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Deforestación podría causar que Colombia nunca conozca a todos sus anfibios

En la región amazónica, la deforestación es la mayor amenaza para los anfibios. 

Osteocephalus taurinus, especie asociada al dosel del bosque, baja masivamente a reproducirse en época de lluvia cuando los ríos amazónicos suben su nivel e inundan el bosque.

Osteocephalus taurinus, especie asociada al dosel del bosque, baja masivamente a reproducirse en época de lluvia cuando los ríos amazónicos suben su nivel e inundan el bosque. Foto: Mariela Osorno

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PERIODISTA DE MEDIOAMBIENTE Y SALUDActualizado:

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Colombia es el segundo país más rico del mundo en anfibios, después de Brasil. En total hay 866 especies descritas de estos animales que se subdividen en ranas, sapos, cecilias y salamandras. Sin embargo, se asume que podría haber más, muchas más. Solo en la región que comprende los departamentos amazónicos, hay unas 192 especies de anfibios. 
Expertos creen que esa diversidad podría estar altamente subestimada y que es probable que existan en total, solo en la zona de la Amazonia, entre 400 y 600 especies. El problema es que quizá nunca lleguemos a conocerlas.
Los anfibios son animales que ofrecen amplios servicios ecosistémicos y de los que aún hay mucho por investigar y conocer. Pero hacerlo es complejo. Los anfibios viven en distintas zonas del bosque, desde el sotobosque (la parte de arbustos que crece debajo de los grandes árboles) hasta el dosel (la zona alta formada en las copas y ramas de los árboles) y la zona rasante (la hojarasca y raíces en el piso).
Desde que comienza hasta donde termina el bosque hay anfibios. Pero, sumado a ello, muchas especies han logrado crecer y desarrollarse en zonas tan mínimas y ecosistemas tan restringidos que hoy podría haber especies desconocidas que solo existen en un recuadro tan pequeño dentro de la selva del tamaño de una cancha de fútbol, lo que los hace muy propensos a lo que se conoce como “extinción local”. 
En ese trabajo de investigarlos y conocerlos ha sido clave el rol del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas Sinchi, que ha desarrollado unos inventarios detallados de la presencia de los anfibios en la panamazonia. El Sinchi cuenta hoy con una colección de anfibios de 175 especies, 16 familias y 49 géneros y con especies de todos los órdenes: anura, caudata y gymnophiona. 
Allobates marchesinaus, se encuentra asociada a la hojarasca del bosque, este género exhibe cuidado parental, ponen los huevos en la hojarasca y las larvas son transportadas generalmente por los machos a oquedades, pozos o cursos de agua temporales en el bosque.

Allobates marchesinaus, se encuentra asociada a la hojarasca del bosque, este género exhibe cuidado parental, ponen los huevos en la hojarasca y las larvas son transportadas generalmente por los machos a oquedades, pozos o cursos de agua temporales en el bosque. Foto:Mariela Osorno

Según Mariela Osorno, investigadora del Sinchi, la dispersión de estos animales en amplias zonas de difícil para los humanos es lo que ha impedido que, no obstante los esfuerzos de organizaciones y entidades, hoy se desconozca cuántas especies podría realmente tener el país y la importancia de estas para el funcionamiento de ecosistemas claves, como el amazónico. 
Pero, sumado a ello, destaca Osorno, los anfibios son uno de los grupos de vertebrados más amenazados a nivel mundial. En todo el planeta, el 41 por ciento de estas especies conocidas están bajo alguna categoría de amenaza de extinción bajo los parámetros de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. En el caso colombiano esa cifra no es tan distinta, pues al menos el 36 por ciento de las especies conocidas están bajo alguna categoría de amenaza. Y cuando se revisa cuáles son las razones de ese nivel de amenaza, la que sin duda lidera es la pérdida de su hábitat, generada mayormente por la deforestación. 
“Los anfibios son altamente dependientes de las condiciones ambientales, sobre todo de humedad y temperatura. Y exhiben durante su ciclo de vida diferentes usos de recursos de hábitat, que nosotros llamamos microhábitats, que van desde su vida de huevo y larva hasta su vida adulta. Debido a esas condiciones, las especies de anfibios usan infinidad de recursos de microhábitat en un bosque, entonces se pueden encontrar en el dosel especies que nunca bajan al suelo del bosque, porque solo viven en el dosel, se reproducen en el dosel, allí ponen sus larvas en huevos y troncos y pasan toda su vida en el dosel. Como también hay otras especies que nunca suben y colonizan el suelo del bosque, desde las capas superficiales de la hojarasca hasta 10 y 15 centímetros por debajo”, destaca Osorno. 
Según explica la experta, eso causa que no solo estén repartidos por todo el bosque, sino que, además, en biomasa los anfibios sean uno de los vertebrados más abundantes del bosque. Entonces se pueden encontrar ranas, cecilias, sapos y salamandras en charcas temporales, charcos permanentes, en huecos de troncos, en ramas del dosel, y en muchos casos estos microhábitats son espacios específicos que sirven como lugar de reproducción y desarrollo. Sin embargo, la desaparición acelerada de estos espacios estaría generando no solo cambios bruscos ya abismales en la manera como viven los anfibios, sino en la forma como estos se reproducen, lo pone en jaque su supervivencia en el tiempo. 
Especialmente en los departamentos de Meta y Caquetá, esos cambios podrían estar generando la desaparición masiva de especies desconocidas. Estos dos departamentos, de hecho, fueron los líderes en pérdida de bosque y donde más se incrementó la deforestación en el año 2021, según el reporte más reciente del Ideam. Las causas: acaparamiento de tierras, ganadería, cultivos ilícitos, tala ilegal y sobre todo ampliación de la frontera agrícola, incluso en zonas protegidas. 
El problema es que “la magnitud de la deforestación –dice Osorno– está afectando no solo de manera inmediata sino de forma sostenida en el ecosistema la vida de estos animales. Pues tras la remoción del bosque los primeros afectados son los anfibios que viven en el dosel o en el sotobosque”. Pero luego, con la transición hacia la ganadería y otras actividades, los anfibios que quedan en zonas como el suelo raso del bosque también tienden a desaparecer.
“Después de la tumba del bosque, lo que viene es una quema. Y una quema que acaba con capas de hojarasca y vegetación rasante donde hay una gran cantidad de microhábitats que alojan una gran cantidad de anfibios, pequeños lagartos y reptiles, y eso se va. Luego viene la instalación de la pradera para criar ganado, y luego viene la compactación del suelo. De manera que ese suelo que antes era un hábitat propicio para una innumerable cantidad de especies de anfibios y reptiles se perdió, porque no es posible que esas especies re-colonicen esos espacios”, finaliza Osorno. 
Hoy, el escenario es tan preocupante que incluso si se dispusieran de grandes grupos de taxónomos para estudiar y conocer la cantidad de anfibios que hay en el país, podría suceder que muchos quizá ya hayan sufrido extinciones locales. 
EDWIN CAICEDO | REDACTOR MEDIOAMBIENTE

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