¿Cuándo se va a acabar todo esto? ¿Cuándo vamos a salir de esta pesadilla? ¿Cuándo volveremos a la normalidad? Son preguntas que he oído (incluso yo misma las he hecho) durante estos meses en los que hemos sido retados emocional, física, económica y hasta espiritualmente.
Con ansias buscamos alguna luz o indicio de que esto, tan incómodo y tan incierto, por fin termine. La realidad es que en unos pocos meses, la mayoría hemos afrontado algún tipo de pérdida dolorosa e irremediable.
Y, pensándolo bien, lo que estamos presenciando es solo un reflejo de lo que hemos vivido desde siempre, pero de lo cual no éramos conscientes. Como seres humanos, anhelamos que todo tenga un principio y un final; buscamos una señal indicadora de que llegamos a la meta, que aprendimos una lección y que podemos bajar la guardia y descansar.
Queremos ponerle fecha de caducidad al sufrimiento por una pérdida, una tristeza, un engaño o un mal de amor. Queremos una carita feliz por haber finalizado nuestro trabajo interior o haber superado alguna dificultad. Quisiéramos un diploma de graduado por trabajarle todos los días a la relación de padres, de hijo o de pareja.
Forma parte de nuestra naturaleza la necesidad de cruzar una recta final o alcanzar luz al final del túnel.
Pero ¿qué pasaría si nos percatamos de que no estamos diseñados para enfocarnos en los finales, sino en estar presentes en cada paso del proceso? ¿Qué pasaría si nos concientizamos de que este revolcón jamás acabará, por más de que nos duela, asuste o abrume?
No perdamos de vista que nacimos en un día. Morimos en un día y hasta nos podemos enamorar en un día. No menospreciemos que todo puede cambiar en un solo día
Nuestro enfoque no puede fijarse en el momento en que consideramos que ya estamos al otro lado, sino que debemos aprender de cada día que estamos en la mitad del meollo.
Si nos concentramos en la clausura, cada día será un tedio al que deberemos sobrevivir; sin embargo, si cuestionamos el aprendizaje y entendemos que todo es perfecto como es (aunque parezca intolerable), podremos estar presentes y agradecidos día a día, sin importar el resultado.
La realidad es que ignoramos el desenlace de esta novela que estamos viviendo a nivel individual y colectivo. Lo que sí es claro es que no será un gran final, con un ganador en un podio que se lleva una millonada.
No perdamos de vista que nacimos en un día. Morimos en un día y hasta nos podemos enamorar en un día. No menospreciemos que todo puede cambiar en un solo día. ¿Estarán listos?
ALEXANDRA PUMAREJO
DE TU LADO CON ÁLEX