Decisiones climáticamente inteligentes

A horas de iniciar oficialmente una nueva cumbre del clima liderada por las Naciones Unidas, se nos presenta ante nosotros la oportunidad de tomar decisiones que nos permitan, en el mejor de los casos, adaptarnos a las trayectorias y escenarios futuros sobre los que la ciencia nos viene alertando desde hace años.

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La COP28, que se celebrará del 30 noviembre al 12 diciembre, en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), es uno de los eventos más esperados por muchos de los que trabajamos con cambio climático, y será el epicentro para reunir a más de 70.000 personas de todo el mundo con el fin de revisar los nuevos avances científicos y traducirlos en decisiones para gobiernos y empresas.

Además de la participación de delegados gubernamentales de los 193 países, a esta conferencia asistiremos académicos, empresarios y comunidades para dar a conocer iniciativas en todos los rincones del planeta asociadas a los principales retos que fueron priorizados.

Es el momento perfecto para inspirar y conectar. El mismo hecho de que la mayor autoridad de la Iglesia católica asista por primera vez a una cumbre como esta da mucho que pensar. El papa Francisco asistirá para hacer un llamado a los líderes a frenar las tensiones geopolíticas y “salvar la casa común”.

Dada la complejidad del cambio climático, se priorizaron cuatro temas para abordar en el marco de la COP28. El primero y quizás el más holístico de todos es centrar los esfuerzos para el diseño de un sistema energético del futuro que permita no solo potenciar acciones enfocadas a la transición energética, sino también realizar conexiones desde varios frentes para gestionar de forma eficiente diversas fuentes de energía, entre ellas renovables y las que provienen de los combustibles fósiles.

El desafío en esta discusión no está en llegar a cero emisiones y evitar a toda costa el petróleo, el gas o la minería. Todo lo contrario. La necesidad está en entender que dependemos de esto para asegurar la transición energética. Quizás el hecho de realizar esta cumbre en un país de los EAU sea un mensaje para afianzar este compromiso y no un llamado al fracaso, como los ambientalistas quieren hacerlo ver.

Para alcanzar esto es necesario asegurar el financiamiento climático. No solo en términos de mitigación, sino también en adaptación. De esta forma, los más vulnerables y desprotegidos por los efectos ingobernables e irreversibles del cambio climático pueden tener opciones para mejorar su calidad de vida. El enfoque de pérdidas y daños será crucial para que las personas puedan crear resiliencia desde los sistemas económicos, sociales e institucionales.

Anclado a esto se presenta el reto de la biodiversidad y la gobernanza. Muchas de estas poblaciones vulnerables se encuentran en zonas con medios de vida que dependen directamente de los servicios ecosistémicos. Es vital asegurar la conservación, protección y restauración de los ecosistemas para permitir el diseño de sistemas de vida sostenible. La articulación de agendas internacionales entre biodiversidad y cambio climático será cada vez más prioritario.

Permitir esto promoverá procesos de gobernanza y gobernabilidad cada vez más robustos, lo que a su vez desencadenará en la creación de redes y alianzas para articular a diferentes actores en un lugar determinado. Esto, anclado a la ciencia participativa y otro tipo de mecanismos de participación comunitaria permitirá escalar de arriba hacia abajo (y de abajo hacia arriba) todas las decisiones que finalmente terminará generando la COP28. Esto finalmente no lo hacemos solos.

MARÍA EUGENIA RINAUDO