Un día “que estaba borracho Dios” nació María, la encarnación de la ciudad de Buenos Aires. Una hermosa y torturada heroína porteña de voz lírica oscura y deliciosa sensualidad, con un lenguaje surrealista cautivante.
El tango del incomparable Astor Piazzolla musicaliza en forma de ópera un libreto revolucionario y provocador escrito por el poeta Horacio Ferrer bajo el título de María de Buenos Aires.
Siendo una de las obras argentinas más representadas en el mundo, desde su estreno en 1968, nunca se había presentado en Colombia.
Algunos comentarios la han minimizado como una “operita” con perfume de tango, con intentos impuros de mezclarlo con música clásica sinfónica, lo que desvirtuaría la naturaleza arrabalera de este género popular argentino. No. Es una colorida partitura que enamora a la audiencia.
El argumento propone una crítica social que denuncia la lucha de una mujer por salir adelante en una sociedad donde priman el dinero y el arribismo que pueden desesperar a un pueblo.
Sus dos creadores dejan huella musical y poética en quienes la ven. Así sucedió en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, de Bogotá, en una reciente producción presentada –qué pesar– tan solo en dos funciones.
La Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia sonó estos tangos como si sus musicantes se hubieran entrenado en la cuenca del Río de la Plata.
Los protagonistas, la dotada y atractiva mezzosoprano Mónica Danilov, ya lista para ser una excelente Carmen de la ópera de Bizet, y el barítono argentino Leonardo Estévez, encantaron al público con sus personajes. Clara y precisa dirección del maestro Ricardo Jaramillo, así como el bandoneón de Giovanni Parra con una deliciosa gama de contrastes. La Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia sonó estos tangos como si sus musicantes se hubieran entrenado en la cuenca del Río de la Plata.
Apropiado estilo y sugestiva coreografía la del cuerpo de baile Alma de Tango, que trajo a escena las reminiscencias históricas de cuando esta danza se bailaba solo entre hombres.
El recitativo continuo de Carlos Gutiérrez, ‘Caliche’, un actor de calibre, no fue ayudado por la microfonía, que le proyectaba una voz balbuceante e incomprensible para la audiencia.
Apropiada, por mínima y sencilla, la escenografía. Refinado y elegante el vestuario. Llamativas las imágenes de video que complementan esta producción.
Ya conocido como un buen cantante lírico, Hyalmar Mitrotti se mostró además como un prometedor director de escena con atractivas ideas retadoras, clara relación entre los personajes y coherencia entre lo visual y lo musical.
Así producida, quisiéramos volver a esta obra en un teatro con una acústica que no requiera amplificación, luminotécnica que no encandile al público y, por tratarse de poesía gaucha, con traducción visible al español para disfrutar su metafórico lenguaje.
¿Por qué no soñar esta producción lírica en el marco del Séptimo Festival Internacional de Música Clásica de Bogotá que organiza el Teatro Mayor, que se ofrecerá, en 2025, con obras de compositores de América de los siglos XX y XXI?
A este festival le falta ópera, y Piazzolla, con María de Buenos Aires, en esta producción corregida y perfeccionada, atraería tanto a amantes como a no amantes del tango, porque todos los latinoamericanos llevamos un detalle de arrabal en el fondo de nuestros corazones. Ojalá, sobre esta idea, alguien les hable al oído a la Junta de Programación y a su líder, Ramiro Osorio.
Colofón. La Universidad de Yale acogió dentro de su programa de máster en ópera al artista lírico boyacense Sergio Martínez, compositor y cantante en registro vocal de bajo, que recibió su primer máster en la Universidad de Illinois. Augurios para su carrera lírica tanto en Estados Unidos como en el mundo. Orgullosa de un talentoso colega colombiano como este.
MARTHA SENN