En el brutal conflicto que enfrenta a Rusia y Ucrania, la participación extranjera se ha manifestado, hasta ahora, de forma indirecta: por ejemplo, a través del suministro de armas. Pero eso podría cambiar. Según fuentes de inteligencia ucranianas, de Corea del Sur y del Departamento de Defensa de Estados Unidos, Corea del Norte estaría enviando un contingente de 12.000 soldados para apoyar a las tropas rusas. Sería la primera intervención directa de un tercero en una guerra que, desde que comenzó en 2022, se estima que ha causado un millón de muertes.
A diferencia de los mercenarios extranjeros, que también han sido empleados en este conflicto, la movilización de tropas de un tercer país implica una internacionalización del conflicto: limitada, por el momento, pero no por ello se debe pasar por alto.
Corea del Norte es uno de los regímenes más militaristas y opacos del planeta. Se lo conoce como "el reino ermitaño" por la escasa información que escapa de sus fronteras. Al igual que Rusia, es una potencia nuclear, con un arsenal calculado en 50 ojivas. Su aporte de tropas podría apuntar, justamente, a recibir transferencias de tecnología nuclear a cambio de apoyo militar.
La potencial nueva fase de los efectos internacionales del conflicto, por un lado, y el fortalecimiento bélico de Pionyang, por el otro, justifican el recelo con que el mundo observa la intervención norcoreana en la guerra. La diplomacia internacional deberá proceder con meticulosidad de orfebre para que la temeraria colaboración de Pionyang con Moscú no derive en una confrontación más amplia y, por tanto, más peligrosa. En ese sentido, versiones recientes, según las cuales Kiev estaría dispuesta a negociar un alto el fuego parcial con Rusia, podrían abrir la posibilidad de un diálogo que evite que la confrontación se extienda y acabe implicando a otras naciones. Por el bien del mundo, hay que hacer votos por que así sea.