Recientemente, en la esfera pública ha crecido la preocupación por el futuro demográfico de la sociedad. Hay alertas sobre la disminución del número de nacimientos que están sucediendo, lo que pone en jaque algunos sistemas que estaban pensados desde un crecimiento continuo y sostenido de la población, como la salud y la pensión. Atado a lo anterior, se ha identificado que las nuevas generaciones ya no se relacionan como las de antes. A nuestra edad, muchos de nuestros padres ya tenían una pareja consolidada, ya habían salido del hogar de sus padres y algunos de ellos estaban en la búsqueda de su primer hijo.
Sin duda, los tiempos han cambiado: nuestra generación tiene en su mayoría estudios superiores, y el internet ha permitido ampliar nuestra visión del mundo. Estos dos factores alimentan nuestros deseos de rechazar cualquier cosa que nos impida experimentar lo que nos ofrece el mundo. Así pues, rechazamos la conformación de parejas monógamas, pensamos menos en conformar una familia o en siquiera tener una casa propia.
En Colombia empieza a haber relaciones abiertas, mucho poliamor en los jóvenes. Se organizan parejas, pero no se promete fidelidad
En particular, me gustaría ahondar en la forma en la que nos relacionamos y buscamos pareja. En una reciente nota en este periódico la psicóloga Evelyn Peckel mencionó que “en Colombia empieza a haber relaciones abiertas, mucho poliamor en los jóvenes. Se organizan parejas, pero no se promete fidelidad”. Muchos asocian esta forma de relacionarnos como la bandera generacional de ser desprendidos y poco comprometidos como lo somos en el ámbito laboral. Sin embargo, es importarte impartir un matiz a esa falta de compromiso que nos inunda como generación.
En primer lugar, debo mencionar que desde hace varios años el mercado laboral se ha venido constriñendo en número de vacantes y en remuneración económica. Los jóvenes prefieren invertir en sus proyectos personales que en una pareja que hoy está y mañana, tal vez no. Encuentran más enriquecedor entregarse a la oda de sí mismo, proveyéndose viajes, costeándose ‘hobbies’ y haciendo colecciones de cosas innecesarias, que en conocer a una persona con la que seguramente no van a conectar porque estamos cerrados a la experiencia del otro. Queremos que los otros se acomoden a nuestros tiempos, planes e intereses y no estamos dispuestos a ceder, entender y acoger los del otro, lo que hace difícil que encontremos esa pareja ideal que tenemos en mente.
Somos una generación enfocada en proveernos placer y en rechazar todo lo que genere malestar, incomodidad o nos rete a salirnos de nuestros ideales y pareceres. No hay nada que genere más desajuste en nuestras vidas que las relaciones de pareja, pues son ellas las que nos invitan a ampliar la visión y a pensar en el otro. Pero eso no es algo que queramos hacer cuando todos estamos sumergidos en un individualismo promovido por la caída de las instituciones religiosas, la apertura a entender el sexo como placer y no obligación marital y la fortaleza del capitalismo.
Por eso las relaciones abiertas o el poliamor nos parecen tan atractivas, pues descubrimos en esta forma de relacionarnos la capacidad de disfrutar solo lo mejor de cada una de las personas que nos circundan
Por eso las relaciones abiertas o el poliamor nos parecen tan atractivas, pues descubrimos en esta forma de relacionarnos la capacidad de disfrutar solo lo mejor de cada una de las personas que nos circundan. Sin embargo, esto es una mala interpretación de lo que son este tipo de vínculos emocionales.
Desde hace algún tiempo sigo una cuenta en Instagram llamada Poliactivismo en la que su creadora, Alba Centauri, promueve la idea de que el poliamor no es una cosa que le funcione a todo el mundo, pero que puede ayudarnos a desestructurar el amor romántico e idealizado que hemos tenido por generaciones, porque, lejos de la idea de usar a las personas por el lado bueno, agradable o placentero, o ceñirnos a alguien porque es lo que tocó, se debe entender el vínculo más allá del sexo y del placer mundano para aceptar y acoger al otro u otros desde su completitud y complejidad.
ALEJANDRO HIGUERA SOTOMAYOR