Entre las obras del historiador y novelista inglés Simon Sebag Montefiore está la reciente edición de Planeta de El mundo, una historia de familias. Una ambiciosa investigación de 1.446 páginas que no hay que leer de corrido. Basta abrir el libro en cualquier punto de la historia universal que contiene para encontrar relatos fascinantes y variados sobre lo íntimo del acontecer humano.
En el escenario de la geopolítica mundial, este autor mira, desde sus orígenes hasta nuestros días, a esa unidad viva basada en el parentesco, el afecto y el bienestar, que es esencia del existir de los seres humanos en todos los tiempos: la familia.
Pero a la vez, frente al poder y las dinámicas de la política, resalta las redes de conflictos y crueldades, guerras, crímenes, violencia, esclavitud y opresión, que atrapan a esta institución, célula de la sociedad. Porque sin duda, si hay una constante de la naturaleza humana es que “lo escabroso subsista con lo amable”. Ya desde el siglo II a. C, la sabiduría china de Han Fei Tzu advertía: “Las calamidades vendrán de los que amas”.
Es una biografía de muchas personas en todas las épocas, que atiende también a las mujeres y los niños, con sus dramas íntimos y personales: nacimientos y muertes; matrimonios, amor y odios. “Seres que caen y se levantan para caer de nuevo; que emigran para regresar otra vez”. Como lo destaca el propio autor en las palabras de Samuel Johnson, “todo reino es una familia, y toda familia, un pequeño reino”.
Montefiore estimula la imaginación del lector desde el inicio. Cuenta que cuando, en 2013, bajó la marea en Happisburgh, un pueblo del este de Inglaterra, se vieron sobre la playa cinco conjuntos de huellas probables de un varón y cuatro niños, que han sido fechadas como las más antiguas vistas de una familia, entre 950.000 y 850.000 años.
Es una biografía de muchas personas en todas las épocas, que atiende también a las mujeres y los niños, con sus dramas íntimos y personales.
Hace un vívido relato global revelador de familias dominantes y sus personajes; de sus épocas y lugares, y del cambio que se da en la medida en que los impactos políticos, económicos y técnicos impulsan la evolución de esa fracción mínima de la sociedad, en la que los lazos de sangre son una fuerza que no se puede detener.
Desde Enheduanna, en el imperio acadio, hoy Irak, 2200 a. C., la primera mujer cuyas palabras podemos escuchar, princesa, víctima y vengadora, hija favorita de Sargón, el primer gran conquistador del que se tiene noticia, hasta la incompetencia de Trump, los baños de sangre de Putin y las crisis de ausencia de grandes líderes en nuestra época.
Una historia del mundo, que mira las migraciones como grandes movimientos masivos de familias, gracias a los cuales se han creado todas las razas y todas las naciones. Una historia universal de la coerción, la carencia de libertad, la esclavitud como “institución que hizo añicos a la familia propia” los holocaustos, el racismo y las pandemias.
Problemas colosales, incluidos los de Ucrania, que pasan por esta historia del mundo en la que el autor, con su erudición, nos asombra como lectores.
Entre sus conclusiones están: el poder familiar es una característica inseparable de nuestra especie; la medida de la felicidad que uno desea para la propia familia define lo que desea para el mundo; la historia interesa porque queremos saber cómo hemos llegado a ser quienes ahora somos; el pasado no puede enceguecer al presente de lo que en realidad importa: la gente que vive hoy y la manera en que desean vivir ellos y sus familias.
Como lo dijo Soren Kierkegaard y lo asume este historiador: “La vida solo se puede entender hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante”.
MARTHA SENN