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Opinión

Mujeres en la agricultura: cuidando y nutriendo habilidades para un futuro equitativo

Podemos traer conocimiento y tecnología al campo, fomentando una participación más equitativa en la toma de decisiones.

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¿Se han preguntado de dónde viene el desayuno que tomaron esta mañana? Nos advierten sobre el exceso de azúcar, sodio, etc. Pero, ¿qué alternativas nutritivas tenemos? Cuidar el campo y promover una agricultura sostenible puede disminuir el uso de fertilizantes químicos hasta un 25 por ciento, aumentar el rendimiento de los cultivos y tener alimentos sanos en nuestras mesas.
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Nací en una población lejos de la capital del país, mi madre trabajaba con mujeres rurales y en mi hogar estudiar era muy importante, además, las reglas eran iguales para mis hermanos varones y para mí. Soñaba con estudiar y ser como los científicos sobre los que leía en las enciclopedias. No sabía qué era inclusión, equidad de género, capital social, a recursos y oportunidades para alcanzar los sueños. De adolescente empecé a repetir frases impuestas por modelos sociales como “las niñas son menos inteligentes que los niños”, pero mi hermano mayor me decía: “Perseverancia y disciplina pueden superar inteligencia”.
El reto era mayor de lo que creía, las mujeres representan el 50 por ciento de la fuerza laboral para la producción de los alimentos. Sin embargo, según la FAO, el 43 por ciento de las mujeres en áreas rurales de países en desarrollo no tienen educación formal y dedican más de 8 horas/día a labores de cuidado sin remuneración; asimismo, en Colombia solo tenemos 16 doctores (Ph. D.) por cada millón de habitantes, mientras que el promedio en América Latina es 48 (Fedesarrollo, 2022), y de estos solo el 38 por ciento son mujeres (Minciencias, 2019). Esta brecha educativa limita el a oportunidades laborales y la participación en la toma de decisiones en agricultura, además de las barreras económicas, socioculturales, los modelos feminizados y los sesgos. Recuerdo que sentí temor de no obtener el puntaje para ser itida en la facultad de ciencias, pero mi mamá, que también estudió Ciencias, creía en mí, a veces solo necesitamos esa mujer que nos inspira a seguir adelante y demostrarnos a nosotras mismas que somos más fuertes y valientes de lo que pensamos.
Debemos reconectar con el campo, no solo como el lugar donde crecen los alimentos que llegan a nuestras mesas, sino como el lugar donde se producen los cerebros que aportamos a su conservación.
Me gradué con un promedio sobresaliente y logré entrar a trabajar en lo que amaba, el campo, había pocas mujeres con educación superior en el sector de la agroindustria de la caña de azúcar y bajas oportunidades de ascender a cargos de toma de decisión, por lo que el desafío de trabajar y continuar mis estudios de posgrado al mismo tiempo era complejo. Pero yo seguía fiel a mi propósito, durante varios meses me enfoque en realizar investigación aplicada e indagar sobre el impacto de la microbiología de suelos en la sostenibilidad de la agroindustria.
Después de muchos no, un día obtuve un sí y con el apoyo de la Universidad del Valle, Georgia Institute of Technology y mis jefes empecé un doctorado en el área de Ingeniería, el sesgo de que “las mujeres no son buenas en las matemáticas” fue constante, después de cinco años desarrollamos una investigación científica en la búsqueda de alternativas biológicas para complementar la fertilización nitrogenada (química) con bacterias fijadoras de nitrógeno, aumentando productividad, bajando costos y mostrando un compromiso empresarial por la protección del medioambiente y la sostenibilidad. El deseo de aprender estrategias para cuidar el suelo me llevó a estar entre las ‘25 mujeres en la ciencia Latinoamérica’ de 3M, para inspirar a jóvenes y niñas a estudiar carreras en STEAM; además de promover el valor de las investigaciones doctorales como fuente de soluciones a problemáticas actuales de la agroindustria.
Reconozco que hemos avanzado en la búsqueda de oportunidades y el cierre de brechas, pero es necesario que mi historia no sea una excepción, debemos reconectar con el campo, no solo como el lugar donde crecen los alimentos que llegan a nuestras mesas, sino como el lugar donde se producen los cerebros que aportamos a su conservación. Mi sueño de niña era ser científica, hoy mi sueño es asistir y compartir ciencia en el agro, es relevante que las nuevas generaciones vuelvan a la tierra y no tengamos que irnos. Podemos traer conocimiento y tecnología al campo, fomentando una participación más equitativa para las mujeres en la toma de decisiones en el agro, a educación, oportunidades de liderazgo y reconocimiento, sin romantizar ni normalizar estos sesgos. Las investigaciones demuestran que cuando las mujeres tenemos participación real se generan beneficios significativos en la seguridad alimentaria, sostenibilidad ambiental, bienestar económico y producción de alimentos más sanos para nuestras familias. Las mujeres cuidamos el campo, y no importa de dónde venimos, sino hasta dónde vamos a llegar unidas.
*Miembro de Women In Connection

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