De las múltiples estrategias que se han diseñado para combatir la inseguridad urbana, el uso de cámaras de seguridad ha resultado ser una de las más eficaces. Las grandes capitales del mundo han hecho de estos aparatos un mecanismo para la detección y resolución de múltiples crímenes, incluyendo ataques terroristas. Pero también han demostrado su eficacia en el delito callejero.
Hoy, las cámaras de videovigilancia están presentes de forma masiva. En las calles de Bogotá debe haber algo más de 6.000 de ellas, muy lejos aún de capitales como Londres (Reino Unido), que fácilmente sobrepasa las 500.000, o París (Francia), que ronda las 350.000.
Para combatir una de las preocupaciones principales en materia de seguridad de los bogotanos, los robos en TransMilenio, la empresa diseñó una estrategia para que buses articulados, zonales y las estaciones contaran con cámaras de vigilancia. Para ello se instalaron más de 30.000, que estarían conectadas al Centro de Comando, Control, Comunicaciones y Cómputo (C4). Lo cierto es que la gran mayoría de estos dispositivos no está conectada al Centro debido a falta de una infraestructura eficaz para ello, lo que ha generado un amplio debate en momentos en que delitos como el hurto han crecido dentro del sistema: 1.188 hurtos a mujeres y hombres se produjeron entre enero y mayo pasado, un incremento del 20,6 %.
La gerencia de TransMilenio explica que para poder cumplir con el monitoreo de las más de 30.000 cámaras se requerirían 600 personas adicionales y equipos de última tecnología cuyo costo resulta imposible en los actuales momentos. Y puede tener razón, lo que no debe suceder es que se baje la guardia en materia tan delicada.
Ya sea con cámaras o sin ellas, la ciudad debe garantizar la tranquilidad de los s. La Policía juega un papel clave, al igual que la denuncia ciudadana. Los dispositivos se requieren y hay que insistir en su operatividad, y los responsables deben dar cuentas de ello, pero reducir el hurto es inaplazable.
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