
El Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá llega a sus 50 años
Por: David Alejandro López Bermúdez. Periodista de Reportajes Multimedia. @lopez03david
Esa escena se ha repetido en el corazón de Bogotá en el último medio siglo, desde que el auditorio fue adquirido por la Alcaldía de la ciudad. Este lugar es de los pocos en donde aún se acciona de forma manual la tramoya, que es todo el sistema de máquinas necesario para transformar el escenario durante las obras. "Cada vez que muevo esas cuerdas y va subiendo el telón, se me llena el alma", cuenta Diego Campos, conocido como Bam Bam, jefe de tramoyistas del teatro. "En la tras escena, los técnicos hemos sido testigos de la transformación de este lugar", agrega.
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"Tiene todo un significado que una persona sea la encargada de subir y bajar el telón. A un ritmo, en un momento distinto. Puede no ser el mayor detalle para muchos, pero los que hemos estado aquí sabemos que tiene un valor artístico único", dice María Cecilia Botero, una de las actrices más reconocidas de Colombia y quien estuvo en la restauración del recinto en los años 80 para lanzar Sugar, el primer musical en vivo que se presentó en el país y fue dirigido por su entonces esposo, el argentino David Stivel, y que protagonizó dicha obra junto con los artistas Bruno Díaz y Luis Eduardo Arango.
"Es como una casa en la que crecimos", dice María Cecilia Botero. Un hogar en el que han confluido todo tipo de expresiones artísticas, desde obras teatrales hasta danzas, grafiti, conciertos y exposiciones audiovisuales. “Cada pasillo y recoveco guarda una historia diferente, buenas, no tan buenas, pero que retratan lo que ha ocurrido en la ciudad”, asegura Jesús Fabio Ruiz, 'Pecas' –un apodo que le puso Carlos el 'Gordo' Benjumea–, quien es el encargado de la iluminación del teatro desde hace décadas.
Es lunes por la mañana. El teatro está siendo acondicionado para la gran gala con la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Bam Bam, Pecas y María Cecilia están hablando en el tercer piso, entre la Sala Gaitán –donde funcionaba la Cinemateca Distrital–, las oficinas istrativas y las escaleras que dan al lobby. Hace mucho tiempo no se reunían. "Tiempos aquellos", exclama la actriz. "¿Se acuerdan de cuando movimos todo para que pudiéramos montar Sugar?", pregunta Pecas. Los tres suspiran y se miran. Hay nostalgia. "Vamos a la tarima", dice Bam Bam.
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Un pasado ineludible
Bogotá no tuvo un teatro municipal sino hasta 1890. Tres años antes, el Concejo, el alcalde Higinio Cualla y el actor y promotor de eventos italiano Francisco Zenardo establecieron un contrato para construir un recinto que funcionara como “teatro lírico o dramático, para picadero y para ejercicios gimnásticos y de prestidigitación”, según se lee en el Acuerdo 27 del 30 de septiembre de 1887.
Antes de firmar ese compromiso, Zenardo debía entregar detalles de lo que sería el nuevo edificio. En los registros oficiales aparece que sería “un escenario de 12 x 11 metros, un patio con piso movible de madera, 60 palcos, iluminación con 160 lámparas a gas y el uso de finas maderas”. El lugar destinado era sobre la carrera 8.ª con 9.ª, en el barrio La Catedral, donde funcionó la Escuela Santa Clara hasta 1843 –hoy es museo–.
El plazo inicial de 16 meses para la construcción se tuvo que ampliar. Zenardo dejó de ser el único encargado del proyecto y se creó una compañía en la que estuvieron Jaime Córdoba, el alcalde Cualla; Luis Ribas, del Banco Internacional, y Jorge W. Price, hijo de Henry Price, el creador de la Sociedad Filarmónica. Los rumores del nuevo auditorio se regaron por toda la ciudad: se pagaron 130 pesos de la época para difundir el inminente estreno a través del periódico La Nación.
El 15 de febrero de 1890 fue la inauguración con la Ópera Compañía Rosa, un grupo italiano. Durante el primer año, también se presentó un circo inglés, con la Compañía Acróbata Nelson, una serie de conciertos de Jorge W. Price y la compañía del reconocido artista Antonio Faccini. Desde entonces, el lugar fue apropiado por los bogotanos. “Este fue el primer teatro en el que se proyectó cine en Bogotá”, explica Alfredo Barón Leal, historiador del Instituto de Patrimonio Cultural.
