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Noticia
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La mosca soldado negra, un ejemplo de cómo los insectos son clave en la lucha contra los residuos
Investigadores de la Unal han hecho de este organismo, que convierte basura en larvas con alto contenido de proteína, una idea de negocio en la que ayudan a empresas y comunidades.
Larvas secas de mosca soldado negra. Foto: Karol Barragán
“Los seres humanos somos invitados en un planeta de insectos”. Esta frase del entomólogo holandés Marcel Dicke es bastante precisa para describir un mundo en el que estos pequeños organismos, de los que se tiene conocimiento de más de un millón de especies descritas, dirige y mantiene funcionando delicadas dinámicas que hacen posible que la vida cumpla sus ciclos dentro de los ecosistemas.
Polinizan para que se propaguen las plantas, sirven de alimento para algunos animales silvestres, hacen control biológico para evitar que algunas de sus poblaciones crezcan tanto que se conviertan en plaga, incluso son las responsables de que, una vez terminada la vida de los seres que caminamos por este planeta, esa energía retorne a la tierra, descomponiendo nuestros cuerpos.
Muchos de ellos también tienen la tarea de simplificar todo tipo de residuos para que continúen su ciclo y se mantenga el equilibrio. Esta es, precisamente, la tarea de la mosca soldado negra. Originaria de las zonas tropicales de América, en las últimas décadas ha despertado el interés de cientos de investigadores alrededor del mundo por su capacidad para degradar materia orgánica y convertirla en nutrientes valiosos. Esto lo logra simplemente alimentándose de desechos orgánicos como los que provienen de actividades agrícolas, en un proceso denominado como bioconversión.
“Varias especies de insectos, como las larvas de la mosca soldado negra pueden aprovechar estos residuos que están en descomposición, que no tendrían otro tipo de uso que simplemente ser compostados, generando otro tipo de alteraciones al ambiente. Lo que hacen ellas es comérselo. Y al hacerlo incorporan nuevamente todos esos nutrientes que antes se hubieran perdido, que generarían contaminación en el medio por procesos de nitrificación, que son muy contaminantes”, explica la profesora Karol Barragán, médica veterinaria de la Universidad Nacional de Colombia (Unal).
De esta manera, en su forma de larva, este insecto –que recibió su particular nombre de su similitud con los uniformes negros con cinturones blancos que vestían los soldados ingleses en los años 60– convierte esta fuente de alimento en un contenido de proteínas que oscila entre 38 y 46 por ciento, lo que la hace una fuente valiosa de nutrientes que incluye una cantidad significativa de grasas saludables, vitaminas y minerales esenciales y una gran fuente de alimento para animales, como peces, aves y cerdos, e incluso para humanos.
Durante cinco años, la profesora Barragán se dedicó a estudiar este pequeño animal durante su doctorado en la Universidad de Wageningen, en Países Bajos. A su regreso al país tenía claro que tenía que aprovechar el potencial de esta mosca –ampliamente empleada en países como China e India para el desarrollo de productos alimenticios–, así como potenciar el uso de otros insectos que habitan en territorio colombiano, reconocido por su biodiversidad.
Esa idea de investigación, que se materializó en el grupo de Conservación y Manejo de Vida Silvestre, del Centro de Investigación de Artrópodos Terrestres (Cinat), se convirtió pronto en una iniciativa denominada Insectos por la Paz, que buscaba promover la producción de la mosca para usar su larva como alimento para animales en comunidades rurales y en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), creados después de la firma del acuerdo de paz con las antiguas Farc para albergar temporalmente a sus exmilitantes.
Cria de larvas de mosca soldado negra en el proyecto Insectos por la paz. Foto:Karol Barragán
“Queríamos brindarles la oportunidad de enseñarles cómo utilizar los insectos para disminuir costos de producción, además de ser más independientes de insumos externos que son extremadamente costosos, como el alimento comercial para animales y el fertilizante”, explica la profesora Barrangán, quien detalla que este trabajo comenzó inicialmente en el ETCR Antonio Nariño (Tolima) –donde la mosca criada fue usada como alimento de animales como las tilapias– y se extendió posteriormente al ETCR Jaime Pardo Leal (Guaviare), así como a asociaciones de mujeres cabezas de familia e indígenas que conocieron sobre estos procesos y manifestaron su interés en unirse.
