El Dane publicó esta semana su informe de 'Estadísticas vitales' con unos resultados que no pueden pasar inadvertidos. Se trata de la medición de los nacimientos y las defunciones correspondientes al año pasado en Colombia. En 2024 nacieron en el territorio nacional 445.011 bebés, esto es, una baja del 13,7 por ciento en comparación con el dato de 2023. Esta cifra consolida una tendencia en la que los alumbramientos registran siete años consecutivos en caída.
De hecho, el año pasado fue la primera vez que el total de nacimientos al año en el país estuvieron por debajo de los 500.000. Solo para dimensionar la magnitud de la reducción: en 2014, hace tan solo diez años, se reportaron 669.137 neonatos. Este número deriva en una tasa general de fecundidad de 32 nacidos vivos por cada mil mujeres, frente a una tasa de 63,6 nacimientos por cada mil mujeres en 2005. Una disminución drástica en términos demográficos.
Las razones de este fenómeno son de múltiple naturaleza. El ingreso consolidado de las mujeres al mercado laboral y sus logros educativos las empujan a posponer, temporal o definitivamente, la opción de la maternidad. El mayor a métodos científicos de anticoncepción, una mayor conciencia femenina de los derechos reproductivos y los altos costos de sostener a los hijos cuentan asimismo entre los motivos para no concebir.
Las alarmas ya están disparadas y algunas políticas públicas podrían implementarse, dentro del respeto a los derechos reproductivos.
De hecho, las condiciones económicas en países industrializados han generado desde hace ya varias décadas un declive de nacimientos que se equilibra, en algunas economías, con un dinámico influjo de migrantes. El problema para Colombia radica en que está registrando una tasa de natalidad más baja que la que debería presentar en concordancia con su nivel de ingreso. Esta situación demográfica es inconveniente, ya que un mayor porcentaje de población joven y en plena edad productiva frente a la población dependiente genera positivas oportunidades de crecimiento y desarrollo económico.
Que la sociedad colombiana esté experimentando un proceso de envejecimiento acelerado despierta preocupaciones por sus impactos en áreas que van desde una fuerza laboral más reducida hasta las finanzas del sistema pensional, pasando por las demandas al sistema de salud. Una proporción generosa de jóvenes trabajadores en comparación con los pensionados es crucial dentro del régimen que instaurará la reforma laboral del Gobierno en unos meses.
Desbalances agudos en la pirámide poblacional se traducen en una potencial reducción del músculo de crecimiento económico, creciente atención sanitaria a adultos mayores y con más costo e, incluso, una reconfiguración electoral de los votantes y sus urgencias. Esto, además del efecto de los jóvenes que dejan el país en busca de mejores oportunidades y los cambios en los proyectos de vida a raíz de la experiencia de la pandemia.
Las alarmas ya están disparadas en este tema y algunas políticas públicas podrían implementarse. Por ejemplo, medidas para aliviar la carga financiera de los hijos a los hogares, mayor flexibilidad laboral para equilibrio trabajo-familia y una estrategia de atracción de migrantes en forma ordenada y bajo normas eficaces de regularización, entre otras. Todo dentro del respeto a esos derechos reproductivos que hoy las colombianas gozan más.