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La mayoría hemos ‘comprado’ la idea de que el amor verdadero debe ser lo más parecido a una comedia romántica. Hay variaciones, pero más o menos es así: dos protagonistas se conocen, al inicio se caen mal o son completamente opuestos en personalidad. Después de un tiempo se enamoran, aunque rápidamente surge un problema y pelean. Se separan y los vemos divagando por la vida, solos y tristes.
Después de estar desolados se dan cuenta de que no pueden vivir el uno sin el otro. Lo que nos lleva a la escena emocionante del final, que por lo general implica persecución al aeropuerto, donde se besan y viven felices para siempre.
Amor, relaciones de pareja Foto:Pexels.com
Soy fanática de estas películas y río y lloro en casi todas. Sin embargo, lo absurdo es que hoy muchas relaciones de la vida real fracasan porque no se asemejan ni un poco a las del cine o la TV. De cierta manera estamos convencidos de que en una buena historia de amor debe haber tragedia, celos, mentiras, exnovias/os arpías, conflictos de familias, separaciones y correteadas transatlánticas para que valga la pena. El peligro de pensar así es que cuando no existen estos dramas, muchos se aburren y dudan si sienten enamoramiento de verdad.
Hoy quiero rendir homenaje a las historias de amor sutiles, pero no menos fantásticas. A esas personas que reconocen que el amor puro está lejos de los melodramas, las exigencias, las amenazas, los celos y los apegos.
El amor habita en expresiones cotidianas como “¿Llegaste bien a tu casa?”, “Te traje el café a la cama para que durmieras 5 minutos más”, “Aunque acabamos de discutir, te amo y jamás te voy a abandonar”, “Yo te ayudo a que ayudes a tu familia económicamente”, “Estoy orgulloso/a de ti”, “Ve a hacer ese curso porque es tu sueño”, “Pasa feliz en la fiesta, aunque no pueda ir contigo”.
El amor está en detalles como la tomada de la mano para cruzar la calle, la cedida del mejor puesto en el cine o en un avión, la escucha paciente por tercera vez de la misma historia o del mismo chiste, la ayuda para ir al baño cuando el otro se enferma.
El amor no es ruidoso ni escandaloso, es firme y tranquilo. Está lleno de pinceladas pequeñas, permanentes, amorosas y sinceras. La meta en el amor no debe ser un solo final feliz sino una continuidad eterna de momentos felices.