Una de las obras de arte más impactantes de nuestro tiempo es, sin duda, ‘Fragmentos’, de la escultora colombiana Doris Salcedo, que ocupa una casona abandonada del centro de Bogotá, sobre la carrera 7.ª con calle 6B. Es un espacio de arte, memoria, reflexión y diálogos propuesto por la artista a finales de 2018.
El propósito creativo es el de llamar a artistas más y menos conocidos, tanto nacionales como internacionales, a exponer e intercambiar sus voces y obras en este espacio. Dentro del ciclo denominado ‘Violencia sexual e injusticia testimonial’, tuvieron lugar allí, hace unos días, tanto música como conferencias.
El nobel de paz 2018, Denis Mukwege, estuvo presente y alertó contra la violación usada como arma de guerra. La cantante lírica Betty Garcés, acompañada al piano por el maestro Mauricio Arias, aportó, con su bellísima voz, un rico programa de lamentos y esperanza. ‘Deja que llore la cruda suerte y que suspire la libertad’, del compositor clásico George Friedrich Handel, fue un momento de clímax de su recital.
Doris Salcedo propuso, con su creación escultórica, un contramonumento como símbolo divergente de la tradicional idea de celebrar, victoriosos, los triunfos de guerra del pasado. Son las ruinas, la ausencia, el vacío y el silencio presencias que protagonizan esta obra, propicia para la historia de Colombia, en cuanto al conflicto violento y el joven acuerdo de paz se refiere. Un contramonumento inspirado en los millones de víctimas, entre ellas las mujeres víctimas de abuso, violadas y tratadas como odiados objetos bélicos durante 53 años.
Algunas valientes se expresan ante la injusticia en un excelente video documental sobre el proceso de construcción de la obra, dirigido por la propia artista. Fueron ellas sus ayudantes en la tarea de martillar el metal proveniente de la fundición de las armas que entregó al Gobierno colombiano la guerrilla de las Farc, tras la firma del acuerdo pacificador que le puso el fin al conflicto armado.
Cada golpe, mientras cincelan las baldosas, marca el cese simbólico de la relación de poder impuesta por las armas. Les sirve, como bien lo expresan, para manifestar la necesidad de liberarse del rencor, para sanar a través del perdón cuando haya justicia, reparación y no repetición; para confirmar, por ellas y por las demás afectadas, que a pesar de sus tortuosos caminos no han perdido su valor ni su dignidad como personas. Una de esas voces manifiesta que si se pueden fundir las armas, también se puede fundir el odio en nuestro país.
Las baldosas martilladas están colocadas sobre el piso para que por ellas caminen jóvenes y adultos. Representan experiencias y memorias calamitosas de odio, sangre y muerte de víctimas y victimarios. El impacto es incuestionable. Al pisarlas se recuerda, se aprende, se lleva en el alma y no se olvida el oprobioso legado de la guerra.
Esa tarea principal del arte, que según la escultora “consiste en dar cabida a múltiples lecturas de un mismo hecho”, le quedó bien lograda a Doris Salcedo, hasta el punto de que ‘Fragmentos’ la desborda para llegar a ser más importante que su creadora. Haber utilizado, para fundirlas, armas que se alinean con la barbarie y los bárbaros, y poder dar pasos firmes sobre ellas, transformadas en baldosas, nos alinea con la fuerza creativa y con la capacidad de argumentar, que es el arma más poderosa que poseemos los seres humanos.
Tanto los turistas como los habitantes de Bogotá, los del norte, los del sur y los del centro, también el Democrático, tenemos una oportunidad extraordinaria para aprender de los mensajes profundos que ofrece ‘Fragmentos’, obra que está a la vista, esperando sus pasos.
MARTHA SENN