Si alguien está pensando lanzarse a la Presidencia en 2026, haría bien en leer la última encuesta de Guarumo y EcoAnalítica. No solo mide intención de voto, sino que revela algo más profundo: lo que realmente esperan los colombianos del próximo presidente.
Spoiler: no es fama ni carisma, promesas huecas.
La encuesta es un espejo del alma colectiva de un país que está cansado y espera algo más. Los colombianos no solo están pensando en nombres: están buscando un perfil, un carácter, un tipo de liderazgo que les devuelva la confianza perdida. Una persona que parece más una leyenda que un político real. Así que, basados en esa encuesta, podríamos construir el perfil del aspirante.
Paso 1. Sea honesto. En serio.
Esto no es opcional. El 30,7 % de los encuestados dijeron que esta es la principal cualidad que esperan del próximo presidente. No es un eslogan, es una exigencia. Ya no alcanza con parecer honesto. Hay que serlo. Y demostrarlo.
Que su honestidad se traduzca en decisiones abiertas, ejecutivas y efectivas. Que diga claramente dónde está la plata y por qué se fue para allá. Que gerencie con integridad, desde el ejemplo propio y el de su gabinete. Que hable de transparencia, no como consigna, sino como compromiso real: abrir datos, rendir cuentas, prometer poco y cumplirlo todo.
Paso 2. Tenga carácter. Que no le tiemble la voz, pero sea empático.
Un 21,5 % pide mano dura contra la inseguridad. No para declarar guerras internas, sino para que la gente no sienta miedo al subirse al bus, salir de noche o mirar el celular en una esquina. Que entienda que la inseguridad ya no es solo un problema de cifras, sino de vida cotidiana: nos atracan en la esquina, en el restaurante, en la puerta de nuestras casas o a través del WhatsApp.
Queremos firmeza sin arrogancia. Control sin prepotencia. Saber que hay alguien –como Batman– dispuesto a poner orden en Ciudad Gótica y no meterse en una cueva cada que hay problemas.
No es un eslogan, es una exigencia. Ya no alcanza con parecer honesto. Hay que serlo. Y demostrarlo.
Paso 3. Entienda cómo funciona el Estado.
La tercera condición (10 %) es tener experiencia en gestión pública. Suena aburrido, pero es clave. No más presidentes que llegan a “aprender”. Necesitamos uno(a) que sepa cómo mover el aparato público para que sirva de verdad.
Que comprenda que la incertidumbre sobre salud, empleo, educación o emprendimiento es una sombra permanente sobre millones de hogares.
Queremos a alguien que sepa leer un presupuesto, pero también escuchar a una comunidad. Que entienda que gobernar es priorizar el gasto social. Que sepa coordinarse con alcaldes y gobernadores, porque no se puede gobernar desde un escritorio en Bogotá.
Paso 4. Lidere, no solo dé discursos.
El liderazgo fuerte (9,6 %) no es sinónimo de autoritarismo. Es capacidad de tomar decisiones, asumir costos, trazar una ruta y convocar a todos. Una gerencia que no solo coordine, sino que inspire y transforme. Que entienda lo público de verdad, no como escenario de discursos, sino como lugar para resolver.
Para ello se requiere ejecución eficiente. Alguien que no ande inventando excusas, sino que sepa hacer y dar resultados tangibles. Que ponga metas claras a sus ministros y los apoye para lograrlas.
Y ahora, la pregunta real: ¿quién se le medirá a cumplir las expectativas que tenemos? ¿Dónde está ese gran ser que combine ética, eficacia y carácter? ¿Hay alguien dispuesto a hablar claro, priorizar el gasto social, abrir datos, gobernar con transparencia y coordinarse con las regiones para que lo público funcione para todos?
¿Será mucho pedir? Puede ser. Pero si quieren el voto de una ciudadanía agotada y más exigente que nunca, van a tener que intentarlo.
Este no es solo un manual. Es una lista de mínimos. Y, tal vez, un llamado urgente para dinamizar el Estado sin desmontar su vocación social. No se trata de un líder perfecto –ningún líder lo es–.
Colombia necesita algo así. Alguien así.
¿Quién se le mide?
PATRICIA RINCÓN MAZO