En tiempos de poca convergencia en el escenario internacional, hay unanimidad en que hemos llegado a una situación límite de inseguridad en las Américas. La violencia, impulsada por organizaciones criminales, pone en jaque el desarrollo, la convivencia pacífica e incluso la democracia en la región. Se trata de dinámicas delictivas que mueven miles de millones de dólares, alimentando verdaderos conglomerados multinacionales del crimen. Al expandirse valiéndose de asociaciones con bandas locales, las organizaciones criminales maximizan ganancias y distribuyen riesgos, dada la desarticulación de las autoridades, limitadas por jurisdicciones territoriales y mecanismos de colaboración ineficientes. Frente a esta realidad, es fundamental rediseñar instrumentos de cooperación transnacional. En esta línea, el reciente acuerdo para implementar una Hoja de Ruta de Centroamérica y República Dominicana para Prevenir el Tráfico y la Proliferación Ilícita de Armas, Municiones y Explosivos, firmado en la Organización de los Estados Americanos (OEA), puede ser un norte en la construcción de nuevas estrategias de cooperación internacional. Además del combate al tráfico de armas, el acuerdo presenta un modelo replicable para enfrentar otras manifestaciones del crimen organizado. Explorar la ampliación de este sistema puede ser la clave para una nueva arquitectura de seguridad para la región.
De manera simple, la 'Hoja de Ruta' implica dos movimientos: una reorganización interna de los países para mejorar la gobernanza en el combate a la criminalidad especializada y una coordinación entre los involucrados, con el apoyo de la comunidad internacional.
La reorganización interna pasa por involucrar a agencias gubernamentales, iniciativa privada y sociedad civil en la formulación de Planes Nacionales. Estos establecen objetivos alineados con los de la subregión y crean indicadores para medir su evolución. Crean, también, estructuras de gobernanza permanentes que sobrepasan la rotación de los gobiernos. Dado el esfuerzo interno de movilización, se pretende que el combate al crimen organizado sea elevado a prioridad política.
El modelo de las ‘Hojas de Ruta’ consolida un sistema que reordena el combate al crimen interno y externo, al mismo tiempo que propone un camino para una nueva arquitectura de seguridad hemisférica.
La coordinación internacional, a su vez, garantiza un sistema de colaboración para supervisión y seguimiento de los planes. Organismos internacionales, como la OEA y la ONU, vienen desempeñando ese papel de garantes de los acuerdos y prestadores de asistencia técnica a los países. Además, son invitados a participar bancos de desarrollo como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco de Desarrollo de las Américas y el Caribe (CAF), además de ONG especializadas, consolidando apoyo financiero y técnico. Por último, las 'Hojas de Ruta' dividen a las Américas en subregiones, facilitando su ejecución y la búsqueda de consensos políticos, debido a las similitudes socioeconómicas y dinámicas criminales.
No es mera casualidad que este modelo de cooperación haya avanzado en América Central. La violencia es determinante para el crecimiento, la reducción de los flujos migratorios forzados, la preservación del Estado de Derecho y de la democracia, y sigue siendo una cuestión de vida o muerte para miles de personas.
En este escenario, gana relevancia un movimiento internacional para priorizar el combate al crimen organizado. El Fondo Monetario Internacional lanzó un estudio que relaciona la inseguridad y el bajo crecimiento económico en América Latina. El BID inauguró su Alianza para la Seguridad, Justicia y Desarrollo, que proporcionará recursos para políticas de combate al crimen organizado. La 61.ª Conferencia de Seguridad de Múnich concluyó que el crimen organizado transnacional es una de las mayores amenazas a la seguridad global.
Este consenso emergente representa una ventana de oportunidad histórica para las Américas. El modelo de las 'Hojas de Ruta' consolida un sistema que reordena el combate al crimen interno y externo, al mismo tiempo que propone un camino para una nueva arquitectura de seguridad hemisférica. Bien aprovechada, esta oportunidad tiene un enorme potencial para permitir, finalmente, los avances necesarios para una América más segura y próspera.
* Secretario de seguridad multidimensional de la Organización de los Estados Americanos (OEA)