El desconcierto generado por algunos sectores que pretenden asfixiar —en un momento clave para nuestra democracia— la atmósfera política nacional va en contravía de alcanzar el anhelado horizonte de progreso y puede interferir el legítimo interés ciudadano por afianzar el proceso de cambio sustancial emprendido por el presidente Gustavo Petro y su programa de Izquierda democrática.
Como puede observarse en la persistente obstrucción a los proyectos de reforma —salud, laboral, pensiones y política—, lo que evidentemente han planeado de manera siniestra estas elites retardatarias es la consolidación de sus “feudos podridos” para frenar la dinámica de modernización institucional de cara a las próximas elecciones territoriales.
En estos comicios las amplias audiencias progresistas —con nuevos actores y renovadas energías— intentarán incorporar al repertorio legislativo las tantas veces aplazadas políticas públicas de convivencia, de protección de la naturaleza, de equilibrios territoriales, democratización profunda de las costumbres políticas y lucha frontal contra la corrupción como conjunto articulado de propuestas orientadas a modernizar el Estado.
Su potencial transformador estará orientado a eliminar la pobreza multidimensional con énfasis territorial y local, así como a consolidar la paz con los grupos alzados en armas y pasar la triste página de la violencia política. No obstante, la historia nos enseña que quienes están en contra de la paz promueven la guerra.
Esto hace indispensable la construcción rigurosa (digamos científica) de un proyecto elaborado con bases ciertas inspiradas en estudios académicos y elaboradas metodologías con analítica de datos, que recojan acuerdos sociales y políticos como garantía de estabilidad y con el solidario apoyo de una ciudadanía activa y demandante con una cultura de cumplimiento de reglas éticas.
En palabras del profesor y exalcalde Antanas Mockus: “Es muy difícil inculcar cultura ciudadana sin que se consiga al mismo tiempo una cierta igualdad social que le de fuerza a las clases medias”. Es difícil disciplinar a las élites dominantes cuando se tienen instituciones de control mal diseñadas, dependientes, clientelistas o ineficaces como lo son ahora la Procuraduría y la Fiscalía y sus sectarios titulares.
Por ello es necesario estimular la presencia pública de un país que piense, que se apasione menos y desconfíe más, que no se deje embaucar ni engañar con verdades a medias, hueca retórica o frases vacías que, de una vez por todas, le dé la espalda a ese pasado oneroso de los partidos tradicionales que intenta hipotecar el futuro de la patria.
Los colombianos estaremos atentos y vigilantes para que las reformas en curso tengan su apropiada dinámica y su debido cumplimiento, además para que por cuenta de los sectores ultraderechistas no se vaya a dar al traste con sus objetivos.
Que no nos vaya a ocurrir como con el plebiscito convocado para refrendar el acuerdo de paz de La Habana, el cual fracasó en sus resultados para los sectores progresistas por la ausencia de lecturas críticas sobre el comportamiento de los actores adversarios, que son los mismos que hoy buscan derrotar las reformas sociales y luchan por establecer un status quo que nos dure hasta la muerte.
Aunque Epater le burgeois (o espantar la burguesía) es una consigna que navega en sus propósitos, estos sectores no buscan contribuir a superar las condiciones de inequidad, violencia y atraso que padece el país, sino a agitar sus adeptos e impedir que abran los ojos y asuman, de cara a los nuevos procesos, el bloqueo de su conciencia ciudadana.
ALPHER ROJAS C.