La respuesta que está ofreciendo el mundo frente al coronavirus ilustra la manera de tratar una emergencia en serio, es decir: cuando la consideramos una amenaza real. Pero este nivel de respuesta (adecuado, responsable) también ilustra (por contraste) esa otra manera, algo simbólica, poco efectiva y más bien retórica con que enfrentamos la crisis climática.
La OMS ha declarado el nivel de pandemia, pero la emergencia climática se justifica por una amenaza mucho mayor: la del antropoceno. Muchas más personas mueren anualmente por olas de calor, inundaciones, desastres o sequías, contaminación del aire de las grandes ciudades y nuevas enfermedades asociadas al clima cambiante. Miles se han visto obligadas a abandonar sus territorios debido a la crisis. Pero esto viene sucediendo, más o menos en cámara lenta, desde hace algunos años.
El coronavirus, en cambio, es rápido. Bastan unas semanas para que se vean los resultados. Hay unas fotos satelitales que muestran las zonas de China donde la cuarentena ha convertido las ciudades en territorios desolados. Pues bien, esas mismas fotografías dan cuenta de que allí han disminuido las emisiones de carbono y también la contaminación del aire. A la gente se la obliga a vivir de otra manera: trabajar desde sus casas y bajarles a la productividad y el consumo, vertiginosos por cierto, en China, Estados Unidos y Europa, especialmente. Entonces, uno se pregunta si eso no era lo que había que hacer, en serio y a gran escala, para detener la velocidad de la crisis climática. Y se plantea que si eso ocurriera, entre 2020 y 2030, como consecuencia de haber aprendido del coronavirus a manejar, en serio, una emergencia global, solo en China, Estados Unidos y Europa, lograríamos reducir las emisiones de manera tan significativa que la propia crisis climática encontraría, por fin, una respuesta eficaz. Eso, bajarle a la voracidad del consumo, disminuir la locura del crecimiento ilimitado, vivir de otra manera, es, en últimas, lo que hay que hacer.
Era lo que había que haber hecho para no haber llegado donde hemos llegado. Pero bueno, si nos tocó vivir de esta forma, y una pandemia inusitada nos enseñó a vivir de una manera más humana y menos artificial, pues mejor para las nuevas generaciones, que podrán aplicar esta lección para diseñar el mundo que vendrá. No hay mal que por bien no venga, escribió Benavente.
Manuel Guzmán Hennessey
@GuzmanHennessey