Los jóvenes se comunican hoy por los canales instantáneos que todos conocemos: las redes sociales, los medios de comunicación alternativos y los grupos de WhatsApp. Lo que parece que no sabemos es que hay una red de incertidumbres, amenazas, temores y desesperanzas que es la que verdaderamente activa el mecanismo de la comunicación entre ellos y construye las nuevas certezas, los sistemas de defensa colectivos, los actos de valor ante las dificultades y las esperanzas. Y construyen esto último también a través de las redes, los medios alternativos y el WhatsApp.
Pero hay algo más: esa visión compartida sobre el mundo que les tocó la están construyendo por fuera de los sistemas de educación, por fuera de las fronteras que delimitan la acción fallida de los Estados y por fuera de los mercados que dominaron el pensamiento de sus mayores: seres en vías de extinción, especie de esclavos ilustrados, bien vestidos y provistos de toda la tecnología que, no obstante, no les alcanzó para la equidad, la felicidad, la alegría.
De esto último tampoco nos hemos percatado mucho los mayores. La amenaza climática es la certeza científica que teje la red de estas incertidumbres. Los jóvenes saben que si el mundo se calienta más allá del 1,5 °C que la ciencia ha señalado como el punto de no retorno de la crisis del clima, conocerán catástrofes en cadena que comprometerán la vida humana y la no humana. Esto que estoy diciendo no es catastrofismo, sino ciencia. Escriban en Google o en YouTube estas palabras para que salten ante sus ojos numerosos documentos sobre este peligro creciente. Háganlo, por favor.
Creo que así entenderemos mejor a los jóvenes. Entenderemos, por ejemplo, que los que irán a la universidad entre 2022 y 2032 deberán prepararse para una sola cosa: la construcción de una sociedad sin carbono. No hablo solo de Colombia. Todos los jóvenes del mundo tienen ante sí semejante desafío. Lo tendrán que cumplir en los primeros diez años de vida profesional. Algunos llaman a esto transiciones socioecológicas; otros, descarbonización, lo cierto es que se trata de una sociedad distinta pero mejor. Por eso es una buena idea que las universidades se hagan cargo de un diálogo abierto y constructivo como el que han propuesto a través de la plataforma Convergencia por Colombia. A los jóvenes hay que escucharlos, y formular con ellos un Pacto por la Vida.
Manuel Guzmán Hennessey