La esperanzadora victoria de la vida

Se propone cambiar la guerra y violencia por la buena política y la generación equitativa de riqueza

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Al observar los movimientos de los sectores retardatarios (CD), tras su espectacular derrumbe electoral en la primera vuelta presidencial, vemos que todos sus pasos en este segundo ciclo comicial conducen a su reconfiguración, como fuerza dominante, a través de diversas estrategias de neofascistización de la república: sus pérfidas alianzas y una tenebrosa liga con la ´necropolítica´ territorial, que se suman a una declinante conciencia histórica, obstinados en disimular.
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La usurpación hegemónica de instituciones públicas (organismos de control incluidos), el dominio de la economía agropecuaria y la apropiación de espacios urbanos de engorde, así como del sistema financiero-especulativo, constituyen los obsesivos ejes de poder acumulativo que no parecen haberlos saciado en el lapso de su monopólico ejercicio gubernamental y son –si se quiere–, en este proceso, un efecto de superficie de la exasperada unidad subterránea, un ‘estado de naturaleza’ hobbesiano de las élites del poder, cuyo ansioso apetito les demanda una fuerte dosis continuista.
Forzados por el despertar (en un comienzo pausado) de la sociedad progresista y democrática, el llamado ‘Centro Democrático’ y sus alfiles locales han resuelto poner su solidaridad política y electoral al servicio del folclórico gamonal bumangués (R. H.), cuya experiencia istrativa –no exenta de líos judiciales y controversias morales– contrasta con su enorme déficit de conocimientos sobre el Estado, la economía y la sociedad; bien le vendría el verso magistral de León de Greiff:
Y una inopia total en los cerebros,
Cual si todo se fincara en la riqueza
en menjurjes bursátiles
y en un mayor volumen de la panza”.
Para llevar a cabo esa transformación, ha florecido el Pacto Histórico, la atractiva coalición pluralista de vanguardia, encabezada por el inteligente y capacitado candidato presidencial Gustavo Petro
Ambiciona (R. H.) a representar tales intereses con esa espiral discursiva difusa –consciente o no–, al tiempo tornadiza y ramplona, que configura los rasgos característicos de su personalidad, frente a auditorios dados a cohonestar sus arrebatos irreflexivos, y que no suele distinguir entre conductas y estados de ánimo. Lo preocupante lo trágico –solía escribir Hernando Téllez en este diario– es que nadie que sea mediocre para cualquier tarea consigue escapar de dicha condición. La mediocridad como el mal gusto carece de terapéutica.
Con un lenguaje plagado de ampulosas interjecciones y toscas metáforas patriarcales excluyentes que cala entre el ignaro vulgo, R. H. aspira a la Primera Magistratura del Estado con un ilusorio programa del que están ausentes mínimos éticos y lejana, muy lejana la estética lingüística y la coherencia política, en donde abunda el mal gusto y subyace en el interlineado un exceso de agresividad conceptual y un neoliberalismo rabioso.
Por fortuna, allí donde surgen los más pavorosos peligros contra la democracia y la paz, también florecen instintos de salvación y supervivencia, y aquellas amenazas y agresiones contra la convivencia, que no logren destruirnos, contribuirán a fortalecernos en nuestras convicciones democráticas y aspiraciones de progreso humano y cultural.
Justamente, para llevar a cabo esa transformación, ha florecido el Pacto Histórico, la atractiva coalición pluralista de vanguardia, encabezada por el inteligente y capacitado candidato presidencial Gustavo Petro e integrada por los mejores líderes, mujeres y hombres como Francia Márquez, María José Pizarro, Ángela María Robledo, Clara López Obregón, Antanas Mockus, Iván Cepeda, Alejandro Gaviria, Luís Fernando Velasco e Iván Marulanda, figuras irables de la cultura, la filosofía y la economía, entre otros destacados dirigentes que, además de tener una trayectoria combativa en favor de las ideas progresistas y democráticas, luchan contra el colapso climático en curso, participan con conocimiento científico y cultural en favor de la justicia social, la paz, el trabajo decente y la vida digna.
Al lado de estas personalidades avanzan unidas y organizadas las centrales obreras, los más reconocidos sectores políticos y las fuerzas populares del liberalismo de izquierda, la UP, Mais y movimientos sociales y comunidades étnicas y campesinas que junto a ese brillante orador y profundo conocedor de la historia de las ideas políticas, que es Gustavo Petro, se proponen cambiar la guerra y la violencia multidimensional por la buena política y la generación equitativa de riqueza productiva, un ejercicio democrático que abrirá el cauce anchuroso a la consolidación del desarrollo humano, al cuidado del medioambiente saludable y especialmente a “convertir a Colombia en una potencia de la vida”.

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