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Entrevista
El testimonio de ‘una intrusa’ en el Concejo de Bogotá
Tras su paso como concejal, Marisol Gómez Giraldo publica el libro 'Una periodista en las entrañas de la política'. Entrevista.
La periodista Marisol Gómez presenta hoy su libro, a las 5:30 p.m., en la sede norte de la Librería Lerner, en Bogotá. Foto: Archivo EL TIEMPO
No tenía en su mente entrar en la política. Hasta antes de hacerlo, la vida profesional de Marisol Gómez Giraldo había estado concentrada en el periodismo; en su libreta de apuntes, la sala de redacción. Llevaba un cuarto de siglo como periodista de este diario, fogueándose en el cubrimiento del conflicto armado. Pero un día la propuesta llegó. Carlos Fernando Galán —a quien había conocido como colega cuando el actual alcalde ocupaba la edición política del periódico— la llamó para ofrecerle ser cabeza de lista al Concejo por el partido independiente que él lideraba, Bogotá para la Gente (que pasó a ser el Nuevo Liberalismo cuando esta colectividad recuperó su personería jurídica en 2021).
Gómez acababa de dejar su puesto como periodista y sintió que la vida le ofrecía un cambio de giro. ¿Por qué no aceptarlo?, pensó. La invitación le llegaba de una persona que ella veía como “un político diferente”, y eso la animó. Decidió lanzarse.
Un testimonio de su periodo como concejal —de 2020 a 2023—, está condensado en el libro que acaba de publicar: Una periodista en las entrañas de la política. Con lujo de detalles, con nombres propios, con datos, Marisol Gómez relata lo que vivió en la corporación. Su aterrizaje forzoso en este nuevo terreno empezó desde la misma campaña, durante la cual recibió ofertas de venta de votos. Siguieron otras experiencias —como las componendas que vio armar para la elección del personero, por citar solo un caso— que la llevaron a concluir que no estaba en el lugar que había imaginado.
¿Hay decepción tras su paso por la política?
Mucha. Lo que vi es que la mayoría de quienes se meten a la política, incluso los más jóvenes, llegan a adaptarse a las viejas maneras. Les resulta más fácil eso que dar batallas para hacer las cosas bien. Los hechos lo van convenciendo a uno de que la mayoría de los políticos trabajan por su beneficio personal. Esa es la gran conclusión.
¿Por qué decidió dejar este testimonio?
No podía estar viendo todo lo que vi y, como periodista, quedarme callada. Tenía que contarlo. Dejar constancia con hechos. Parece algo ya conocido, pero ¿por qué normalizar lo anormal? Parece que se perdió el sentido de hacer las cosas bien. El hecho de que yo lo cuestionara me hizo ver como una intrusa durante mi periodo en el Concejo de Bogotá.
Es una periodista de raza, que sabía lo que podía encontrar allá, ¿por qué aceptó entrar a la política?
Estaba en un punto de quiebre de mi vida personal. Había salido de EL TIEMPO después de trabajar veinticinco años. Cuando Carlos Fernando Galán me llamó para encabezar su lista al Concejo, pensé: la vida me está cambiando el rumbo. Nunca había considerado hacer política. Pero se trataba de un movimiento independiente, por firmas ciudadanas. Carlos Fernando se había retirado de Cambio Radical y vi en él alguien que quería hacer las cosas distintas. Así que me apunté a ese proyecto.
En la campaña ya tuvo su golpe de realidad, cuando la buscaron para venderle votos: 1.500 por cincuenta millones de pesos...
Lo intentaron, sí. Luego vi que no era un hecho aislado. Es algo abierto. En la campaña de 2023, cuando ya estaba en el Concejo, los compañeros hablaban entre sí: fulano está pagando tanto, otro tanto. La competencia es por quién paga más.
La frustración le llegó pronto. Desde el primer proyecto que presentó —que intentaba reducir el número de escolta policial de los concejales para distribuir estos agentes en la ciudad— se dio cuenta de que no iba a tener apoyo...
Esa fue la primera gran decepción. En ese momento en la ciudad estaban creciendo los índices de inseguridad y la Policía no tenía suficiente pie de fuerza motorizada. Yo veía decenas de motos como parte de la seguridad de los concejales. Antes de que yo llegara, 44 de 45 concejales tenían camionetas blindadas. Presenté un proyecto para que se renunciara a los policías escoltas y que fueran asignados a unidades de reacción inmediata. Pero el rechazo fue absoluto. No quiero usar el término linchamiento personal... Me dijeron que eso no era problema mío. Al final lo que existe ahí es un negocio de por medio. Ningún alcalde se ha querido dar la pela, simplemente porque enfrentar al Concejo implica un desgaste político que no quieren asumir.
Define la relación entre Concejo y Alcaldía con palabras como “extorsión” y “chantaje”...
Seis de once secretarios y altos funcionarios de la alcaldesa Claudia López con los que hablé usaron esas palabras, chantaje y extorsión, para manifestarme cómo se sentían frente a ciertos concejales de Bogotá. Lo que yo vi fue ratificado por ellos.
El libro de Marisol Gómez es editado por Planeta. Foto:Archivo particular
En su testimonio llama la atención que esa falta de apoyo venía también de su propia colectividad. ¿La dejaron sola?
La gran lección para mí, a partir de los hechos que viví, es que no hay un partido en el que una persona pueda ser crítica. Todos los partidos, y sus líderes, esperan que las personas hagan a rajatabla lo que se les dice, no importa si eso está bien para la ciudad —o para el país, pasa igual en el Congreso, en las asambleas.—. No existe un político hoy en Colombia que defienda un punto de vista distinto al propio. Claro, cuando uno llega a un movimiento independiente pensando que va a poder hacer las cosas distintas, la decepción es doble. Porque: ¿cuál es, entonces, la manera distinta de hacer política? Yo no la sentí. El pragmatismo político a veces choca con el derecho ciudadano. Y es ahí donde lo cuestiono. Uno pertenece a un partido y sabe que debe acatar sus normas. Nunca fui insubordinada, pero sí crítica.
