Energía para el futuro

A ello se debe añadir una reducción similar de la ventana temporal de abastecimiento de estas reservas probadas. De no encontrarse mayores descubrimientos y sostener los niveles de consumo actuales, Colombia agotaría su crudo en cuestión de 7,1 años, mientras que el gas duraría aproximadamente 6,1 años. Estos períodos han venido asimismo disminuyendo, y esto debe constituir una sonora alarma para una industria como la de hidrocarburos, tan vital para las finanzas públicas y el desarrollo económico de las regiones productoras.

En el caso específico del gas natural, el futuro se ve sombrío. Mientras en 2009 las reservas probadas de moléculas alcanzaban para alrededor de 13 años, tres lustros más tarde, ese lapso se ha desplomado a la mitad. Si bien noticias de importantes hallazgos de ese energético se han publicado en medios de comunicación en años recientes, el camino para que estos sean contabilizados dentro de las reservas probadas –esto es, con altas probabilidades de explotación comercial–, aún es largo y demanda importantes desarrollos, normativas, reglas y construcción de infraestructura de transporte.

El Ministerio de Minas y Energía ha respondido a esta preocupante radiografía energética del país con el anuncio de un paquete de 15 medidas, diseñadas alrededor de mejoras en la eficiencia de la exploración actual, optimización de oleoductos, estímulos a mayor recobro mejorado y reactivación de contratos suspendidos, entre otras. No obstante, la cuestión central en torno a este retroceso de la autosuficiencia energética del país está en la actual negativa de la istración Petro a la autorización para realizar nuevos contratos de exploración de hidrocarburos.

De mantenerse esa prohibición de facto para explorar en nuevas áreas, el panorama de la seguridad y soberanía energética de Colombia estará enrarecido y lleno de incertidumbre. De hecho, hace pocos días el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, habló de una meta de producción de un millón de barriles diarios de petróleo. Tomando en consideración que el nivel productivo actual ronda los 778.000 barriles, la ruta para alcanzar ese objetivo, sin incorporarle nueva exploración, no se ve despejada.

No deja de ser paradójico que un gobierno con la bandera de la transición energética se resista a tomar las decisiones que asegurarían la energía, y los recursos fiscales, del futuro. Sin una explotación y exploración de hidrocarburos dinámica y estratégica, el tránsito de Colombia a una economía de bajas emisiones y a una sociedad menos dependiente del petróleo no podrá ser ordenado, gradual, accesible y sostenible. La energía del mañana depende de abrirles la puerta a nuevos contratos de exploración.