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Noticia
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Arrendamientos por horas o días, así operan fiestas clandestinas en Bogotá
Un atentado con un artefacto explosivo en Chapinero alertó sobre estos eventos irregulares.
Hasta ahora las autoridades no tienen reportes sobre lo que ocurre en estos eventos ilegales, porque no hay denuncias. Foto: Archivo particular
Los habitantes del barrio El Carmen (Tunjuelito) escuchan música a todo volumen. Son las 10 p. m. y piensan que es algún vecino alegre que llegó emocionado a celebrar. La fiesta acabó unas nueve horas después. Todo lo que pasó alrededor del evento ocurrió casi desapercibido. Nadie se dio cuenta de que, durante la noche, llegaron desconocidos convocados de manera clandestina, que hubo consumo de estupefacientes y que durante esa jornada se hicieron dos trasteos: la misma noche llegaron y se fueron los arrendatarios de un predio del sector.
En el límite entre las localidades de Barrios Unidos y Chapinero pasó algo parecido. Es jueves y suena música fuerte en una zona aparentemente residencial. Los moradores del sector han normalizado el ruido repentino, así que se acostumbraron a dormir con el bajo de los parlantes retumbando en las ventanas. Saben que, aunque no hay bares cercanos, más de una vez se han armado fiestas clandestinas en predios que arriendan por una noche o un fin de semana.
Las autoridades no tienen registro de estos casos, pues hasta ahora nadie ha denunciado formalmente alguna fiesta clandestina. Las alertas que han recibido son por ruido, consumo de alucinógenos o riñas en uno que otro sector de Bogotá, pero nadie reconoce que detrás de eso puede haber una fiesta ilegal. Aunque no hay datos oficiales, ya empiezan a notar indicios de lo que ocurre, especialmente por un tema de orden público sucedido a finales del mes pasado en Chapinero.
Era el 25 de mayo cuando, cerca de la medianoche, detonó un artefacto explosivo en inmediaciones de dos viviendas ubicadas entre el barrio Bosque Calderón y una de las universidades de Chapinero. Vecinos de la zona aseguran que justo en el mismo sitio constantemente se escucha música fuerte y hay alto flujo de vehículos y personas, algo que hasta hace algún tiempo no era usual.
Quienes estaban en el sitio de la explosión señalaron que en esos predios se reúnen algunos amigos y uno que otro DJ para amenizar la noche, aparentemente nada irregular. Pero afuera de las viviendas, vecinos de la zona aseguran que la fiesta dura dos días, en el peor de los casos, hasta tres.
Durante la pandemia la Policía encontró múltiples fiestas clandestinas. Foto:Noctámbulo CityTv.
Sobre ese atentado, que solo dejó afectaciones materiales en dos vehículos que estaban parqueados frente a las casas donde se realizaba la fiesta, aún no hay indicios de los responsables. Las autoridades indicaron en su momento que, luego de conocer el incidente, llegaron al lugar para verificar lo ocurrido y están investigando.
“Nuestro laboratorio de antiexplosivos llegó al sitio e hizo la verificación para tratar de establecer qué tipo de artefacto sería”, señaló el teniente coronel Ricardo Chávez, oficial de inspección de la Policía de Bogotá.
Hasta el momento no se descarta que ese ataque esté relacionado con las constantes fiestas ilegales que hacen en el lugar, porque el predio no corresponde a un bar, pero sí hay consumo de licor y alto flujo de personas en vehículos, muchas veces de alta gama.
Los organizadores clandestinos
EL TIEMPO conoció la forma en la que operan algunos de estos organizadores de fiestas clandestinas en Bogotá. Su actuar es muy distinto al de los ya conocidos sindicatos, que usan esa figura legal para cometer delitos como la trata de personas, el tráfico de drogas y hasta de armas.
Aunque para los promotores de estas fiestas clandestinas lo que hacen se trata de “reuniones de amigos”, el tema estaría escalando, pues se empieza a tejer un negocio ilícito alrededor de estos eventos.
“Estaba arrendando mi casa y un día un muchacho del barrio me preguntó que si se la arrendaba por una noche. Me ofreció 500.000 pesos y me dijo que iba a hacer una reunión. Me pareció raro que me iban a pagar tanto por solo una noche, entonces le dije que no. Luego supe que se dedican a buscar casas en arriendo, ofrecen altas sumas de dinero por una o dos noches y ahí hacen fiestas, pasa de todo y después se van como si nada”, indicó una mujer que conoció de cerca este negocio.
