, donde se eleva una Basílica al Señor Caído inaugurada en 1920.
Son reconocidas las historias de sanidades y milagros atribuidas a esta figura religiosa. Ariel, sentado frente a su computador, me contó que: “Esta casa es un regalo del Señor Caído”, ya que la pudo comprar por 25 millones de pesos en el año 2010, cuando una mujer decidió ofrecérsela en dicha cantidad. En ese entonces, Ariel contaba con 19 millones de pesos que tenía ahorrados y financió los 6 millones restantes.
Un par de meses después de mudarse a su casa propia, le ofrecieron 75 millones de pesos por ella, los cuales rechazó. Ariel está muy agradecido con el turismo, dice que gracias a Monserrate pudo dar estudio a sus tres hijos y obtuvo la bendición de ser propietario de su vivienda en un país en el que tan solo el 39 por ciento de la población puede acceder a tener casa propia.
El hombre, que nació en Bogotá en 1964, en el seno de una familia de campesinos que fue desplazada de sus tierras en el departamento de Santander a manos de grupos guerrilleros, trabaja desde los 10 años, edad en la que conoció a su esposa, María Uva.
Ariel, en sus 36 años de experiencia en Monserrate, ha trabajado en múltiples labores en el cerro: vendedor, portero, mesero, guía, anfitrión. Y el o con gente extranjera lo motivó a inscribirse por vocación a un curso de inglés impartido por la Universidad Central, en las horas de la mañana, antes de ir a su trabajo.
Cabe resaltar que en Colombia, apenas un 2 por ciento de la población (1,2 millones) habla inglés. Durante la pandemia, cuando el turismo resultó afectado, Ariel vio cómo su contrato y el de sus compañeros fueron suspendidos, a causa del cierre del cerro y sus atracciones.
Ante esto, halló el salvavidas en unos sándwiches que cocinaba junto a su esposa y salía a vender para reponer los ingresos que habían desaparecido, además, me explicó que desde la reapertura, la empresa le quitó las comisiones, pero él rara vez se regresa a casa con el bolsillo de su chaleco vacío.
Por otro lado, la industria del turismo, que ha empleado a Ariel durante más de la mitad de su vida, poco le ha devuelto de sí misma a este hombre, pues nunca ha podido salir del país ni es un conocedor de todos los destinos que ofrece este país. Además, su jornada laboral, que no se detiene los fines de semana, hacen que llegue a su casa bien entrada la noche.
Ariel junto a su esposa, María Uva, cuando estaban en una fiesta matrimonial. Foto:Cortesía.
Por esta misma razón, Ariel, durante la niñez y la adolescencia, no pudo disfrutar de otros espacios que a cualquier joven le hubiera gustado hacer parte. Cuando tuvo a sus hijos, por esta labor, podía pasar toda la semana sin que los viera, pues sumado a esto, cuando él estaba en casa, ellos se iban al colegio y regresaban cuando él ya había partido hacía su trabajo.
Aunque esta parte de su trabajo es dura, Ariel espera seguir acompañando a los miles de turistas y bogotanos que suben a Monserrate para así poder cumplir los requisitos de la jubilación y, posteriormente, reponer el tiempo con su familia y vivir los años que le resten en compañía de su esposa. Con quien espera algún día poder cenar en una terraza parisina mientras contemplan los 300 metros de hierro pudelado de la Torre Eiffel.