Han pasado dos semanas desde que Iota arrasó a Providencia, y es nuestra solidaridad la llamada a tender una mano generosa a los isleños para reconstruir su modo de vida y ese paraíso que ha estado, está y estará siempre amenazado, no solo por los huracanes, que desde ahora, según la revista Foreign Affairs y varias publicaciones científicas, serán más frecuentes y potentes.
Con la fuerza de un río de leones a 300 km/h, Iota transformó el bosque en desierto, ancló los botes sobre los edificios y se llevó todos los techos. No se ve ni una fragata en el cielo de la isla, ¿qué será de los man-a-war?
No le corresponde solo al Gobierno actuar, y aunque vimos al presidente Duque bravear los vientos y darles un abrazo solidario a los isleños, que me confirman que ese gesto les dio un gran aliento, esperan el de los colombianos. Con humor y dolor mezclados en su creole, nos cuentan que ahora los devoran los zancudos, no hay pesca, las cosechas fueron arrasadas, no hay energía eléctrica ni agua potable, es decir, quedaron a la deriva.
Titánica tarea le cayó a Susana Correa, MBA de Harvard y curtida en istración pública. Cuenta ella con todo el apoyo que podamos quienes queremos la isla, así como con la Fundación Pro-Archipiélago y otras que tejen para contribuir a reconstruir el paraíso. ¿Y cómo rehacer los 17,5 km de su periferia y cuidar sus bosques montañosos? He dedicado estas dos semanas a conversar con los isleños, con expertos en construcción para huracanes, y en 34 años algo he aprendido de Provi.
Las casas isleñas no pueden ser búnkeres de concreto, tampoco la isla, pero se pueden construir búnkeres distribuidos en la isla, de Punta Rocosa a Suroeste, de Agua Dulce a Pueblo Viejo, cada tantos metros, a distancia del mar y dotarlos para cuando esto se repita.
¿Será posible enterrar los cables de energía, para que no se los lleven una y otra vez las tormentas? ¿Construir una antena de comunicaciones satelitales protegida en las montañas y dotar de radios potentes a cada búnker en cada comunidad? Sin olvidar la educación: Simón Vélez construyó en Jamaica una casa que resistió con mínimos daños un huracán similar, y me dice: ¿qué tal reconstruir los colegios que den a la educación isleña la dignidad que debe tener, que sea un gusto estudiar allí?
Si hay algo único en Provi es la igualdad de sus gentes, con más o menos recursos, todos tienen educación hasta bachillerato y esa vida común en las aulas moldea esas personalidades únicas. ¿Por qué no rehacer los colegios con tradición isleña, arquitectura especial que resista un poco esto y facilite la educación?
También hay que sostener altas las barreras frente a quienes quieren construir hoteles para turismo masivo, remplazando y anulando el turismo nativo, que sin duda intentarán usar el caos para meter sus goles. En guardia todos.
La isla que los ingleses bautizaron St. Catherine y el náufrago Diego de Nicuesa la rebautizó la Divina Providencia, que el almirante Díaz Pimienta, luego de dos años de huracanes a finales del siglo 18, arrebató para siempre a la corona inglesa, la regresó a la española, por gracia de lo cual Provi es orgullosamente colombiana, lanzó un SOS (Save our Souls). Merezcamos el privilegio de que la isla sea nuestra tendiendo una mano generosa.
P. D. Sorprendente cómo resistió la virgen de Santa Catalina, en un punto donde recibió la tempestad con la fuerza que la habría recibido un barco navegando en la bahía y a su lado, la cabeza de Morgan, perfil pirata que parecía desmoronarse, pero el huracán perdonó. Así es esa isla paradójica y maravillosa. SOS.
Mauricio Lloreda