Días antes de que estallara la pandemia había empezado un diálogo entre universidades de Estados Unidos y Europa, para plantearse cómo deberían enfrentar el desafío de la crisis climática. Poco después, cuando el coronavirus fue un asunto global, encontramos una certeza científica que confirmó el carácter emergente e imprevisible de la crisis. Supimos que la pandemia había sido el resultado de una zoonosis, y que esta se debía, muy probablemente, a factores relacionados con la ocupación excesiva de espacios de vida silvestre y/o al cambio climático.
En febrero de este año se filtró un borrador del informe que los científicos de la ONU publicarán en el primer semestre de 2022. Los datos que contiene este informe son aún más alarmantes que los de los informes precedentes. Sostiene que el cambio climático alterará de forma dramática e irreversible la vida en la Tierra en los próximos 30 años, agravando desde la escasez de agua hasta la malnutrición, y aumentando significativamente los éxodos masivos y la extinción de especies. Esta nueva realidad hace aún más urgente el desafío de las universidades para incorporar estas nuevas materias a la enseñanza. La discusión ya no es si regresar o no de la virtualidad, sino el tipo de mundo que esperará a los estudiantes después de la pandemia. Un mundo cada vez más incierto y amenazado que debemos transformar gradualmente, pero con sentido de urgencia, antes de 2030, según dice la ciencia. Las universidades deben formar a los profesionales que harán esas transformaciones, y debe aportar investigación y debate sobre los temas esenciales de la crisis y de la nueva sociedad.
El Centro de Política Medioambiental del Bard College de Nueva York lanzó hace un año su iniciativa Solve by 2030, que ya agrupa a 125 universidades en 30 países; y la Alianza para el Liderazgo en Sostenibilidad en la Educación, la organización Second Nature y la Alianza de jóvenes y educación de la ONU produjeron un manifiesto en 2019, declarándose en emergencia climática y dispuestos a emprender una transformación social drástica.
En Colombia también avanza este proceso, pues muchas universidades han respondido el llamado del Pacto por la Vida y se preparan para emprender acciones ambiciosas en la educación superior que faciliten nuestra adaptación y la transformación de nuestra economía. Que sean muchas más y conformemos nuestra alianza de universidades.
MANUEL GUZMÁN HENNESSEY