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Gaitán, el protagonista
Para varios historiadores consultados y según los archivos documentales, fue en este momento cuando el recinto se convirtió en un espacio de discusión asidua. Gaitán estableció los llamados ‘viernes culturales’. Se realizaban asambleas estudiantiles y se convirtió en un espacio de expresión. En algunos registros se lee que en el lugar cabían hasta 2.600 personas y había filas interminables a las afueras. También hay documentos que señalan que una vez el político liberal terminaba sus tertulias, sus seguidores salían por la carrera octava vociferando varias de sus consignas hasta la plaza de Bolívar.
“No tuvo otra oficina que el Municipal”, aseguró Diego Uribe Vargas, sobrino de Alberto Uribe Ramírez, quien fue gerente del teatro para mediados del siglo XX y muy cercano del caudillo, en una publicación del Instituto Distrital de Cultura y Turismo –hoy Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte–. Y no es para menos. Fue en el Teatro Municipal donde Jorge Eliécer Gaitán se proclamó como la "voz de Bogotá" y lanzó su candidatura presidencial.
El punto de inflexión fue el 9 de abril de 1948. El levantamiento popular tras el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán cambió la historia del país. La violencia desatada en el Bogotazo y las decisiones de distintos sectores sociales y políticos transformaron las necesidades de los ciudadanos. Ese día no solo murió el líder político más importante del momento: también el teatro donde se reunía.
Cuatro años después, en 1952, el lugar fue demolido. Era la presidencia de Laureano Gómez, opositor de Gaitán. Alberto Uribe Ramírez, quien estaba a la cabeza del teatro, fue retirado durante la alcaldía de Santiago Trujillo Gómez, y en su reemplazo pusieron un gerente conservador.
En este punto hay discrepancias entre historiadores: algunos afirman que el Municipal fue derribado en un intento de eliminar cualquier huella o asunto que lo relacionara con el caudillo liberal; para otros, es una idea que no ha sido fundamentada. Lo cierto es que el antiguo teatro terminó sepultado.
Los intentos por resurgir
Una década más tarde, los diseños fueron retomados. Era la alcaldía de Virgilio Barco. Esta vez, la ubicación del nuevo recinto sería sobre la calle 26, pero más hacia el occidente, en la carrera 30, donde hoy funciona el Centro istrativo Distrital. Se planeaba construir un edificio que funcionara para conciertos y obras de teatro. Según se leen documentos de la época, la firma Ben Schlanger y Ciryl Harris fue la encargada de asesorar el proyecto.
No obstante, el trabajo quedó pausado. La razón: construir un lugar para dos actividades distintas requería de una inversión mayúscula y de adaptaciones técnicas complejas para el momento. Así las cosas, hasta enero de 1971, los asesores sugirieron que se debía restaurar un edificio existente: el Teatro Colombia. La mayor recomendación fue que se debía adecuar la acústica del lugar para espectáculos musicales en vivo.
El Teatro Colombia
— "Era un teatro de cine en realidad. Ustedes son muy jóvenes y no se deben de acordar. Se me pasan tantas cosas por la mente y tantas sensaciones", exclama María Cecilia Botero mientras está en la tarima y mira hacia el auditorio.
La historia del Teatro Colombia se remonta a 1938, cuando se conmemoraron 400 años de la fundación de Bogotá. "La Compañía Colombiana de Seguros (Colseguros) decidió vincularse a la conmemoración construyendo un nuevo teatro", explica Alberto Escovar, exdirector de Patrimonio y Memoria.
"Para esto, la empresa contrató a la firma norteamericana de constructores Fred T. Ley & Co. y a la firma colombiana Herrera Carrizosa Hermanos para el diseño y la construcción de este nuevo escenario cultural", sigue Escovar. Los primeros estuvieron a cargo de la construcción del icónico edificio Chrysler de Nueva York, entre 1928 y 1930, y en Bogotá habían hecho el Teatro San Jorge, entre 1936 y 1938, que en la actualidad está siendo restaurado.