A usted le correspondió ser ponente de un proyecto sobre el cupo de endeudamiento de la ciudad. Según narra, ese tema la distanció de Galán...
En el libro digo que me tardó dos años tener la certeza de que un político o una política independiente no le sirve ni al gobierno de turno —porque no puede negociar con uno el voto—, ni a sus compañeros de corporación —porque no pueden hacerlo a uno partícipe de las componendas para sacar favores—, pero tampoco al partido al que pertenece, porque cuando uno cuestiona las decisiones que ese partido está tomando, por razones políticas y sin pensar en el ciudadano, uno no cabe en ese lugar. Por eso digo que fui una intrusa, y así me sentí todo el tiempo. Es muy difícil ir contra la corriente porque uno sale apabullado.
Vivir en ese “terreno minado”, como lo define, ¿la afectó en lo personal?
Creo que sí. Después de muchas sesiones, en las que debían discutirse temas importantes para la ciudad, me sentía emocionalmente golpeada. Porque era comprobar una y otra vez la incoherencia. Y pensaba: cuántos de todos estos concejales están ahí realmente con la intención de cumplirle a la gente lo que dijeron en campaña. Era el discurso versus la realidad.
¿Estaba sola en esa lucha de hacer las cosas de otra manera, o tenía compañeros que coincidían con usted?
Hubo un pequeño grupo de compañeros, unos cinco, que llegaron a la política como yo, pensando que se podían hacer cosas. Hoy estamos por fuera. En esa misma onda puedo citar a Diego Laserna, Martín Rivera,Jaime Ospina, o María Victoria Vargas, a quien vi hacer un control político genuino.
¿Pensó en renunciar, en irse antes de cumplir el periodo?
Me lo cuestioné muchas veces, pero pensé que me debía a la gente que votó por mí. Al final uno termina actuando sobre la base de que no va a cambiar nada, pero que debe permanecer ahí haciendo lo correcto. Lo que sí tuve claro, desde el inicio, es que no iba a ir a una reelección. Listo: el mundo funciona así, pero no voy a hacer parte de eso. Mi aporte es este testimonio que escribí, para que los ciudadanos sean conscientes de la importancia del voto.
A mediados del 2023, supo que en la Alcaldía había una lista de concejales y el número de puestos que cada uno de ellos tenía el Distrito. Usted le preguntó a la entonces alcaldesa Claudia López, en la entrevista que le hace en el libro...
Quien me habló de la existencia de esa lista era una persona muy de adentro del gobierno distrital, por supuesto no la voy a mencionar. En el libro la cité en el estricto orden en la que esta persona me la mencionó. Mi deber era preguntarle a Claudia López. Por eso cerré ese capítulo con su entrevista. Hoy la pregunta que me hago es: ¿sucedió a espaldas de la alcaldesa? ¿Quién estaba detrás de eso?
Lo que deja claro en el libro es el vínculo sinuoso entre gobierno distrital y Concejo...
Parte de la perversión es que un alcalde —y creo que a un presidente le pasa igual— queda contra la pared. Me lo dijo textualmente un secretario de la Alcaldía: la presión es por contratos. La política se volvió un negocio, una empresa personal en la que el beneficio o la renta es la reelección, que da privilegios indefinidos. Un concejal de Bogotá es un funcionario público con un gran salario, una vida muy cómoda, y la puerta de la Alcaldía abierta todo el tiempo.
¿Cuánto gana un concejal?
Cuando salí, un concejal ganaba cerca de cuarenta millones de pesos; ahora debe ser más porque hubo un incremento. Gana lo mismo que un congresista, con una diferencia clave: el congresista tiene todas las garantías laborales y en el Concejo se gana por honorarios. Cada concejal quiere tener su salario, y eso es legítimo. El problema es cómo se llega a ese salario. A veces, para completar esos casi cuarenta millones, se hacen sesiones solo para decir “buenos días”, “presente”. Sesiones sacadas de la manga para llegar a las que necesitan. Esa es otra de las perversiones del Concejo.
Plantea propuestas para hacer cambios, como limitar la reelección, ponerle control al salario, que el Estado financie las campañas... ¿No le suenan a utopía?
Creo que es posible. Todo debería comenzar con limitar la reelección, que está en el corazón de muchas de las corrupciones políticas. Hay algunos que llevan en el Concejo veinte años, dieciséis, doce. Unos pocos se destacan, pero la mayoría no. Es gente ausente, incluso de las tareas cotidianas de la corporación. No han dejado una huella en la ciudad. La presión ciudadana juega un papel importante. Lo que pasa es que la gente vuelve y vota por los mismos.
El capítulo dedicado al alcalde actual lo tituló: ‘Carlos Fernando Galán y la Realpolitik’...
El pragmatismo político es ponerse uno por encima de cualquier cosa. No lo juzgo. Él decidió ser político. Esa fue como mi caída a tierra, un choque muy fuerte. Darse cuenta de que, incluso las personas más decentes —creo que Galán es una persona decente, que quiere hacer las cosas bien— caen en eso. En política te comportas según lo que te conviene. La reflexión es: ¿y dónde queda el ciudadano? El pragmatismo los lleva a hacer cosas que pueden ir en contra de lo que creen, o de lo que saben que tienen que hacer, que es peor. Te acomodas o te quedas por fuera de escena. Incluso los jóvenes se adaptan a eso. Yo preferí quedarme por fuera, a conciencia. Porque creo que la política sí se puede hacer de otra manera.