En Bogotá también se han hecho operativos contra los sindicatos, otro fenómeno que se expandió. Foto:Policía Metropolitana
En realidad, hasta ese punto, dichas fiestas clandestinas no parecerían un tema ilícito, pero al interior es donde se cometen prácticas que generan verdaderas alertas. De acuerdo con un testimonio que obtuvo este medio de comunicación, algunos de los asistentes a estas fiestas también se dedican a “cocinar tusi”, una droga que ha tomado fuerza en la capital, y a venderla o consumirla en esos espacios de rumba ilegal.
De hecho, cuando se cruza información de los recientes golpes a las redes de tráfico de droga en Bogotá, se encuentra que ese modelo de arrendamiento de locaciones para fiestas clandestinas es un esquema que también están empleando los traficantes para instalar sus laboratorios de procesamiento.
Este mismo mes, la Policía Metropolitana desmanteló un laboratorio de droga sintética que operaba en Ciudad Bolívar. Tal y como ocurre en las fiestas, los encargados de hacer sustancias como el tusi toman en arriendo predios en zonas residenciales, donde no levanten sospechas, y desde allí distribuyen.
Otro importante golpe, muy similar al de Ciudad Bolívar, ocurrió a finales de marzo en Puente Aranda. Allí, cinco personas que fueron capturadas habían instalado un laboratorio casero donde usaban medicamentos de uso veterinario, como la ketamina, para hacer alucinógenos. Posiblemente muchas de estas sustancias terminaban en las fiestas clandestinas de Bogotá.
El contexto de las fiestas clandestinas, si bien no es nuevo en Bogotá, tiene un antecedente que, para Andrés Nieto, del Observatorio de Seguridad de la Universidad Central y experto en seguridad ciudadana, es importante contemplar.
Estas cinco personas habían arrendado una vivienda en Ciudad Bolívar para procesar drogas. Foto:Policía de Bogotá
Nieto explica que, durante la pandemia, debido al confinamiento obligatorio que se implementó en la ciudad, las autoridades hallaron diferentes predios donde se reunían cierta cantidad de jóvenes bajo un contexto de fiesta. Esta forma de operar se habría mantenido hasta la fecha, pues, al ser espacios “privados”, lo que pase allí está al margen de toda ley o norma.
“Después de pandemia, especialmente en el año 2020, donde las fiestas clandestinas por las medidas de aislamiento se volvieron populares, empezó a masificarse la figura de sindicatos, y es que recordemos que constitucionalmente la reunión sindical no solo es un derecho, sino que tiene protección para no poder ser interrumpida ni mucho menos sancionada por parte de las autoridades”, contextualizó el experto.
Ahora bien, sobre el modelo de fiestas clandestinas, al margen de los espacios legales y la figura de sindicatos, agrega Nieto, se trata del alquiler de locales comerciales por horas, pasando por el uso de plataformas de rentas cortas, hasta el arrendamiento de bodegas en zonas industriales.
“El punto final de la fiesta se descubre, o se les envía a los invitados que compraron el ingreso, minutos u horas antes de iniciar la rumba. Esto, precisamente, para que no sea ampliamente difundida y para controlar la difusión de la información que pueda poner en visto de las autoridades estos temas”, reveló.
La alerta para las autoridades y los expertos es que estas fiestas clandestinas, al no tener el debido acompañamiento de organismos de control, e incluso de colectivos de autocuidado que usualmente hacen presencia en festivales de música, sus asistentes pueden estar expuestos.
Aunque hasta ahora la Policía no ha recibido información detallada sobre lo que pasa al interior de este modelo de fiestas, porque presuntamente estarían “bajo control”, como han mencionado sus organizadores, sí tratan de establecer la conexión que hay entre esos eventos, el tráfico de drogas y casos como el estallido del artefacto explosivo en la fiesta de Chapinero.
La Línea 123 de Bogotá recibe, constantemente, alertas por exceso de ruido. Foto:
En los cuatro primeros meses, a la Línea de Emergencias 123 se recibieron 136.814 llamadas por riñas. Entre las localidades que más emitieron reportes están Suba, Kennedy y Bosa. En cuanto a alertas por exceso de ruido, ingresaron 116.381; el top tres de las localidades con más casos incluye a Suba, Kennedy y Engativá.
En lo relacionado con consumo y venta de estupefacientes, los ciudadanos alertaron a las autoridades en 25.384 oportunidades durante ese primer cuatrimestre. Las localidades con más llamadas fueron Suba, Engativá y Kennedy. Además, sobre llamadas de emergencia por disparos, hubo 5.027, principalmente en Kennedy, Ciudad Bolívar y Engativá, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Seguridad de Bogotá.