‘La audición’. Así se titula un excelente filme que Cine Colombia presenta en estos días, sobre el difícil camino para educar y expandir el talento. Cada dotado para la música va buscando con obsesión, desde la niñez, el sonido más perfecto de su instrumento, y cada uno crece con expectativas de vida por completo distintas a las de sus demás colegas. Sueños y pesadillas van de la mano y no todos llegan a tener un afortunado destino artístico lleno de aplausos.
En esta película de Ina Weisse con la actriz protagonista alemana Nina Hoss, premiada por su impecable actuación, se muestran emociones muy duras, paralelas a aquellas plenas de la magia y fascinación que alegran al público en un concierto. El rigor profesional, acompañado de una disciplina férrea, es un arma indispensable para los músicos, pero de doble filo, porque puede atentar contra la más válida razón que tenemos todos los seres humanos para seguir estando vivos: crecer como personas.
Para que exista la música se necesita el silencio. En esta cinta, va más allá del señalado en las partituras. Se muestra el silencio del alumno humillado por una enseñante llena de frustraciones personales y profesionales; el silencio de su ego herido al ser calificado y repudiado por otros músicos que envidian su talento superior; el de los celos que se anidan desde la infancia en las escuelas de música y que en este caso llevan a una tragedia de la que tampoco se habla.
Como dice el poeta Guillermo Valencia: “Cuando subimos por el éter puro hasta perdernos en la inmensidad, pequeños, muy pequeños parecemos a todos los que no saben volar”.
Stravinsky y Mozart, en sentido homenaje. Haber escuchado en el escenario del Teatro Colsubsidio a más de cien artistas interpretando la prodigiosa obra orquestal ‘La consagración de la primavera’, del ruso Igor Stravinsky, fue una oportunidad única ofrecida por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia junto con la Orquesta Iberacademy. Un concierto emotivo, dirigido con entusiasmo contagioso por Roberto González-Monjas, que, con propósitos más allá de los pedagógicos, unió a jóvenes músicos en proceso de formación de sus talentos con los maestros profesionales que integran la Sinfónica.
Una acertada iniciativa desde la dirección de Juan Antonio Cuéllar y Alejandro Posada, músicos gestores de esta integración artística a la que se le vaticina prosperidad tanto para la formación de mejores talentos colombianos como de un público que pueda llegar a conocer y aplaudir las obras de los más extraordinarios y universales compositores.
El programa de la noche se contrastó con el ‘Concierto para piano número 13’, de Mozart, en la impecable versión de Blanca Uribe, que recibió cálidos aplausos por la brillantez de su arte, y el diploma que otorga la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia a los grandes intérpretes. Un homenaje muy merecido a nuestra bienamada pianista y profesora colombiana.
Durante este acontecimiento sinfónico se celebraron también la personalidad y vida artística de uno de los más valiosos músicos colombianos ya fallecido, el violinista Luis Biava. Recordé conocerlo como concertino y director asociado de la Orquesta de Filadelfia, durante mi presentación en un macroconcierto con el tenor Plácido Domingo y el cantante popular John Denver. El gentil maestro me obsequió, en nombre de los colombianos, una canasta de rosas.
Aclamar el legado artístico de invaluables músicos colombianos reconocidos en diferentes escenarios nacionales e internacionales es una iniciativa que se vincula con la historia de la música y de los músicos de nuestro país. Ojalá perdure.
MARTHA SENN