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Lluvia de diamantes

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Siendo una de las joyas más preciadas del mundo, a quién no le gustaría salir a la calle a disfrutar de una buena lluvia de diamantes. Sin embargo, para que un fenómeno como este ocurriera de forma natural, las condiciones resultarían tan extremas
que nuestra vida sería insostenible; en particular porque la presión de la atmósfera tendría que ser miles y miles de veces mayor a su valor actual en nuestro planeta, lo cual literalmente nos aplastaría.
Mina de diamantes de Mirny, Siberia, Rusia

Este lugar también es conocido como la mina de Kimberlita o la mina Mirny, ya que es una mina de diamantes a cielo abierto ubicada en Rusia. Hasta el momento está inactiva y tiene una profundidad de 525 m. Aunque fue una zona explotada por sus habitantes, quienes extraían más de 200 kg de diamantes al año, actualmente no está en funcionamiento y por ende está abandonada.

Mina de diamantes de Mirny, Siberia, Rusia Este lugar también es conocido como la mina de Kimberlita o la mina Mirny, ya que es una mina de diamantes a cielo abierto ubicada en Rusia. Hasta el momento está inactiva y tiene una profundidad de 525 m. Aunque fue una zona explotada por sus habitantes, quienes extraían más de 200 kg de diamantes al año, actualmente no está en funcionamiento y por ende está abandonada. Foto:123rf

Lo que sería imposible que ocurriera en la atmósfera de la Tierra, en otros planetas puede suceder con normalidad. Por ejemplo, se han estudiado las condiciones que darían lugar a lluvias de diamantes en Neptuno y Urano, analizando cómo se comportan los elementos químicos y cómo se mezclan en el interior de los planetas gigantes.
Las investigaciones apuntan a que la alta presión de las capas de la atmósfera sería responsable del rompimiento de las moléculas de metano, formadas por cuatro átomos de hidrógeno unidos a uno de carbono. Al romperse, el carbono se precipita y, de la unión de varios, comienza a formarse grafito o incluso enormes cristales de diamante de hasta 200 kilogramos.
En nuestro planeta, sabemos que los diamantes se forman bajo la superficie terrestre, entre unos 120 a 200 kilómetros de profundidad, justamente donde la presión empieza a tener valores adecuados para que los átomos de carbono puedan adquirir una estructura que resulte en un valioso diamante. La transformación del carbono al diamante requiere de millones de años y de temperaturas elevadas, que rondan los 1.500 ºC.
Recientemente, nuevas investigaciones afirman que en Júpiter y Saturno también sucederían las llamativas lluvias de diamantes, pudiendo generar hasta 10 millones de toneladas anuales de piedras preciosas, con tamaños de alrededor de un centímetro de diámetro.
La clave nuevamente está en las altas cantidades de metano en sus atmósferas, en presiones hasta un millón de veces mayores a la de la superficie terrestre, y temperaturas que superan los 3.000 °C.
Las “granizadas” de diamantes parecen ser efímeras, una vez alcanzan el caliente núcleo de los planetas, donde se fundirían.
Tal parece que los diamantes son cada vez más comunes en el universo; al menos eso es lo que muchas investigaciones concluyen. Algunas sostienen que pequeñísimos diamantes pueden formarse de la colisión de diminutas partículas de polvo ricas en carbono a velocidades de 16.000 km/h, y también se han encontrado minúsculos diamantes incrustados en meteoritos.

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