Hay huecos de huecos. Y muchos. El hueco de la capa de ozono, por ejemplo; el hueco fiscal, que jamás lo tapan, como los de las calles. Hay huecos peligrosos, tanto que se nos advierten que no nos metamos en cualquier hueco. En Bogotá, Cinco Huecos era una zona cercana al Bronx –el peor hueco–, una olla, para los que está en la olla.
A la cárcel la llaman el 'hueco'. Caer en el hueco o en el hoyo es, también, caer en desgracia, en la quiebra o en un vicio. La última morada es un pequeño hueco, que casi nunca es morada, donde se supone que brilla la luz perpetua, con la ventaja de que no llega recibo de cobro.
Pero hay un 'hueco', el de la frontera entre México lindo y querido y Estados Unidos, que es tal vez el más famoso del mundo. Millones de personas quieren irse por él. Ese hueco es una frontera llena de incertidumbres, muro, miedos, guardia y mafias que trafican con los sueños de los inmigrantes de los países pobres, que quieren salir del hueco.
La migración y las guerras son hoy los dramas del mundo. Vemos inmigrantes todos los días en la cuadra, en el barrio, en el campo. Van como rebaños por la penosa travesía del Darién, sean de China, de Haití, de Nicaragua, de Venezuela, de El Salvador, o de Guatemala, casi todos, para 'Guatepeor'. Pero con la maleta de ilusiones en busca del sueño americano, de estudio y oportunidades de trabajo. Gentes en su inmensa mayoría trabajadoras, pero a las que en EE. UU. llaman 'delincuentes', por ser ilegales, y a quienes si los cogen, los meten al 'hueco', los humillan, muchas veces, y los deportan.
La gente se va no por conocer la Estatua de la Libertad, sino porque aquí no halla opciones, aquí la desplazan y atropellan los criminales, la matan, la extorsionan y queda por ahí dando Catatumbos.
Estados Unidos siempre ha deportado. Y ha cometido actos que atentan contra la dignidad humana. ¿Recuerdan esa escena, por allá en 2021, cuando guardias fronterizos, en Texas, perseguían a caballo, como en rodeo abierto, y cazaban con cuerdas a los inmigrantes? ¿Cobrarían por cabeza? Desafortunadamente es legal sacar al ilegal, pero es la forma.
Ahora Donald Trump, el vaquero estadounidense, vuelve a lo suyo, a lo que prometió en campaña, está en rodeo y envía aviones llenos a los países de origen. Nuestro presidente, Gustavo Petro, en una madrugada solitaria, cuando los gallos están pensando en un huevo, quiso ser el abanderado de la dignidad nacional y, armado de un celular que disparaba trinos al aire, desafió a Trump a un duelo, pero era cauchera contra tanque de guerra. No era jugarse la vida, sino la visa. Y las de los colombianos y la estabilidad comercial del país. Lógico, tuvo que recular. Y lo grave es que Trump, aunque ya enfundó su pistola, nos midió el aceite. Quedamos notificados de que con Trump, el golpe a-visa.
Petro puede tener razón en que se juega con la dignidad de la gente, que a pesar de todo debe pensarlo mejor antes de semejante odisea. Pero lo ideal era recibirlos, con banderas, pero sobre todo con oportunidades. Porque la gente se va no por conocer la Estatua de la Libertad, sino porque aquí no halla opciones, aquí la desplazan y atropellan los criminales, la matan, la extorsionan y queda por ahí dando Catatumbos. La dignidad y la vida de los colombianos debemos defenderlas en nuestro territorio. En eso sí desvelarnos.
Señores Donald Trump y Marco Rubio, el caldo de cultivo tiene muchos ingredientes. Y este viejo drama no se solucionará mientras allá se consuma la droga que aquí fortalece a las mafias que desplazan, al tiempo que se recorten las ayudas para combatirlas y para subsidiar a la gente. Así que, aunque les suene hueco, con este gobierno o el que sea, ustedes nos necesitan como nación fortalecida. El problema es de supervivencia social en países como el nuestro, donde se requiere más zanahoria que garrote, más remesas de los que se fueron, más esperanzas de mejor futuro. El camino no es "seguir la pelea" sino la colaboración, porque mientras continúe el hueco social seguirá la diáspora, así deporten.