La conmemoración de los 500 años de la fundación hispánica de Santa Marta, antes que convertirse en un canto a la hispanidad, debe aprovecharse para ampliar la memoria histórica de un territorio que goza de un valioso patrimonio afroindígena. En efecto, tres manifestaciones asociadas a experiencias de pueblos indígenas y afrodescendientes asentados en espacios pertenecientes a la antigua provincia de Santa Marta (Magdalena, Cesar y Guajira) fueron inscritas recientemente en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad de la Unesco
La primera de esas manifestaciones, inscrita en 2010, fue el sistema normativo wayuu, un conjunto de procedimientos y principios a través de los cuales integrantes de clanes pertenecientes a esta etnia dirimen sus conflictos y regulan la conducta social y espiritual de su comunidad. El vallenato, género musical forjado a partir de la fusión de cantos entonados por personas africanas esclavizadas, ritmos de danzas tradicionales de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta y aires europeos, fue el segundo en ser registrado cinco años después. A ese privilegiado listado, en 2022, se unió el Sistema de Conocimiento Ancestral de los pueblos arhuaco, kankuamo, kogui y wiwa, pueblos que, a partir de la creencia en la existencia de una Ley de Origen, han preservado un conjunto de códigos de enseñanza-aprendizaje orientados a garantizarla armonía entre todos los componentes naturales que integran el cuerpo de la madre tierra.
Aunque la inclusión de estas tres manifestaciones en el señalado listado es un reconocimiento a la valía cultural que tienen las mismas para la humanidad, también revela los riesgos existenciales experimentados por estas formas de ver, leer y vivir el mundo. De hecho, al incluirlas en su lista representativa de patrimonios culturales inmateriales de la humanidad, la Unesco conminó al Estado colombiano a implementar medidas urgentes de salvaguardia de tales prácticas, al tiempo que llamó la atención de la comunidad internacional sobre los peligros que afrontan esas manifestaciones culturales para su supervivencia.
La imposición de una política evangelizadora orientada a 'civilizar' a los pueblos indígenas también fue identificada como una de las amenazas para las dinámicas de transmisión de los saberes del Sistema de Conocimiento Ancestral.
En el caso del sistema de conocimiento de los arhuacos, kankuamos, koguis y wiwas, representantes de estos cuatro pueblos, una y otra vez, han expresado con claridad los peligros -pasados y presentes- que han amenazado la existencia de la Ley de Origen preservada por ellos durante siglos. En el Plan Especial de Salvaguardia elaborado para proteger el Sistema de Conocimiento Ancestral, voceros de estas comunidades denunciaron la continua implementación de megaproyectos en la sierra nevada de Santa Marta, los cuales, consideran, atentan contra la integridad física y espiritual de sus espacios sagrados. Igualmente, destacaron los devastadores efectos del prolongado conflicto armado colombiano sobre sus habitantes, expresados en desplazamientos, desarraigos, muertes y desaparición de líderes indígenas.
La imposición de una política evangelizadora orientada a 'civilizar' a los pueblos indígenas también fue identificada como una de las amenazas para las dinámicas de transmisión de los saberes del Sistema de Conocimiento Ancestral. Iniciada en tiempos de la colonización española, esta evangelización, caracterizada por claros procesos de aculturación, se extendió a la vida republicana. A finales del siglo XIX, en Colombia, una serie de gobiernos de orientación conservadora impulsaron la llegada de misiones católicas a las que se les encomendó, vía enseñanza del castellano y de la religión católica, sacar del supuesto de estado de barbarie a territorios habitados por comunidades indígenas y afrodescendientes.
En el caso de la Sierra Nevada de Santa Marta, en 1916, la misión capuchina de la iglesia católica se asentó en Nabusimake, la capital tradicional del pueblo arhuaco. Este ejercicio impositivo, a todas luces revestido de violencia cultural, adelantado con la anuencia de los gobiernos colombianos, se extendió hasta 1984, año en el que, después de tomarse de forma pacífica las instalaciones ocupadas por la misión capuchina, el pueblo arhuaco y sus autoridades lograron que los capuchinos abandonarán sus territorios.
Pese a estas acciones, y aunque en 1991 la nueva Carta Constitucional colombiana estableció garantías para la protección de la diversidad étnica, en 1992, con ocasión delos 500 años del mal llamado descubrimiento de América, las expresiones culturales de raigambre afroindígenas fueron reducidas a lo exótico y, en no pocos casos, condenadas a la marginalidad.
A juzgar por la sinfonía hispánica orquestada por voces de Santa Marta con motivo dela cercana conmemoración de los 500 años de la fundación hispánica de este centro urbano, hay quienes pretenden adelantar una reedición de un lenguaje hispanista que violenta las sensibilidades, autonomías y saberes de los pueblos indígenas y afrodescendientes. Otros, en sintonía con los llamados de la Unesco, consideramos que esta conmemoración es la oportunidad propicia para que los saberes, sistemas de conocimientos y manifestaciones culturales de los pueblos afroindígenas de la antigua provincia de Santa Marta sean los protagonistas.
*Director del Archivo General de la Nación