Uno espera ideas de los candidatos, pero algunos apenas nos dan ocurrencias. Aunque las dos parecieran ser de la familia, en realidad son muy diferentes, a veces antagónicas. La idea es el resultado de un proceso mental complejo. Se inicia con una inspiración, pero no puede quedarse en eso. Después se pesa su valor contra la realidad, se mide su factibilidad, se trata de predecir sus efectos secundarios, buenos y malos, y se hace un cálculo de costo beneficio para saber si conviene proponerla o no. No siempre es demasiado original, porque se basa en ideas previas y en el análisis de los resultados que produjeron. A veces es necesario hacer alguna prueba piloto para descubrir efectos insospechados. Finalmente, cuando sale de la boca o de la pluma del candidato tiene un alto nivel de elaboración, y se constituye en una hipótesis de trabajo que se discute, se critica y se modifica. La idea tiene la característica de ser un poco tartamuda porque está llena de dudas y vacilaciones.
La ocurrencia parece generarse en la boca del estómago, y se lanza al mundo sin ninguna protección. Es muy raro que una ocurrencia no se le haya ocurrido a otra persona anteriormente. Pero eso no le importa al ocurrente, por tanto, no mira qué consecuencias tuvieron las antecedentes; tampoco trata de aprender de la experiencia, porque no reconoce su validez. La ocurrencia tiene poco margen de discusión porque no hay realmente una teoría que la soporte, es puro gut feeling; no se sustenta con números. La ocurrencia se dice con seguridad y es aceptada porque la dijo quien la dijo, pero se cambia o adapta fácil, con otra ocurrencia.
Esa ocurrencia que fue sacada de la manga en el fragor de la campaña lleva años ocurriéndoseles a otros, pero ellos, juiciosamente, la han cristalizado en buenas ideas.
El senador Petro es un coleccionista de ocurrencias, cada rato sale con otra. Una de tantas fue su propuesta para la reforma del sistema de salud (podría ser usada en textos como caso de estudio). Propuso un sistema preventivo con un ejército público de médicos generales, que visiten a todos los ciudadanos de la república en sus casas, y así les eviten enfermedades. Para aquello que no es evitable (respondió) están las EPS y los especialistas.
La propuesta de un sistema preventivo no es original, en realidad es una obviedad. La prevención es la aspiración de todo programa moderno de salud pública. Pero como él la describe, tal vez era razonable a principios del siglo XX. Hoy, los pioneros piensan en la construcción de sistemas sofisticados de información e inteligencia epidemiológica, apoyados con amplias campañas educativas.
Para la prevención a nivel de individuo con posibles enfermedades (los perfiles de riesgo son múltiples y extraordinariamente variados), las visitas caseras de rutina son una opción mediocre. Con el número de médicos generales que contamos en Colombia, cada persona podría ser atendida una o dos veces al año, con lo que no se construye ningún programa preventivo. El mundo va a pasos acelerados hacia la introducción de nuevas tecnologías; entre ellas, sensores remotos que transmiten a un sistema de inteligencia artificial datos que se analizan y generan alertas en tiempo real; eso, incorporado a tantas otras cosas que constituyen un buen sistema de salud.
En el futuro (ojalá cercano), las tecnologías de información y de comunicación potenciarán, multiplicarán, expandirán y harán más efectivas las acciones del personal de salud. Por supuesto, no todo es prevenible, tampoco todo es tratable a distancia, quedarán muchas tareas para las instituciones de salud.
Esa ocurrencia que fue sacada de la manga en el fragor de la campaña lleva años ocurriéndoseles a otros, pero ellos, juiciosamente, la han cristalizado en buenas ideas, soportadas en conocimiento, ciencia, tecnología y mucha innovación. Muy rara vez el buen cambio consiste en reinventarse el pasado y bautizarlo futuro.
MOISÉS WASSERMAN