Esto, para evitar continuar escalando una deuda pública que ya representa el 60 % del PIB y algo similar al medir la deuda externa, incluyendo la privada. Nunca había estado Colombia tan endeuda y en presencia de un claro ciclo descendente donde su potencial de crecimiento PIB-real ha bajado del 4 % anual hacia un 2,5 % anual (medido por quinquenios).
En paralelo, el reporte del FMI advierte sobre los riesgos de desaceleración económica (pasando del 9 % real anual durante 2021-2022 hacia 1,5 % en promedio en 2023-2024) y sobre cómo el menor recaudo (de -1 % del PIB respecto de lo planeado) y el mayor gasto (+2 % del PIB respecto de prepandemia) llegarían a comprometer las metas de la regla fiscal en 2024-2025.
El ministro Bonilla venía utilizando este favorable reporte para tranquilizar los mercados de deuda externa, pero resulta que, en su último ‘impromptus’, Petro anunció que Colombia buscaría postergar dicho repago al FMI a través de una renegociación. Los objetivos anunciados lucen bastante improvisados (sello característico de este Gobierno): se trataría de abrir más espacio al gasto público en 2024 (a pesar de ir a mitad del ritmo esperado) y de estarse causando un eventual incremento del déficit fiscal del 4,2 % del PIB en 2023 hacia 5,3 % en 2024 (según presupuesto ya aprobado).
Con ese llamado a renegociar la deuda con el FMI el Gobierno da tres pésimos mensajes: uno, que tenemos dificultades de caja para honrar nuestras obligaciones de corto plazo; dos, que las condiciones blandas del FMI (al 1 % de intereses) nos resultarían insuficientes; y tres, que el escalamiento de la deuda (postergando amortizaciones) se utilizaría para gastar más allá del 24 % del PIB ya aprobado (… un autogol gubernamental a tres bandas). Afortunadamente, en las reuniones de primavera, estas fantasías petristas fueron desmentidas por el propio FMI.
Sobre el problema de caja, sabemos que existe, pero es fácil de manejar a través de un recorte del gasto del orden de 1 % del PIB (ya que el recaudo se estaría reduciendo del 16,5 % del PIB logrado en 2023 por cuenta de la desaceleración económica). Y sobre las señales de mayor gasto público, se trata de la obsesión petrista anti-sector privado, donde no habrá ningún presupuesto público suficiente para entrar a nacionalizar los servicios de salud, pensiones y obras de infraestructura, aniquilando el eficiente papel de alianzas público-privadas amparadas en nuestra Constitución.
Por eso es importante tomar conciencia sobre los riesgos que estaría corriendo la istración Petro al insistir en renegociaciones de deuda. Lo primero es que ello entrabaría el a los US$ 10.000 millones contingentes (adicionales), de los cuales disfruta Colombia para enfrentar potenciales problemas financieros, en momentos en que la cuenta externa aún presenta faltantes cercanos a 3 % del PIB y en presencia de una no planeada transición energética.
Lo segundo es que la llamada “prima de riesgo-país” se ha venido encareciendo (a pesar del éxito relativo arriba descrito). En efecto, históricamente el costo de los TES ha bordeado el 4 % real (arriba de inflación). Pero al escalar la deuda del 35 % del PIB hacia el 60 %, los mercados ahora exigen +100 pbs por comprar nuestra deuda, llevando su costo a cerca del 5 % real. Esto implica que el pago de los intereses escalará del 4 % del PIB hacia más allá del 4,5 % del PIB que el propio FMI proyectaba para el 2024. ¿Acaso no será posible que el díscolo Petro contenga sus diatribas cantinflescas que tanto daño le hacen a nuestra economía?
SERGIO CLAVIJO