De idea de investigación a empresa
Lo que nació como una idea de estudio, también se transformó posteriormente en una de las primeras empresas spin off impulsadas por la Universidad Nacional. Denominada como Entopro, hoy brindan servicios de asesoría para que grandes generadores de residuos en el país establezcan sistemas de aprovechamiento de esta biomasa basados en moscas soldado negro.
“Hay demasiados residuos y existe una gran necesidad de proteína para alimentar a los animales, así como de fertilizante orgánico. Lo que hacemos es demostrar que ese residuo que se está tirando todos los días y que las empresas pagan por desechar, se puede devolver en dos productos: tanto harina para alimentación animal como fertilizante orgánico para los cultivos y pues eso le resuena a todo el mundo”, explica Javier Vázquez, CEO de Entopro.
Vázquez habla también de fertilizantes porque los investigadores han descubierto que la mosca, en su proceso de crecimiento, genera residuos en los que quedan heces, alimento no digerido y exoesqueletos, una mezcla que se conoce como frass y que puede funcionar como una sustancia para mejorar características de la tierra, e incluso promover la llegada de polinizadores a las plantas y repeler plagas, como han demostrado estudios de investigadores del Cinat.
De las moscas no se pierde nada. Los expertos también han encontrado en sus exoesqueletos –esa especie de caparazones que los insectos van mudando al crecer– un alto contenido de quitina, un polímero que se utiliza como fibra, inmunoestimulante y que también posee propiedades antimicrobianas.
“Entre las empresas que más nos an están, por un lado, las que fabrican alimento para animales, porque ya se dieron cuenta que la harina de insecto puede tener un potencial muy grande, y, por el otro lado, empresas productoras de alimentos o snacks que generan altas cantidades anuales de residuos orgánicos por las que tienen que pagar para poder deshacerse de ellas”, señala la profesora Barragán sobre los principales clientes con los que cuenta hoy Entopro, emprendimiento que hoy le da trabajo de base a seis personas.
La profesora Karol Barragán. Foto:Cortesía
Conocer la biodiversidad “En este momento exclusivamente estamos trabajando con mosca soldado negra, pero la idea es de pronto ampliar a más insectos”, señala la docente, quien añade que en campo han tenido la posibilidad de identificar otras especies nativas como la mosca soldado amarilla, la mosca soldado verde o la mosca soldado azul que posiblemente tienen el mismo o mayor potencial para desarrollar estos procesos de bioconversión.
“La biodiversidad está llena de servicios ecosistémicos, identifiquémoslos, cuantifiquémoslos tanto para conservar como para aprovecharlos de una manera sostenible. Eso es lo que estamos haciendo con los insectos. Realmente no estamos inventando nada, no estamos haciendo que la mosca negra soldado haga procesos de bioconversión, eso se lo inventó la naturaleza hace siglos”, reflexiona la profesora de la Unal.
Para José Alejandro Villarruel, quien empezó como uno de los estudiantes de Barragán, que participó en la creación de Entopro y ahora es uno de los socios de la empresa, este tipo de iniciativas como la que ellos desarrollan también es una oportunidad para reconocer los servicios ecosistémicos que brindan los insectos, muchos de los cuales soportan la vida dentro de este planeta, y ademas, llamar la atención sobre un grupo que está altamente amenazado en la actualidad.
“Estamos hablando de pérdidas de biodiversidad de insectos que ni siquiera hemos alcanzado a describir. El hecho de que no los conozcamos no implica que no sean importantes. La naturaleza ha constituido un proceso evolutivo para llegar a un equilibrio natural y todas las especies cumplen su rol dentro del medio. Cuando afectamos estas especies que no conocemos estamos alterando cada vez más el equilibrio hasta llegar a un punto en el cual va a ser insostenible el mantenimiento por más procesos químicos que nosotros llevemos a cabo para controlar plagas o para la adición de nutrientes al suelo para cultivar. No va a ser suficiente porque no están estos pequeños seres que son los que llevan a cabo todas estas actividades”, indica Villarruel.
Hoy estos pequeños animales, aunque no reciben tanta atención como los grandes mamíferos, también son víctimas de la pérdida de biodiversidad que sufre el planeta. Estudios han advertido que cerca de un tercio de las especies de insectos están amenazadas de extinción, y que cada año se añade un 1 por ciento más a la lista. Un camino irreversible si no se toman decisiones para cambiar la forma en la que hoy producimos alimentos.