El jueves pasado, las expresiones de júbilo estallaron no solo en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, sino en todo el mundo al conocerse que el estadounidense Robert Prevost fue elegido el papa 267 de la Iglesia católica, asumiendo el nombre de León XIV. Un nombramiento crucial, como siempre lo es, para una institución con más de 1.400 millones de fieles, pero que en los últimos años ha tenido que hacer frente a enormes desafíos, muchos de ellos de vieja data, otros tantos acrecentados por la querida, pero también controversial figura de su antecesor, el papa Francisco.
El momento actual que atraviesa la Iglesia es complejo, luego de un pontificado del argentino Jorge Bergoglio en el que se dio inicio a un importante proceso de reformas que, como era de esperarse, no fue bien recibido por los sectores más conservadores. Mientras tanto, Francisco tuvo que lidiar con la constante sombra de los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes, escándalos de corrupción por parte de altos de la curia romana, y, al mismo tiempo, tratar de ser un líder mundial conciliador en un escenario internacional con conflictos, tensiones y enfrentamientos bélicos. Todo esto lo hereda ahora León XIV.
Hernán Olano, doctor en Derecho Canónico y una de las personas en Colombia que más conocen sobre el funcionamiento del Vaticano, explica que todos estos temas sensibles fueron parte de las consideraciones que tuvieron los cardenales a la hora de elegir al sumo pontífice: “Desde antes del cónclave, el Colegio Cardenalicio ya había encomendado al que sería el sucesor de san Pedro seguir con el legado de Francisco en cuanto a la lucha contra los abusos, la sinodalidad, el cuidado de la casa común, la búsqueda de la paz y superar la polarización dentro de la Iglesia, junto con la transparencia económica”.
Analistas consultados por EL TIEMPO concuerdan en que nada más su elección ya sienta un precedente importante en al menos uno de estos aspectos: lograr la unidad en una Iglesia dividida. Con un perfil cercano a su antecesor, pero más moderado y menos controversial, el nombre del entonces cardenal Prevost empezó a tomar fuerza en el cónclave por provenir de Estados Unidos, país cuyas cabezas eclesiásticas fueron los principales opositores de Francisco.
Las fracturas con el anterior papa fueron evidentes. Un ejemplo claro es su disputa con las cabezas de la Iglesia en Estados Unidos, con un perfil muy conservador, que se opusieron a su visión del mundo, llegando incluso a desafiar su autoridad. Lo hizo en su momento el exarzobispo de Filadelfia, Charles Chaput, quien calificó al argentino de “temperamental y autocrático”, o el obispo de la diócesis de Tyler (Texas), Joseph Strickland, a quien el pontífice destituyó, o más sonado aún el desalojo del cardenal Raymond Burke de su lujosa residencia en el Vaticano.
Al respecto, el papa León XIV pareció sentar su posición en su primera intervención ante el mundo al decir: “Ayúdennos, ayúdense mutuamente a construir puentes, a través del diálogo, del encuentro, uniéndonos para ser un solo pueblo siempre en paz”.
Un mensaje de unidad que no solo estaba dirigido a los líderes mundiales, sino a la misma institución que ahora preside, como lo explica Misael Kuan, catedrático del Centro de Estudios Teológicos de la Universidad del Rosario: “En el interior de la Iglesia hay algunas heridas, sobre todo en los sectores más conservadores, muy críticos con Francisco. Con su discurso en su presentación al mundo ya daba señales de que su misión era volver a consolidar la unidad”.
Sin embargo, esta unidad que proclama no será fácil de alcanzar, como advierte Olano, quien considera que el heredero de Pedro deberá hacer modificaciones en las altas esferas de la Iglesia para subsanar las fracturas: “Para superar las diferencias entre las diferentes vertientes en el interior de la Iglesia lo primero que tiene que hacer es la renovación de sus cuadros directivos”.
La sombra de la pederastia
Pasaron apenas unos minutos desde que León XIV fuera anunciado como papa para que revivieran viejos señalamientos de, supuestamente, haber encubierto casos de abuso sexual mientras fue obispo en Perú, denuncia encabezada por la organización SNAP (Red de Sobrevivientes de Abuso por Sacerdotes).