Para edificar el Teatro Colombia, los norteamericanos se unieron a la firma de Guillermo y Hernando Herrera Carrizosa, "quienes habían vinculado arquitectos de otras nacionalidades como el alemán Herbert Rauprich y Lusby Simpson", detalla Alberto Escovar. “En la construcción participaron empresas norteamericanas como la American Bridge Company, que tuvo a su cargo el diseño y fabricación de la estructura de acero que fue traída de Estados Unidos, mientras que la ornamentación de la fachada corrió por cuenta del maestro escultor Bernardo Vieco Ortiz”, añade.
La firma Cine Colombia fue la encargada de istrar el lugar ubicado en la carrera séptima con calle 22, y el 20 de julio de 1940 fue inaugurado de forma oficial con la proyección de la película Mi primer amor, aunque en otros registros aparece una producción de Walt Disney.
EL TIEMPO registró así el hecho: "El estilo art déco se manifiesta en la bella fachada, que va adornada con tableros tallados en piedra, los que en 1996 ameritaron la inclusión de dicha edificación entre los monumentos de conservación artística". "Hay que tener en cuenta que este teatro formó parte de la etapa dorada del cine de Bogotá, que se concentró en el barrio Las Nieves, entre los años 30 y 50", puntualiza el historiador Alfredo Barón.
Una transformación a pulso
Los primeros años del nuevo teatro fueron aclamados por los bogotanos. El impulso del teatro en la ciudad estaba cobrando fuerza, pese a la época de violencia que se vivía. Sin embargo, había una dificultad que se pronunciaba con los años: el auditorio había sido concebido para la proyección de películas y no para puestas en escena en vivo.
Durante al menos 15 años se registraron varios cierres y remodelaciones. Para 1976, la Cinemateca Distrital había sido trasladada al lado del lugar, en la carrera séptima con calles 22 y 23, un espacio que servía como vestíbulo –foyer– del Teatro Colombia y fue habilitado por Jacques Mosseri. Entre 1978 y 1982 fue la casa de la Orquesta Filarmónica de Bogotá.
Había algo que se repetía y demostró el ímpetu que se estaba desarrollando desde el primer Festival Iberoamericano de Teatro, en 1988, cuando Fanny Mikey y Ramiro Osorio le dieron alas a una nueva fiesta cultural: grupos de actores y técnicos acondicionaron a pulso el recinto para mostrar sus espectáculos y revivir lo que había sido un símbolo de la ciudad. "El teatro estaba en esa época muy descuidado. Yo no diría que restaurarlo, pero sí embellecerlo, limpiarlo, que quedara bonito para que la gente viniera. Arreglamos el escenario, las cortinas, a todas las paredes les pusimos cortinas", recuerda María Cecilia Botero.
"El diseño original del teatro era cine. Nosotros alcanzamos a tener las cámaras Century de carbono. Los primeros años subíamos las películas y hacíamos las premieres. Ya después vino el Festival y empezamos a hacer musicales y se empezó a mover esto", cuenta Diego Campos, 'Bam Bam'.
Es mediodía y la tertulia sobre la tarima del Jorge Eliécer Gaitán se complementa con la llegada de Fabio Rubiano y Fabiana Medina, actriz y directora colombiana. “Uno ha visto cómo va la vida cambiando según lo que ha pasado en este teatro, primero vine como espectador y después como actor y director”, dice Rubiano.
El dramaturgo recuerda que para 1988 uno de los grupos que se presentaron fue el conjunto canadiense Carbono 14: "La obra que trajeron nos cambió la vida a toda una generación. Era un Hamlet en versión contemporánea del alemán Heiner Müller. La obra de Shakespeare la había vuelto contemporánea, y el grupo había hecho una cosa muy impresionante".
"Nosotros nos pasábamos meses sin ir a la casa. Uno dormía aquí. Las jornadas eran largas, pero a uno se le hacían cortas por la emoción de ver el ambiente", recuerda Jesús Fabio Ruiz, 'Pecas'.
Para ese momento, el nuevo Teatro Jorge Eliécer Gaitán contaba con unas 2.263 sillas y una tarima pequeña. "En esa época la gente dejó de ir mucho a ver teatro por diferentes circunstancias. Y nosotros, para incentivar que la gente se levantara, saliera y fuera, nos arriesgamos a hacer una comedia musical, y desde ahí hubo un motorcito que ayudó mucho", afirma María Cecilia.
De esa forma fue como el auditorio del centro de la ciudad volvió a convertirse en el lugar "para que las voces tuvieran eco y para gritar con qué se está de acuerdo y con qué no, porque su ubicación, capacidad e historia lo consolidan como un epicentro de memoria y de voz", puntualiza Fabiana Medina.
