El amor a primera vista se da cuando unos ojos que no se buscan se encuentran. De ese manual no escrito se apartó María Kodama, quien se enamoró de Jorge Luis Borges a los cinco años al escuchar este poema suyo: “Estoy tratando de sobornarte con incertidumbre, con peligro y con el fracaso”.
Fue un caso de amor a primer oído. La realidad goleó 5-0 a la ficción. Ni Borges imaginó ese argumento.
Hace poco, Kodama obedeció otro verso de su amado: “Morir es una costumbre que sabe tener la gente”. No dejó herederos de la obra de su tardío marido. Quienes nos consideramos con derecho a reclamar parte de ese legado deberíamos hacernos sentir.
Kodama confesó su amor posible e imposible por Borges en la inauguración de la Primera Feria Internacional del Libro de Bogotá, a la que fue invitada por Jorge Valencia Jaramillo. “Desde entonces me conmovieron su soledad y su humanidad”, precisó Kodama hablando del poema que la flechó.
El dueto Borges-Kodama había sido huésped en Medellín del alcalde Valencia y de su esposa, Beatriz Cuberos. Ella se encargó de contarle la ciudad desde el aire. Próximos a aterrizar en el Olaya Herrera, el memorioso la sorprendió: “Si muero en este avión seré famoso como Gardel”.
Deliciosamente incorrecto, Borges nos bajó la caña a los colombianos: “Creo que existe por ahí un libro que se llama Cien años de soledad... La primera parte que me leyeron es muy buena...”. En Manizales, Kodama contó que Borges se relajaba como los gatos, que parece que no tuvieran huesos.
Se acaba el espacio y no reclamo mi parte del legado de Borges. Me gustaría heredar su habilidad para desgranar adjetivos, su destreza para enhebrar ironías o sarcasmos, su poesía en prosa, su prosa en verso. O esta metáfora: “Todos caminamos hacia el anonimato, pero los mediocres llegan un poco antes”. (Sin ofenderme, señor Borges).
Fundamento mi aspiración a heredar en el hecho de que en su última visita a Bogotá, lo escolté hasta la sede del Caro y Cuervo para evitar que los raponeros le fueran a robar algún cuento en borrador.
Feliz eternidad para Borges y Kodama, quienes al final cayeron en la tentación y se casaron. Aunque sabían que el matrimonio es “otra costumbre que sabe tener la gente”. Así acabe con el amor...
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO