La crisis alimentaria en las comunidades indígenas que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta representa un doloroso desafío, el cual se torna dramático cuando penosamente se siguen reportando muertes por desnutrición, sobre todo de menores de cinco años, o se conocen dramas tan conmovedores como los de las madres koguis que prefieren dar en adopción a sus hijos para salvarlos de morir de física hambre.
Es irónico el panorama, viniendo de una región en la que la diversidad aflora y la ‘madre tierra’, como la llaman los arhuacos, ofrece un variado menú natural que por diversos factores no ha logrado consolidarse como solución del problema.
Por eso es importante, para incentivar la gastronomía ancestral y utilizar al máximo su rica oferta, el proyecto Umuriwa, una alianza de Lab Gato Dumas y el Fondo de Acción, con el que se espera no solo fortalecer la dieta de los indígenas de la Sierra, sino comercializar sus platos y ponerlos a competir en el mercado nacional.
Hay esfuerzos comunes y trabajo de campo. Tras una investigación de los productos que se cultivan, así como de las herramientas que tienen a su disposición para cocinarlos, se creó un recetario con más de 30 preparaciones, incluyendo pastelería y panadería. Gracias a esta loable iniciativa, maíz, fríjol, níspero, zapote, achira, flor de Jamaica, ñame, yuca, papaya, plátano, guayaba, ahuyama, a, hierbas aromáticas, entre otros alimentos, ya no son desperdiciados por falta de conocimiento para su preparación.
Cuatro mamos de las comunidades Umuriwa –como el nombre del proyecto–, Yugaca, Izrwa y Virwa viajaron a Barranquilla para aprender el paso a paso de las recetas, así como sobre manipulación y buenas prácticas culinarias.
Ahora ellos diseminan este conocimiento en sus resguardos como un antídoto contra el hambre, pero también como una nueva forma de reconocimiento cultural. Este es, sin duda, un proyecto ejemplar que merece ser replicado.
EDITORIAL