50 años de anécdotas
En el pasillo que da hacia ese lugar están enmarcados los carteles de algunas de esas presentaciones, como la de Facundo Cabral el 15 y el 16 de mayo de 1992, o la de la banda de jazz Sherrie Maricle and Diva.
Sin embargo, para los técnicos, dos espectáculos en vivo los marcaron: el Señor de los anillos, "con efectos de polvillo de oro" –recuerda Pecas– y El Infierno, de Dante Alighieri, "en la que se usaron 60.000 litros de agua en el escenario" –agrega Bam Bam–.
Porque ellos junto con su equipo han sido testigos de la transformación del emblemático lugar. “En gran parte, la mística depende de la gente que está encaramada detrás del escenario, aquellos que no se ven. Quienes de verdad hacen que palpite este teatro han sido ellos, y es a quienes les debemos la gratitud y el respeto”, enfatiza Fabio Rubiano. "Para nosotros es la vida. Esto nos hace sentir que estamos vivos", dice Bam Bam. "Es nuestra segunda casa", agrega Pecas.
Otras tienen que ver con supuestos fantasmas durante algunas de las presentaciones. Una mujer tomó una foto desde la tarima en el concierto de Santiago Cruz con la Orquesta Nueva Filarmonía en 2018. En la imagen se ve la silueta de un hombre alto con un sombrero, como si estuviera mirando hacia el público, pero con las piernas mirando hacia atrás.
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También hay relatos de que por el lado de los camerinos, uno de los lugares más fríos del teatro, se escucha el sonido de una excavación, y otras anécdotas sobre trabajadores que renunciaron después de presenciar supuesta actividad paranormal en el lugar. Sin embargo, ninguno de estos hechos ha sido confirmado o fundamentado.
Cambios y retos para el futuro
Entre mayo de 1996 y diciembre de 1997, el lugar estuvo cerrado por obras. Para el año 2000, después de una remodelación total, el teatro se convirtió en el Centro Cultural Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán. Entre 2009 y 2010 estuvo cerrado por 11 meses para un reforzamiento estructural. Para junio de 2018, también se pausó su programación durante tres meses para la remodelación de las sillas.
En la actualidad, el lugar cuenta con una galería, un teatrino, un salón de espejos y la sala Gaitán. En los últimos cuatro años, también ha habido cambios importantes. "Se han invertido 10.000 millones de pesos para mantener el teatro vivo. Cambiamos todas las luces, de halógenas a led y cuando terminemos de celebrar los 50 años, se van a renovar todas las conexiones eléctricas y se va a cambiar la tubería hidráulica", señala Hanna Cuenca, de Idartes.
Fabiana Medina afirma que todo debe estar ligado a una "reactivación con calidad de vida en la ciudad. Es decir, si se mejoran el transporte y la seguridad para volver a los teatros, habría más gente regresando a los escenarios artísticos".
Con motivo de los 50 años hay una programación de conciertos, teatro, danza, exposiciones, circo y títeres. Artistas como Marcela Valencia, Fabio Rubiano, Paula Ríos, César Mora, Ramsés Ramos, 1280 Almas y Haggard estarán presentes con sus espectáculos. El viernes 16 de junio, la Orquesta Filarmónica de Bogotá, dirigida por Joachim Gustafsson, dio un concierto en la gran gala de celebración.
(Vea la programación oficial aquí)
Tanto actores como trabajadores, técnicos, productores y ciudadanos coinciden en que esta conmemoración es una oportunidad perfecta para que se siga manteniendo el amor por el arte y el teatro, y se impulse de diversas maneras para atraer a las nuevas generaciones a espacios públicos como el del Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán. Es un momento ideal para que la sociedad y los gobiernos locales y nacional encuentren la manera de seguir resaltando el auditorio, que guarda un simbolismo y una historia trascendentales para la ciudad, pero también para fortalecer la escena cultural del país. Es un momento para que brillen las luces y no se deje caer el telón por completo.
Autor: David Alejandro López Bermúdez. Periodista de Reportajes Multimedia.
Fotos: Archivo EL TIEMPO, archivo de Bogotá, cortesía Idartes.
• Recopilación histórica basada en documentos del Archivo de Bogotá y del Banco de la República, entrevistas con historiadores y personajes de la época, y registros de prensa.