Cinco mujeres y tres hombres han dejado ver el talante del presidente Petro, de sus ministros y los congresistas de la coalición de gobierno. Bastó el anuncio de que votarían el archivo del proyecto de reforma laboral para poner en evidencia cómo los gobiernistas asumen las cosas, el carácter y el temperamento que tienen y la condición humana que los rige. De nada sirvieron los argumentos expuestos, las audiencias y mesas técnicas realizadas, ni los estudios técnicos, jurídicos y económicos que sustentaban su decisión. Para el petrismo, el haberse atrevido a votar no ya justificaba que sobre ellos se descargara la toda la furia. En las ofensas no hubo límites. No importó el género o la adscripción institucional, mucho menos la gravedad de lo que se dijera o por lo que se los pudiera acusar.
Preocupa que les falte muy poco para irse a las manos. Para recurrir a las soluciones de fuerza que les garanticen la obediencia y sumisión al credo que quieren imponer. El martes pasado, mientras el Presidente arengaba a los marchantes denunciando la "traición de los parlamentarios al pueblo", exhortando a que se rebele "con la mayor fuerza posible" (para sacar del Congreso a los enemigos del cambio), los congresistas de la coalición de gobierno se dejaban llevar por la ira que les producía el hundimiento de la reforma, intimidando con todo tipo de señalamientos y acusaciones (e increpando físicamente) a quienes obtenían la mayoría.
Se justifican en que están en defensa de la más noble "causa revolucionaria". Y todo lo que impida su avance se debe erradicar. Andan sumidos en una guerra que creen que deben ganar, sin importar lo que cueste. No miden las consecuencias de lo que hacen o dicen. Tampoco reparan en que, con ellos, hay unos violentos que, por congraciarse con sus líderes, están dispuestos a actuar con la mayor rapidez y fiereza.
Lo más grave es que el Presidente, con sus actuaciones, sigue en guerra contra todo lo que considera enemigo del cambio.
Pareciera que no se han dado cuenta de que llevan dos años y medio en el Gobierno con todo a su disposición para lograr el cambio. No se han percatado de que el problema está en ellos mismos. De que no solo no tienen un proyecto de reforma comprehensivo que integre los distintos cambios y trace la línea que marca el horizonte hacia el que quieren llevar al país, sino que, además, sus reformas son técnicamente débiles y sus más importantes funcionarios son éticamente frágiles.
Lo más grave es que el Presidente, con sus actuaciones, sigue en guerra contra todo lo que considera enemigo del cambio. Por eso ha terminado dinamitando todos aquellos factores de poder que, sin darse cuenta, necesita una revolución como la que él anunciaba. Por ejemplo, abandonó a las dirigencias partidistas y los movimientos independientes que en los territorios lo habían elegido, lo que 14 meses después le significó una monumental derrota en las elecciones de gobernadores y alcaldes; acabó el sistema de relaciones intergubernamentales que le habría permitido llevar sus proyectos de cambio a los departamentos y municipios; destruyó la capacidad técnica del Estado al sacar de los ministerios y departamentos istrativos a los técnicos que tenían el conocimiento y la capacidad para ejecutar los proyectos transformadores. En su lugar llevó a un puñado de amiguetes que, por no tener la formación ni la experiencia, nunca pudieron entender cómo funcionaban las entidades desde donde debían reformar el país.
Y, como si fuera poco, en lugar de asumir su papel como comandante en jefe de las FF. AA., dinamitó la capacidad de la Fuerza Pública para mantener el orden y el control territorial, así como la credibilidad de los jueces, que le habría permitido garantizar la estabilidad en las reglas de juego que aseguraran la llegada de nuevas inversiones e inversionistas. Por andar en una guerra sin cuartel, entregó el control territorial y el manejo de instituciones clave para que, como él mismo denuncia, fuera la propia codicia de las mafias, de los suyos y la de los politiqueros oportunistas la que controlara el gobierno que Petro debía gobernar, pero por andar en guerra ya no gobierna.
* Profesor titular de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional