Me preparo para un vuelo de 11 horas con destino a Bogotá. Me alegra, pero me incomoda la revisión de equipaje de mano que, de verdad, son inútiles, y lo peor es que lo hacen tan serios y dramáticos, creyéndose que están salvando el mundo de un atentado, porque le decomisan a uno una botella de agua. Pero una vez se llega a la sala de espera comienza la felicidad. No más sospechosos de nada y se ha obtenido el derecho a pensar, escribir, ver cine, a comer, brindar o dormir. Un Disney para adultos.
He descubierto que en pleno vuelo pienso mejor. Como escritor es en los aviones adonde he podido escribir mejor, iniciar algún ensayo, una novela o una columna. ¿Será la altura? Quizá tenga que ver con dos factores: al volar por las nubes estamos más cerca de lo etéreo, las nubes son lo que más se parece al pensamiento; también por cierto nivel de peligro que excita. No obstante ser el avión el medio más seguro, estamos suspendidos en el aire, se puede descolgar y habríamos abordado el último vuelo: un espectáculo muy reconocido. Las caídas de aviones dominan cualquier noticia de accidentes humanos, así no haya muertos.
Luego de una siesta comenzaba a confundir la novela con el vuelo real y me imaginaba que Urga, agarrada de mi mano, pudiese ser mi vecina.
Al fin llegaron las azafatas a ofrecernos un whisky y una cena de avión, el momento que más adoro. Aunque no suelo hablar con mis vecinos, es el momento de un brindis y les deseo salud. Entonces vuelvo a mis lecturas, emocionado. Llevaba una novela de David Safier, Rompiendo el hielo, llena de imágenes del cambio climático, contadas en clave de humor. Descubren una mujer de la era de hielo atrapada en un bloque que se va descongelando, junto con un mamut, desde la Edad de Piedra. Este hallazgo ayudará avanzar la criogénesis, y urge rescatarla y soplarle vida.
Urga, su protagonista, una joven de 33.000 años, será la primera feminista. Fue ella quien mató el mamut a punta de lanza y evitó que este gigante se comiera la tribu, lo que le dio gran reputación entre los varones. La hembra guerrera posee una cualidad: cree en el amor y se preocupa en todo momento por ser feliz. No fue así cuando vio el presente y soñó con volverse a congelar.
Luego de una siesta comenzaba a confundir la novela con el vuelo real y me imaginaba que Urga, agarrada de mi mano, pudiese ser mi vecina y, amorosa pero angustiada, me contaba que venía a la COP16 a Cali. Pero repentinamente sentí una verdadera desilusión: por el micrófono informan que estamos próximos a aterrizar. Se acabó la fantasía y Bogotá me espera. A prepararse.