No es un tema menor y tampoco uno que no haya salpicado a anteriores pontífices, como lo explica la doctora en Teología Isabel Corpas, quien recuerda que “a Benedicto XVI también se le señaló de haber ocultado estos hechos vergonzosos. Y no se puede negar que hubo en verdad un encubrimiento de estos casos en el clero”.
Sin embargo, tanto ella como los demás expertos consultados por EL TIEMPO concuerdan en que en los últimos años, a Prevost se le vio contundente en cuestionar este tipo de actos en la Iglesia, acogiéndose al llamado de “tolerancia cero” que en su momento hizo Francisco, y que está dentro de las recomendaciones del Colegio Cardenalicio al nuevo pontífice.
Así lo explica Olano: “El primer punto que le dejaron en el contenido programático los cardenales al nuevo papa es el de luchar contra los abusos, a lo cual no puede ser ajeno el papa León XIV”. Frente a los cuestionamientos, el analista asevera que “pese a que se le ha criticado algún papel de encubridor cuando fue obispo, como prefecto de los obispos, siempre quiso seguir la política de Francisco de tolerancia cero”.
Lo mismo opina Kuan, quien recuerda que el entonces cardenal Prevost tuvo un papel destacado en uno de los momentos más icónicos en la lucha contra la pederastia en la Iglesia: “El papa Francisco disolvió el Sodalicio, una comunidad religiosa que operó en Perú y que se halló que, desde sus inicios, cometía abusos. Y en esta decisión el hoy papa León XIV fue clave, ya que él fue uno de los que cuestionaron a dicha organización y celebró la decisión de su antecesor”.
Finanzas transparentes
El último informe público acerca de las finanzas del Vaticano reveló que en el año 2024 se registró un déficit fiscal de 70 millones de euros y durante 2023 esa cifra fue inclusive más alta, pues alcanzó los 83 millones de euros de acuerdo con los datos disponibles. Y aunque el dato parece pequeño comparado con otras economías, no hay que perder de vista que el PIB de este Estado es de alrededor de 20 millones de euros al año.
León XIV no solo tendrá que encontrar la forma de ordenar las finanzas, sino que además tendrá la tarea de perseguir la corrupción dentro de la Iglesia, una tarea de Francisco que los analistas consideran inacabada, no obstante haber creado desde su llegada una comisión económica y haber cambiado la cúpula del Banco Vaticano, sumado a distintas investigaciones que tuvieron como resultado la destitución de varios sacerdotes, incluidos cardenales, como el caso del purpurado Giovanni Angelo Becciu (juzgado por malversación de fondos y soborno, y cuya cercanía con Pietro Parolin –uno de los favoritos en el cónclave– pudo costarle a este último ser elegido papa).
El nuevo pontífice inicia labores con algunas ventajas sobre su antecesor: ahora son juzgados por una corte legal dedicada a casos criminales, y ya no por un integrado por una élite de prelados.
Escenario mundial
“Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada, desarmante, humilde y perseverante, que proviene de Dios... El mal no prevalecerá” fue parte del mensaje que dejó León XIV durante su primera intervención, con lo que sentaba su posición ante el complejo escenario de tensiones y guerra en distintas partes del mundo.
Más allá de los asuntos internos de la Iglesia, como lo explica Olano, su rol como líder mundial implica que tendrá que tener una posición destacada en los grandes conflictos que hoy se viven alrededor del mundo: “El papa es una reserva moral de la humanidad. Es probable que tenga que intervenir directamente a través de quien sea su secretario de Estado en dirimir conflictos para construir un mundo en paz, como lo mencionó en su discurso, y particularmente en Franja de Gaza e Israel, en el caso de Ucrania y Rusia y algunos países africanos”.
Mientras muchos vieron en uno de los últimos actos de Francisco (convertir uno de sus papamóvil en una clínica para atender niños en Gaza) una declaración política, los analistas esperan de León XIV una figura conciliadora. Así lo explica Isabel Corpas: “Como jefe de Estado, y ante su llamado a la paz, esperamos que asuma una posición que no pueda ser interpretada como parcializada, sin tomar partido, sino en busca del diálogo, la conciliación, el perdón, el encuentro y la reconciliación entre los líderes”.
MATEO CHACÓN ORDUZ | Subeditor Vida de hoy