Deténgase: esta columna no es apta para los que piensan que hablar de las cosas buenas es olvidarse o tapar lo que está mal. Lo bueno y lo malo componen nuestra realidad y es tan necesario hablar de lo primero como reconocer lo segundo para cambiarlo algún día. Si decide continuar, es porque entiende que este país que muchas veces se ve atravesado por el dolor y la desesperanza también tiene montones de cosas buenas y de gente buena.
Ahora sí, póngase a pensar qué haría si está en los zapatos –o en la bicicleta– de un deportista de alto rendimiento, con triunfos importantes en el Tour de Francia o en el Giro de Italia y que, un buen día, durante su entrenamiento rutinario, se estrella contra un bus a 60 kilómetros por hora y se fractura buena parte del cuerpo. ¿Se retira porque "la vida le está mandando un mensaje"? ¿Vuelve a levantarse, pero para ser un humano relativamente funcional y nunca más competir? ¿Desafía a un buen número de personas que le dicen que 'no'; persiste, se cae, se levanta, se vuelve a caer y, después de muchas lágrimas, esfuerzo y sufrimiento, se gana el campeonato nacional de ruta y suma dos títulos locales de esos que le dijeron que, después de su accidente, no podría coronar?
Ahora hablemos de mujeres. Un día, el tipo con el que está casada resuelve irse con una más joven, pretende que todo siga normal, que nadie lo reproche, que la vida íntima cubra las faltas y el maltrato psicológico; que su exesposa se quede callada y siga como si tal. De nuevo: ¿qué haría usted? ¿Supeditaría el liderazgo y las conquistas que ha alcanzado como mujer, y que la han vuelto líder en su campo profesional, al cuidado de la imagen de su expareja? ¿Se echaría a la pena y bajaría el perfil, para no exponerse públicamente como una mujer traicionada, o le contaría al mundo a través de sus canciones lo que sintió, lo que pasó y, sobre todo, cómo lo superó? ¿Reharía su vida en otra ciudad, lanzaría hits de esos que su entorno creyó que ya no volverían porque más que una artista vigente le habían metido el cuento de que era una leyenda que iba de salida y que ya había hecho todo lo que tenía que hacer en el mundo artístico?
Nos confirman que no hay atajos para ser exitoso; que la vaina se demora, cuando vale la pena, pero que al final se puede.
Egan, Shakira y todos los deportistas y artistas de este país han llegado hasta donde su más ferviente voluntad les ha permitido y nos demuestran todos los días que un colombiano puede ser más que ese instante de realidad momentánea que lo aturde y no lo deja ver más allá y, eso sí, nos confirman que no hay atajos para ser exitoso; que la vaina se demora, cuando vale la pena, pero que al final se puede.
Y no. Esta no se volvió una columna de autoayuda. Es un reconocimiento a lo que está pasando y nos queda grande ver, por andar entrampados en tantos alias que hacen el mal: alias Papá Pitufo, alias Araña, alias el Mocho y todos los demás.
Por pararles tantas bolas a los factores negativos, se nos ha ido la vida convencidos de que nuestro país solo produce a este tipo de personajes y normalizamos hazañas de seres entrañables que han retado el estado de cosas y llegado lejos haciendo el bien. Shakira, Egan, Ángel Barajas, Rigo, Caterine Ibargüen, la Bichota, Ferxxo, Carlos Vives, Juanes, Yatra y una larga lista de colombianos que nos dicen todos los días que ellos no quieren ser la excepción y que empujan a otros tantos para darse cuenta de que el futuro de este país está en los artistas y los deportistas y no precisamente en los políticos.
En menos de una semana, Egan nos demostró que cuando se quiere, se puede, y Shakira arrancó una gira que llega a su país, a su Barranquilla, para recordarle al mundo que las mujeres no lloran, las mujeres facturan. Shakira y Egan son, definitivamente, todo lo que está bien.