La hora de las mujeres
Es el caso de las misioneras de la Madre Laura Montoya, la primera y única santa de Colombia, canonizada en mayo del 2013 por el papa Francisco.
“Acompañamos a los indígenas en los diferentes eventos. Cuando el sacerdote no puede hacer presencia y se necesita que haya un bautismo, nosotras bautizamos; si alguien se quiere casar, nosotras hacemos presencia y somos testigos de ese amor; y muchas veces nos ha tocado escuchar en confesión”, dijo la hermana Alba Teresa Cediel en el Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica que se celebró en el Vaticano en octubre del 2019. Un anuncio que le dio la vuelta al mundo, pues la misionera colombiana dejó claro que, sin pedir permiso —al estilo de su santa fundadora—, ella y sus compañeras han tenido que asumir los roles de los sacerdotes allá en la selva a donde solo van ellas. En la comunidad de la Madre Laura también sufren una preocupante caída en las vocaciones, aunque no tienen cifras establecidas.

La hermana Marta Escobar, misionera carmelita y secretaria general de la Conferencia de Religiosos y Religiosas, reconoce que la situación de los conventos no es distinta a la de los seminarios. Y en el caso de las religiosas, de las cuales muchas ya tienen una edad avanzada, es igualmente delicado porque no se vislumbra un relevo a mediano plazo. Y aunque aclara que no existe un inventario general que dé cuenta sobre cuántas novicias existen en el país, ite que esas cifras también van a la baja.
Reconoce su preocupación por las obras sociales que las religiosas desarrollan en sus misiones o cuidando adultos mayores, o en el ámbito educativo; una situación también preocupante en el caso de los sacerdotes. Y cuenta que en diferentes lugares del país, distintas obras religiosas han tenido que fusionarse para que sus obras comunitarias puedan sobrevivir.
La hermana Marta Escobar lamenta que muchas religiosas, como es el caso de su comunidad, son enfermeras a las que, según denuncia, el sistema de salud ha venido excluyendo por su objeción de conciencia en el caso del aborto. Por eso, afirma, hace varios años ya no las contratan. Y gran parte de sus obras sociales las financiaban con lo que les pagaban por esos servicios.

El hermano marista César Rojas, presidente de la Conferencia de Religiosos de Colombia —que reúne a todas las comunidades católicas independientes a la Conferencia Episcopal—, se suma al llamado que busca darles más protagonismo a las mujeres. Incluso, cree que es hora de levantar esa restricción que les impide ordenarse como sacerdotes y obispos. Cree que serían salidas para enfrentar la crisis de vocaciones: “La mujer y la religiosa no se han valorado como debería ser. Son personas con toda la formación y el conocimiento. Tenemos una iglesia de dominación masculina. Hay muchas mujeres sometidas a lo que diga el sacerdote”.
Y Alberto Linero, reconocido autor de libros y presentador de radio y televisión, y quien renunció al sacerdocio en octubre del 2018 al reconocer que “vivía en una profunda soledad”, considera lo mismo: “Es inconcebible que las mujeres no puedan ser ‘presbíteras’ ni ‘obispas’. Y así como lo hizo el fallecido sacerdote jesuita Alfonso Llano hace varias décadas en su columna en este diario, cuando causó un gran escándalo al considerar que el celibato debería ser opcional, él piensa lo mismo.
“El celibato es un don de Dios y algunos lo tienen. Pero eso no significa que siempre que haya vocación tiene que haber vocación celibataria. Y eso lo han demostrado las iglesias ortodoxas, con sus presbíteros casados”. Y sigue: “Si la Iglesia quiere seguir teniendo hombres y mujeres que acepten la invitación de Dios, tienen que entender que la vida de familia y el ejercicio de la sexualidad son necesarias. Yo sospecho de quien no tenga una sexualidad sana. El que no la tiene no tiene una salud integral”
(Ver historia: ‘Es hora de levantar el celibato y de que las mujeres sean ordenadas’: Alberto Linero’)
Desde el Episcopado, monseñor Alí responde: “Creo que tarde o temprano la Iglesia tiene que plantear lo del celibato. El Papa ya lo ha planteado y del tema se viene hablando. Hay muchas resistencias, sobre todo en algunas naciones”. Sin embargo, aclara que levantar esta condición, que ha sido innegociable durante siglos, no es una opción para enfrentar la crisis de vocaciones.
“Se sigue reflexionando y meditando sobre el tema”. Habla de los viri probati: expresión con la que la Iglesia se refiere a los hombres casados, “de vida cristiana madura y contrastada, a los que, de modo extraordinario, se ite la ordenación sacerdotal”. También sobre los maronitas y sacerdotes de otros ritos orientales católicos donde pueden tener familia.
Y cree que el camino todavía es muy largo y espinoso para que las mujeres puedan ser ordenadas. Sin embargo, destaca dos avances muy significativos para ellas: los ministerios laicales dispuestos, que tienen un nivel más alto al de los grupos apostólicos o de catequesis pues cuentan con el aval y el acompañamiento del obispo respectivo; y también se estudia la figura de las diaconisas, que sería similar a la de los diáconos, que existen hace rato: hombres laicos que, tras cierta formación, pueden asumir el ministerio de la palabra, la liturgia y la caridad.

El bogotano Edwin Raúl Vanegas, de 46 años y 22 de vida sacerdotal, es el rector del Seminario Mayor de Bogotá. Esa sede majestuosa que el entonces arzobispo Ismael Perdomo mandó a levantar en las faldas de los cerros orientales y en lo que, entonces, era un potrero a las afueras de la ciudad. El mismo edificio donde hace varias décadas, cuando los hijos eran abundantes y era un honor que al menos uno de ellos fuera sacerdote, los seminaristas se contaban por montones. En las épocas más fecundas se contaban 120 o más seminaristas. Hoy, dice, son solo 34.
El padre Edwin destaca que, aunque ya no son tantos los aspirantes, muchos de los que están llegando a tocar las puertas de los seminarios ya son profesionales o han tenido alguna experiencia sentimental y han “conocido el mundo”; por lo tanto, ya tienen la mente y las convicciones más claras.
Y espera un repunte después de la pandemia, pues durante la crisis del covid-19 no se pudieron retomar las campañas de promoción de vocaciones. Y también espera otro repunte tras las agitadas protestas sociales de los últimos tiempos, pues considera que se han evocado esas figuras legendarias del cura obrero y comprometido por su comunidad. “Muchos jóvenes van a darse cuenta de que siendo sacerdotes pueden ayudar a su gente”, dice el padre Edwin.