¿En qué mundo estamos? Abrumados por noticias negativas, inundados en las redes de dolorosas imágenes de guerras y violencias lejanas y cercanas, nos olvidamos de levantar la cabeza, mirar el horizonte para ver el mundo en que estamos y para que el mundo nos vea.
Colombia está en el centro de América Latina en un mundo cambiante, inestable y multipolar, y también estamos en el centro de las oportunidades. Churchill decía que un pesimista ve en cada oportunidad un problema y un optimista ve en cada crisis una oportunidad. Veamos. Estados Unidos, la otrora potencia dominante, ve amenazada su influencia por el arrollador crecimiento de China y sus propias crisis políticas internas, que han llegado incluso a amenazar la estabilidad de sus instituciones. La estatua de la Libertad se agrieta. Europa, cuna del enciclopedismo y bastión de la cultura occidental, enfrenta guerras intestinas que ha sido incapaz de controlar. ¿Quién manda hoy en Europa? El liderazgo de Francia y Alemania se diluye en momentos en que la Unión Europea puede crecer de 27 a 34 países . El multilateralismo muestra su triste debilidad.
El propio secretario general de la ONU, António Guterres, clama por la muerte de sus enviados a Gaza sin que pueda hacer nada para evitarlo. La crisis del canal de Suez, provocada por terroristas hutíes y que derivó en los bombardeos en Yemen, muestra de nuevo las fragilidades de la cadena global de suministros y es aprovechada por los países árabes, como hicieron en los años 60, para advertir que subirá el precio del petróleo, con el que se han enriquecido al controlar la principal fuente de energía de la industria global. Pero aquí está el punto de quiebre y aparecen las oportunidades para Colombia en posición privilegiada.
La década de los años 20 del siglo XXI será recordada como la época del relevo de las fuentes de energía. La amenaza real del cambio climático obliga a las potencias económicas a invertir en el desarrollo de energías limpias. Toda la cadena de transición depende de los minerales estratégicos. Y allí de nuevo tenemos una gran oportunidad.
Empecé diciendo que Colombia está en el centro geográfico de América Latina. Nuestro país tiene en el Caribe una de las mejores combinaciones de viento y sol del planeta. Somos potencia mundial en biodiversidad; la Amazonía y los páramos, fuentes vitales de agua, están en nuestro territorio. Somos primer lugar en múltiples especies y Colombia tiene enormes reservas de minerales estratégicos, indispensables para la transición energética; podemos tener la misma riqueza en cobre que el Perú o Chile, mayores productores mundiales. Tenemos, entonces, las fuentes de energía del siglo XXI. El petróleo y el gas se transportan en tubos; el aire y el sol, no. Las industrias europeas, norteamericanas y asiática deben estar cerca de las fuentes de energía.
Es el momento de una agresiva política de ‘nearshoring’. Ninguna ciudad capital de América Latina queda a más de cinco horas de vuelo desde Colombia. Nuestro país es, además, un perfecto ‘hub’ de comercio exterior para otros países. Y de paso, seguir abriendo nuestro potencial turístico al mundo. Pero, además, el comercio mundial sigue siendo esencialmente marítimo. Colombia puede ofrecer al mundo una alternativa de conexión férrea entre el Atlántico y el Pacífico a escasos kilómetros del sur del canal de Panamá entre bahía Cupica y Urabá. No me digan que la ingeniería moderna que construye trenes interoceánicos bajo el mar no puede diseñar una conexión férrea transoceánica que devuelva a Colombia lo que perdió en 1903: su papel central en el comercio marítimo mundial.
Colombia lo tiene todo. Aire, agua, biodiversidad, minerales, riqueza agropecuaria, paisajes bellísimos, diversidad cultural, gastronómica y musical. ¡Realmente somos el país de la belleza! ¡Creámoslo! Y trabajemos juntos en desarrollar nuestro enorme potencial. Colombia tiene una gran oportunidad. ¡Y es ahora!
ROY BARRERAS
Embajador en Londres