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El sínodo delinea una Iglesia más incluyente y con rostro femenino
Crónica y reflexiones sobre la primera sesión del Sínodo de los Obispos.
Un sínodo es una reunión o asamblea deliberativa de eclesiásticos. Foto: EFE
Con la celebración de la eucaristía presidida por el papa Francisco este domingo 29 de octubre, en la basílica de San Pedro, concluyó en Roma la primera de dos sesiones del Sínodo de los Obispos que reunió, durante cuatro semanas, a 365 representantes de los cinco continentes, entre cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicas, laicos y el propio Obispo de Roma.
Todos con voz y voto, incluyendo a quienes no son obispos ni cardenales, como las 54 mujeres que por primera vez –desde que Pablo VI instituyera esta instancia reflexiva y consultiva, en 1965– no solamente son escuchadas, sino que tienen la facultad de aceptar o no las propuestas que se formulen “por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión”, que es el tema de esta XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.
Cuando se inauguraron las sesiones, el pasado 4 de octubre –el mismo día en que el Papa publicó su exhortación apostólica Laudate Deum, sobre la crisis climática–, el pontífice recordó: “Estamos aquí para caminar juntos”. Y es que la palabra ‘sínodo’, una expresión que data de los orígenes de la Iglesia, significa justamente eso: ‘caminar juntos’.
“Caminemos juntos: humildes, vigorosos y alegres”, insistió Jorge Bergoglio en aquella mañana soleada, en la plaza de San Pedro, subrayando: “No estamos aquí para celebrar una reunión parlamentaria o un plan de reformas”, porque ante los desafíos que afronta la Iglesia “no nos sirve tener una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas”.
El Papa también evidenció el peligro de caer en agendas propias que lesionan la comunión y generan divisiones internas. Por eso alentaba a los del sínodo a “volver a poner a Dios en el centro de nuestra mirada, para ser una Iglesia que ve a la humanidad con misericordia. Una Iglesia unida y fraterna, que escucha y dialoga; una Iglesia que bendice y anima, que ayuda a quienes buscan al Señor, que sacude saludablemente a los indiferentes”.
Al mismo tiempo, expuso tres tentaciones que podrían socavar el alcance de este sínodo: “La de ser una Iglesia rígida, que se acoraza contra el mundo y mira hacia el pasado; la de ser una Iglesia tibia, que se rinde ante las modas del mundo; la de ser una Iglesia cansada, replegada en sí misma”.
Francisco es plenamente consciente de que no son pocas las resistencias ni las cábalas en su contra. Unos días antes del inicio de las sesiones sinodales había salido al paso de una misiva en la que un par de cardenales ampliamente reconocidos por sus posturas conservadoras –Walter Brandmüller y Raymond Leo Burke, apoyados por Juan Sandoval Íñiguez, Robert Sarah y Joseph Zen Ze-kiun– planteaban cinco ‘dubias’, demandando clarificaciones al Obispo de Roma sobre si el Sínodo de la Sinodalidad se plantea modificar, entre otras cosas, el magisterio de la Iglesia en asuntos como “la bendición de las parejas homosexuales, la ordenación de mujeres al sacerdocio y la absolución sacramental dada a todos y siempre, sin condiciones”.
La carta, con fecha del 10 de julio, la hicieron pública el 2 de octubre. Sin embargo, el Papa les había respondido al día siguiente, el 11 de julio. Así que para desactivar lo que algunos estimaron como un posible ‘golpe de Estado blando’ contra el sínodo, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe también hizo públicas las respuestas del pontífice.
Gloria Liliana Franco Foto:María Langarica
Ni esta ni otras tentativas desalentaron o desenfocaron a los de la asamblea sinodal ante la misión que se les confió de discernir, desde la escucha mutua y profunda, los pasos que debe dar la Iglesia para responder con fidelidad a los clamores del mundo de hoy.
“No se trata de una reunión política, sino de una convocación en el Espíritu; no de un parlamento polarizado, sino de un lugar de gracia y comunión”, apuntaló de nuevo Francisco en la inauguración del sínodo.
Algo está naciendo
Muy pronto, a medida que avanzaron las jornadas, fueron apareciendo algunos signos novedosos o, si se quiere, inéditos, que dan cuenta de las búsquedas de revitalización que experimenta la Iglesia, y la necesidad de repensar sus modelos y estructuras tanto de gobernanza como de servicio.
Más allá de esta asamblea sinodal que tuvo lugar entre el 4 y el 29 de octubre, se han acentuado la dimensión de proceso y el imperativo de escuchar. Se trata, como tal, de un itinerario iniciado hace dos años –el 9 y el 10 de octubre de 2021–, y que ha implicado diversas fases para favorecer la masiva participación de todos los bautizados, desde instancias locales, nacionales y continentales, a través de parroquias, diócesis, conferencias episcopales, congregaciones religiosas, y muchas otras organizaciones y mediaciones, sin dejar de contemplar el continente digital, a través del proyecto La Iglesia te Escucha, donde cientos de influenciadores católicos o evangelizadores digitales salieron al encuentro de quienes se han alejado o, quizás, nunca han sido tenidos en cuenta en la Iglesia.
El testimonio de la brasileña Sônia Oliveira, en el aula sinodal, evidenció que ‘algo nuevo está naciendo’ en la medida en que la Iglesia sale de su zona de confort para aproximarse a las periferias existenciales para darles la palabra a quienes nadie quiere escuchar. Le sucedió al dialogar con personas en situación de prostitución y privadas de libertad, que están en las calles como en las cárceles: “¡Ah! Ahora entiendo, la Iglesia y el papa Francisco quieren saber cómo estoy, lo que pienso de la presencia de la Iglesia... Voy a hablar, puede ser que algo cambie, todavía tengo un hilo de esperanza”, le dijo una de ellas.
“La Iglesia sinodal es la Iglesia del testimonio, de la presencia, de la participación”, concluía Sônia, quien actualmente es la presidenta del Consejo Nacional de Laicos de su país.
La Carta al pueblo de Dios firmada por los de la asamblea sinodal se sitúa en esta misma dirección: “Si no se cultiva una praxis eclesial que exprese la sinodalidad (...) promoviendo la implicación real de todos y cada uno, la comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos”, se lee allí. Por eso, una vez más, “la Iglesia necesita absolutamente escuchar a todos, comenzando por los más pobres”.
Todo apunta a que la Iglesia está redescubriendo la necesidad de escuchar a los ‘cristianos de a pie’, a los que viven su fe desde diversas vocaciones y carismas, y no solo a los ministros ordenados, que en algunas oportunidades “se exceden en su servicio y maltratan al pueblo de Dios, desfigurando el rostro de la Iglesia con actitudes machistas y dictatoriales”, como denunció el papa Francisco en una de sus últimas intervenciones en el sínodo, el 25 de octubre, al calificar el clericalismo como “látigo”, “azote”, “que esclaviza al santo pueblo de Dios”.
Todos son protagonistas
Hace un par de años, en un discurso ante los fieles de Roma, Bergoglio había afirmado que en una Iglesia sinodal “todos son protagonistas, nadie puede ser considerado un mero figurante (...). El protagonista ya no es el Papa, el cardenal vicario, los obispos auxiliares; no, todos somos protagonistas, y nadie puede ser considerado un mero extra”.
Esta vez Francisco ha sido más incisivo al manifestar la primacía de la categoría ‘pueblo de Dios’ –expresión que de alguna manera reivindica el protagonismo de todos los católicos en razón de su dignidad bautismal–, puesto que “los de la jerarquía venimos de ese pueblo y hemos recibido la fe de ese pueblo, generalmente de nuestras madres y abuelas”.
Así que el rostro de la Iglesia es un rostro plural, y está delineado por la diversidad del pueblo creyente o, como refiere el Papa, por “el pueblo fiel de Dios, santo y pecador”, y no solo por sus ministros ordenados (sacerdotes, obispos y cardenales), que si bien han consagrado su vida al servicio de Dios, a través de la misión evangelizadora de la Iglesia, no pierden su condición de bautizados, de pueblo de Dios.
“O la Iglesia es el pueblo fiel de Dios en camino, santo y pecador, o termina siendo una empresa de servicios variados –continuó el Papa–. Y cuando los agentes de pastoral toman este segundo camino, la Iglesia se convierte en el supermercado de la salvación y los sacerdotes, meros empleados de una multinacional. Es la gran derrota a la que nos lleva el clericalismo. Y esto con mucha pena y escándalo”, apostilló sin titubear.
‘La Iglesia es femenina’
En contraposición al clericalismo, el Papa subrayó que “la Iglesia es madre y son precisamente las mujeres quienes mejor la reflejan (...). La Iglesia es femenina, es esposa, es madre”. Por eso, “en el santo pueblo fiel de Dios, la fe es transmitida en dialecto, y generalmente en dialecto femenino. Esto no solo porque (son) quienes saben esperar, saben descubrir los recursos de la Iglesia, del pueblo fiel, se arriesgan más allá del límite, quizá con miedo pero corajudas”.
La presencia de las mujeres en el sínodo ha sido ampliamente valorada. Asimismo, el ambiente de diálogo abierto y de confianza fue favorecido por la metodología de la ‘conversación espiritual’ en mesas redondas –en las que se encontraba el Papa–, distribuidas a lo largo y ancho de la emblemática Aula Pablo VI, en lugar de la clásica aula sinodal que, como ocurre en un teatro, concentra toda la atención en la tarima principal que la preside. En total fueron 35 mesas idiomáticas –en inglés, italiano, español, francés y portugués– compuestas por 12 personas cada una. La inusitada imagen de las mesas redondas bien podría expresar el anhelo de una Iglesia cada vez más circular y menos piramidal.
“Hemos estado buscando cómo la Iglesia puede aprender a llevar mejor el mensaje de Jesús a nuestro mundo injusto, lleno de guerras y en peligro: siendo más abierta, más acogedora, más cercana a los que sufren, y acompañando a los necesitados”, dijo a EL TIEMPO el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, uno de los 20 ‘ministerios’ que apoyan al Papa en su misión pastoral.
Cuatro españolas -una teóloga, dos religiosas y una laica- se encuentran entre las mujeres pioneras que han participado por primera vez en el Sínodo del Vaticano, la asamblea que ha reunido en Roma durante el mes de octubre a obispos, religiosas y laicos de todo el mundo para abordar los temas más importantes para la Iglesia católica. En la imagen (izda a dcha) la teóloga Cristina Inogés, la religiosa nicaragüense afincada en España, Xiskya Valladares, la religiosa de la congregación Hijas de Jesús, María Luisa Berzosa y Eva Fernández, presidenta de Acción Católica. Foto:EFE/ Javier Romualdo
“La primera y más importante lección que hemos aprendido como seguidores de Jesús, y por tanto misioneros de la justicia, la paz y el cuidado de nuestra casa común, es escuchar, y seguir escuchando, incluso escuchar hasta que duela, y, en últimas, escuchar todo de nuevo. Esto es lo que el sínodo ha aprendido y está compartiendo con la Iglesia”, aseveró el jesuita, uno de los hombres más cercanos de Francisco.
ÓSCAR ELIZALDE PRADA (*)
Para EL TIEMPO
En X: @OscarElizaldeP
(*) Doctor en comunicación social. Consultor del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano.