Hace 76 años, el día 9 de mayo de 1945 entró en vigor el Acta de rendición incondicional de las fuerzas armadas nazis. Esta fecha –la de la gran victoria– marcó un hito trascendental en la historia moderna. Los Aliados, tras grandes esfuerzos y sacrificios, acabaron con la amenaza existencial que pretendía aniquilar naciones enteras y construir un nuevo orden basado en las absurdas ideas de supremacía racial.
La gran victoria continúa siendo la fecha más sagrada para Rusia y otros países de la antigua Unión Soviética. Esto no es sorprendente, dado que fue la URSS la que sufrió los ataques más violentos de la maquinaria bélica nazi. En el frente oriental europeo se desarrollaron las batallas más importantes y sangrientas de toda la Segunda Guerra Mundial.
Los pueblos de la Unión Soviética perseveraron en esta lucha por el futuro de la humanidad a costa de un sacrificio inmenso: alrededor de 27 millones de ciudadanos soviéticos perecieron defendiendo su patria, siendo víctimas de atrocidades cometidas por el enemigo en los territorios ocupados y en los infames campos de concentración nazi.
A pesar de esas pérdidas enormes, la URSS rompió la columna vertebral de los agresores al causarles más del 70 por ciento de todas sus bajas en la guerra. El Ejército Rojo desalojó al mortal enemigo de su territorio, liberó a los pueblos de Europa de la peste parda y dio punto final a la guerra contra la Alemania hitleriana con el asalto aplastante de Berlín.
No es exageración afirmar que esta fue la lucha por el futuro de la humanidad. Y cabe señalar que América Latina en aquellos tiempos supo definir su posición a favor de las fuerzas del bien. Colombia entró en la guerra mundial al lado de los Aliados en diciembre de 1941, al romper relaciones con todas las potencias del así llamado Eje, y más tarde, el 27 de noviembre de 1943 declaró el “estado de beligerancia” contra Alemania. Unidades militares de Brasil y México participaban en batallas al lado de los Aliados en Europa y el océano Pacífico.
Hablando del legado de la fecha que conmemoramos hoy, hay que subrayar que a raíz de esta histórica victoria se estableció la Organización de las Naciones Unidas, que se erigió en el centro de la nueva arquitectura de la seguridad internacional que hasta ahora sigue garantizando la estabilidad global, sustentándose en la cooperación interestatal y en el acuerdo unánime de los países líderes del planeta.
Rusia aprendió bien las lecciones de la Segunda Guerra Mundial, sabe cuidar la memoria de los caídos y valorar la paz. Es también por eso que mi país, siendo miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, se pronuncia firmemente a favor del cumplimiento fiel del Acuerdo Final de paz en Colombia y apoya de manera constructiva y decidida las actividades de la correspondiente Misión de Verificación de la ONU.
Estoy seguro de que las relaciones entre Rusia y Colombia, caracterizadas por respeto y amistad recíprocas, tienen un futuro sumamente positivo basado en principios de respeto del Derecho Internacional y la cooperación mutuamente ventajosa.
Por último, quisiera anotar que la pandemia de covid-19 ha demostrado una vez más cuán interconectado e interdependiente es el mundo en que vivimos. La infección, que resultó ser una dura prueba para todos, ha de alentarnos a reflexionar sobre el rumbo que queremos tomar para salir de la crisis y lograr un mundo mejor y más seguro.
En ese sentido, un estudio cuidadoso y la extracción de las lecciones correctas de las páginas más duras de la historia, como la Segunda Guerra Mundial, podrían servir de cimiento intelectual que nos ayude a garantizar un futuro seguro, pacífico y estable para toda la humanidad.
NIKOLAY TAVDUMADZE
Embajador de la Federación de Rusia en la República de Colombia