La educación será en 2022, y por cuarto año consecutivo, el sector con más recursos del Presupuesto General de la Nación (PGN), aprobado en octubre por el Congreso, un hecho que ha sido aplaudido desde diferentes orillas y reconocido como una promesa cumplida del Gobierno, que en 2018 ponía este como uno de sus grandes objetivos y logró hacerlo realidad por primera vez en la historia.
Una mirada detallada muestra, sin embargo, que aunque el monto es más alto (pasó de 47,3 billones de pesos en 2021 a 49,4 billones para 2022) constituye una reducción en lo que representa del total del presupuesto de la Nación y mantiene a Colombia, en esta materia, muy por debajo de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) y también en la región.
Así lo muestra un reciente informe del Observatorio de Gestión Educativa de la Fundación Empresarios por la Educación, que analizó la evolución del presupuesto para educación en los últimos cinco años, y explica también a qué se destinará ese dinero.
De acuerdo con los hallazgos de los investigadores, en efecto el dinero que el Gobierno Nacional destina a este sector viene en constante aumento: pasó de los 38 billones de pesos en el 2018 a 49,4 billones para el 2022, es decir, 11,4 billones adicionales.
En contraste, de representar el 16,5 por ciento del presupuesto general en el 2019, la educación pasó a ser el 14,1 por ciento del total para el 2022. En otras palabras, aunque el sector ha ido sumando recursos, cada vez abarca menos porcentaje de los totales asignados por la Nación.
Al respecto, Diego Sánchez, coordinador de Análisis de Datos de la Fundación Empresarios por la Educación y director del Observatorio, señaló: “Hay que reconocer que hay interés, al menos público, de que la educación destaque, y por eso es hoy el más alto entre todos los sectores. Ahora, la pregunta importante es en qué estamos invirtiendo, y ahí es donde empezamos a ver problemas”.
Y es que de los 49,4 billones de pesos del 2022, el 89 por ciento, es decir 44 billones de pesos, corresponde solamente a gastos de funcionamiento, rubro que además recibe 1,3 billones de los 2 billones de aumento. Mientras que apenas el 11 por ciento (5,4 billones) es para gastos de inversión.
Para Ricardo Rodríguez, experto en educación, esto es preocupante: “Estamos destinando casi todos los recursos a funcionamiento, mientras que en inversión, que se refiere a calidad, aumentar el , los programas de formación docente, entre muchos otros frentes, hoy reciben un porcentaje bajo. Eso significa que el dinero se va en cosas operativas y llega a pocas cantidades para los programas que garanticen el mejoramiento de la educación”.
Pero este no es el único punto preocupante que se desprende del informe de la fundación.
Llama mucho la atención que, en cuanto a la inversión, esta ha venido en aumento en la educación superior, pero en cambio ha disminuido en preescolar, básica y media (jardines infantiles y colegios).
En precios reales –es decir, quitando la inflación–, la educación superior pasó de recibir para calidad y fomento 2,1 billones de pesos en el 2020 a 3,05 billones para el 2022. En cambio, preescolar, básica y media pasaron de 1,6 billones hace dos años a 0,6 billones para el año próximo. En otras palabras, hoy se invierte en este rubro lo equivalente a un billón de pesos menos.
Para Sánchez, esto es un desbalance. “Hemos visto la aparición de la matrícula cero, de Generación E y otros programas dirigidos a la inversión en la educación superior. Todo eso es necesario. Sin embargo, no hay que descuidar preescolar, básica y media, que representan toda la base del sector educativo. No podemos poner a competir rubros entre sí, ni quitarles a unos para ponerles a otros”, dice.
No obstante, el experto considera que pese a los retos que permanecen, hay aspectos que evidencian mejoras: “Hay que resaltar otro punto, y es que en Colombia se ha logrado aumentar el gracias a estos recursos y al Sistema General de Participaciones. Y también hay que resaltar que hay recursos que terminan en educación por otras carteras, como el programa Computadores para Educar, por medio del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones”.
Precisamente, a raíz de la pandemia la asignación del programa Computadores para Educar aumentó en términos reales 48 por ciento respecto al año anterior. Este rubro había tenido un incremento histórico en el 2021 de 198,1 por ciento.
Mala nota internacional
Es cierto que los recursos para la educación han aumentado. Pero también lo es que Colombia todavía está muy por debajo en el panorama internacional. De acuerdo con cifras de la Unesco, la Ocde y el Banco Mundial, la inversión que hace el país por estudiante está muy por debajo del a destinada por otros países.
Mientras que al año el país gasta por estudiante en promedio 2.407 dólares, los países que integran la Ocde invierten 10.437 dólares, es decir, 4,3 veces lo de Colombia. Y pasa lo mismo si se compara con otros países de la región, como Chile (6.605 dólares), Costa Rica (5.666 dólares) y México (3.233 dólares)
“Para llegar a los niveles de la Ocde –explica Sánchez– debemos primero ver cómo promover el recaudo, pero también qué hacen otros países. Por ejemplo, sería útil estudiar por qué un país como Chile, con un recaudo menor de Colombia en cuanto al porcentaje del PIB, destina el 5,4 por ciento del mismo a la educación y nosotros solo el 4,14 por ciento”.
‘Queremos establecer prioridades y necesidades’
3 preguntas a María Victoria Angulo, ministra de Educación.
¿Cómo se distribuirán estos recursos?
Este presupuesto integra prioridades desde educación inicial hasta educación media y superior. Esto incluye no solo los temas que hacen parte del plan de desarrollo, sino los compromisos con los maestros, proyectos de infraestructura y, uno de los mayores retos que tenemos, que es la aceleración de aprendizajes para reforzar la calidad que se vio afectada por la pandemia. Están también contenidos los recursos para continuar con la expansión del PAE y la atención a primera infancia.
También incluyen los recursos con los que cumplimos los compromisos adquiridos con los estudiantes de educación superior en los acuerdos firmados en el 2018, así como lo destinado a la gratuidad en la matrícula, iniciativa que nació en el último año y que también demanda una fuerte inversión.
¿Cuál es el impacto que se busca lograr en el sector?
Lo primero es honrar todos los acuerdos con los diferentes actores, como los que tenemos con los maestros y las maestras, pero también con los estudiantes.
Pero, sobre todo, lo que queremos es establecer prioridades y destinar ese dinero a lo que más se necesita luego de la pandemia. Esto implica ajustes en la distribución de ciertos rubros, con el fin de enfocarnos en mejorar la calidad y en recuperar los aprendizajes, entre otros aspectos. Pero, también, nuestra meta es garantizar el en todos los niveles y lograr alcanzar esa misión transformadora que tiene la educación y que se hace tan necesaria en estos tiempos.
En ese sentido, ¿cuáles son las novedades?
Una de esas novedades es que incluimos lo que tiene que ver con las vigencias futuras para infraestructura rural. Será un programa de tres años para la mejora y ampliación de esta infraestructura, que si bien siempre fue importante, ahora cobra más relevancia al tratarse de las poblaciones con menos posibilidades de conectividad.
Asimismo, la ley del Presupuesto General de la Nación crea un nuevo mecanismo de pago, voluntario, aplicable a los créditos que van a ser otorgados por el Icetex para los estudiantes con mayores niveles de vulnerabilidad.
Este mecanismo permitirá a los s pagar sus créditos de manera proporcional a sus ingresos; es decir, quienes ganan menos pagan menos y viceversa.
REDACCIÓN EDUCACIÓN
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