El pasado 4 de enero, la Tierra alcanzó el perihelio, es decir, llegó a su punto máximo de acercamiento con el Sol. Pero, además, aceleró su velocidad orbital. Un hecho que ocurre cada inicio de año.
A continuación, el Ph. D. en Astrofísica, Santiago Vargas, explica de qué se trató este evento, en el que nuestro planeta alcanzó una distancia de 147 millones de kilómetros respecto al considerado 'astro rey'.
En alguna ocasión habrás escuchado comparar a la Tierra con una gigantesca nave espacial que va viajando por el universo con casi 8.000 millones de tripulantes a bordo.
No deja de ser más que algo alegórico, aunque en cualquier caso sería una nave muy particular porque, además de dar vueltas sobre sí misma (rotación terrestre), se mueve también a una gran velocidad alrededor del Sol (traslación).
A diferencia del movimiento de rotación, del cual nos damos cuenta fácilmente por los periodos de luz y oscuridad, que los humanos hemos llamado día y noche, se podría decir que el de traslación pasa un poco más inadvertido.
Sin embargo, conforme esos días y noches van teniendo lugar, la Tierra se desplaza a lo largo de su órbita en el sistema solar, dando una vuelta alrededor del Sol al tiempo que da 365 vueltas completas y casi un cuarto de vuelta más, sobre sí misma.
Eso significa que la Tierra debe viajar a una velocidad media de 107.280 kilómetros por hora, para recorrer una distancia de 930 millones de kilómetros, mientras describe una órbita elíptica alrededor del Sol.
El movimiento de traslación fue propuesto de manera categórica por el matemático y filósofo griego de la antigüedad Filolao de Crotona, famoso por su modelo planetario en el que la Tierra viajaba a gran velocidad y no era el centro del universo.
Si en una nueva alegoría, la Tierra pudiera celebrar el comienzo de un nuevo año, es decir, un momento especial en su órbita, seguramente lo haría el 4 de enero, día de su máxima aproximación al Sol
Lo que no sabía Filolao, y solo dos milenios más tarde pudimos conocer, gracias a la genialidad de Kepler, es que la Tierra describe una elipse a medida que se traslada alrededor del Sol, estando este último en uno de los focos de la elipse.
Esto tiene serias implicaciones, siendo la más evidente que la distancia entre el Sol y la Tierra cambia constantemente, teniendo momentos de mínima aproximación (perihelio) cuando ambos cuerpos están separados por 147 millones de kilómetros, y con separación máxima (afelio), de 152 millones de kilómetros.
Pero las leyes del movimiento planetario de Kepler también nos explican que la velocidad de traslación de la Tierra no tiene un valor constante y, al igual que la distancia, va cambiando en todo momento.
Mientras más cerca esté nuestro planeta del Sol, más rápido se mueve, alcanzando 110.700 kilómetros por hora en el perihelio, unos 7.000 kilómetros por hora más que en el afelio. Es una consecuencia directa de la atracción que ejerce el Sol sobre nuestro planeta; mientras menor distancia, mayor atracción gravitacional.
Si en una nueva alegoría, la Tierra pudo celebrar el comienzo de un nuevo año, es decir, un momento especial en su órbita, el pasado 4 de enero, día de su máxima aproximación al Sol, y no el primero de enero de los terrícolas. La cuestión es que la fecha del perihelio va cambiando con el tiempo, entre otras razones, por culpa de otra traslación, la de la Luna alrededor de la Tierra, que perturba levemente la armoniosa órbita terrestre.
SANTIAGO VARGAS
Ph. D. en Astrofísica
Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional
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