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Opinión
La primera sociedad protectora de animales en Colombia
Han pasado 137 años desde que se pronunció el discurso inaugural de la organización.
Según el abogado, poeta e intelectual Próspero Pereira, el trato que recibieran los animales era un síntoma del grado de civilización de un pueblo. Foto: iStock
En su discurso de inauguración de la Sociedad Protectora de Animales, el abogado, poeta e intelectual Próspero Pereira Gamba lamentaba que aún se conservaban “en la época moderna algunos restos de la antigua barbarie”.
Se refería a prácticas como las peleas de gallos, las corridas de toros, la cacería de ciervos y aves, y la “disecación de pájaros y mariposas”. En presencia del entonces presidente Rafael Nuñez, el discurso fue pronunciado el 15 de enero de 1888 y se publicó unos meses después en los Anales de la Instrucción Pública.
La creación de la sociedad protectora de animales en Bogotá no fue un hecho aislado. El siglo XIX vio la gesta de centenares de iniciativas similares en el mundo, fenómeno que Pereira Gamba aducía como materialización del deber de cuidar “á los animales que les están sometidos, y se hallan bajo su poder y á su servicio”.
Liderando en números estaban Europa y Estados Unidos, modelos típicos de sociedades modernas que había que emular. Para 1888, países como Argentina, Brasil, Chile, Cuba, México y Uruguay, contaban ya con sociedades protectoras de animales que trabajarían de la mano de la policía en una especie de misión civilizadora.
En su discurso, Próspero Pereira invitaba a los toreros y cazadores a “abandonar la matanza”. Foto:istock
El discurso precisamente indicaba que el trato que recibieran los animales era un síntoma del grado de civilización de un pueblo, idea que continuamos presenciando en distintos escenarios donde se discute acerca de cómo tratar a los demás animales.
A diferencia de los humanos, Pereira Gamba sostenía que los animales no contaban con las facultades para quejarse o para organizarse y defenderse de los vejámenes a los que eran sometidos.
Agregaba que al estar “dotados de sensibilidad”, no podía haber “nada más noble, nada más benigno, nada más elevado” que “velar por que no se les maltrate, atormente y mortifique por personas de feroces instintos”.
Pasar por alto su vulnerabilidad, el dolor y el sufrimiento que podían experimentar los animales a causa nuestra, era de las cosas más bajas a las que podían caer los humanos que se preciaban de civilizados y respetuosos de Dios.
La mención a Dios puede sonar anticuada y por eso debe entenderse en contexto. El país vivía un momento político conocido como La Regeneración, donde se promulgó la Constitución de 1886 (que sería reemplazada más de 100 años después con la de 1991) y se establecería a la religión Católica como la oficial de Colombia.
El discurso de inauguración sostenía que los animales habían sido “creados por Dios casi exclusivamente para el hombre”. Ese “casi exclusivamente” sugería que el humano no podía hacer lo que le daba la gana con los animales. Al contrario, los humanos debían ser capaces de mostrar su grandeza y honrar a Dios evitando el maltrato, mortificación, y “muerte sin necesidad o esclavitud sin recompensa” de los animales que los acompañaban, vestían, alimentaban y auxiliaban en sus vidas.
Dentro de los llamados concretos que hacía en su discurso, Próspero Pereira Gamba invitaba a los toreros y cazadores a “abandonar la tendencia a la matanza” y, velando por una adecuada educación sentimental desde temprana edad, advertía que a los niños que mataban pajaritos se les corromperían sus corazones y más adelante serían presos de sus propias culpas.
El discurso hacía un llamado a “dulcificar las costumbres”, en vez de recrudecerlas, y así promover ciudadanos “pacíficos y civilizados”. El documento establecería unos principios e identificaría una serie de prácticas que deberían modificarse en nombre del progreso.
Han pasado 137 años desde que se pronunció el discurso inaugural de la Sociedad Protectora de Animales y podemos resaltar algunos cambios que han ocurrido desde entonces.
En primer lugar, dicha sociedad ya no existe y lo que se sabe de ella es muy poco o casi nada. De hecho, estudiosos del tema apuntan a que las primeras sociedades protectoras de animales en Colombia fueron las de Bogotá y Medellín, ambas creadas por sus respectivos alcaldes en 1917.
La Corte Constitucional ha determinado que la protección animal es un deber constitucional. Foto:iStock
De estas, la de Medellín es la única que continúa existiendo aunque su naturaleza jurídica y la forma en que opera hoy es distinta a la de hace 108 años.
Hoy varias ciudades y municipios del país tienen instituciones oficiales o dependencias dedicadas a la protección animal, pero estas no parecen tener relación directa con la institución inaugurada en 1888.
La idea de proteger a los animales basada en la división entre animales y humanos también ha cambiado. En su discurso, Próspero Pereira Gamba ubica a los humanos dentro del “reino racional” y a los demás animales los agrupa en el “reino zoológico”. Más que científica, esta clasificación obedecía a criterios de fe. Aunque esta visión del mundo no se ha ido del todo, hoy sabemos que los humanos y los demás animales compartimos una historia evolutiva que da cuenta de las diferencias y semejanzas entre todos, y que elementos como la razón y la cultura no son exclusivamente humanas.
Algunos desarrollos normativos recientes reflejan otros cambios que han tenido lugar en la sociedad colombiana frente a lo que entiende por protección a los animales.
La Corte Constitucional ha determinado que la protección animal es un deber constitucional. Ha emitido varias sentencias en las cuales resalta la relevancia de la sintiencia, o la capacidad de sentir dolor y sufrimiento, respecto a cómo nos relacionamos con los animales.
También ha indicado que su protección debe ir más allá de la utilidad que se pueda extraer de aquellos cuyos cuerpos y vidas son utilizadas para provecho humano.
La protección animal no debería obedecer a criterios económicos. La prohibición de la caza y pesca deportivas mediante jurisprudencia son decisiones que tienen en cuenta algunas de estas formas de pensar la protección animal.
El Congreso de la República también ha generado leyes con el objeto de proteger a los animales no humanos. Una muy reciente es la Ley 2385 de 2024, que prohíbe las corridas de toros, rejoneo, novilladas, becerradas y tientas.
La norma habla de respetar la vida de los animales y generar una cultura de la paz, y ordena que se fomente la educación en el cuidado de los animales.
No sabemos cómo el abogado Próspero Pereira Gamba leería las sentencias expedidas en el siglo XXI por la Corte Constitucional ni las nuevas leyes de protección animal, pero sí podríamos pensar que su corazón, al igual que el de muchos de nosotros, se hincharía con la decisión de abandonar la tendencia a la matanza y dejar en el pasado esas prácticas a las que denominó bárbaras.