Para quienes nacimos en el campo, el pesebre era un poco más real. La oveja arisca, o bizca, como decía aquí una señora en la novena, el cordero manso, la mula, el buey, José, María y el Niño, desnutrido muchas veces, como sigue siendo hoy, eran de carne y hueso. Y la persecución a las familias, padres desplazados para salvar a sus hijos de ser reclutados, se ha vivido por más de 50 años y no se detiene.
Pero la Navidad es renovación, fe, tradición y pausa; es oportunidad de demostrar amor y gratitud. Y debe ser unión familiar. Estas fechas tendrían que ser, por excelencia, dedicadas a los niños. No los quememos ni permitamos abusos contra ellos. Y a los viejos, no los olvidemos.
Este es un país de fe. Anoche comenzaron las novenas al Niño de Belén, en las que no faltan las natillas, que nos van poniendo como un buñuelo. Y si hay algo de trago, ¡oh divino infante, luz del desterrado, que no sea adulterado.
Me encantan los gozos, al mismo tiempo fervorosas peticiones. Aunque con infinito respeto por la fe cristiana, sospecho que cada quien llevará hoy en su mente unos que podrán ajustar a sus necesidades.
¡Sácanos, Oh Petro, con tu blanda mano, de la cárcel triste que labró aquel paro!
¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos, Oh Petro, con tu blanda mano, de la cárcel triste que labró aquel paro! Así podrían cantar los de la primera línea a los que el Gobierno piensa nombrar ‘voceros de paz’.
Pero los jueces también están entonando: ¡Oh, sapiencia suma de la ley soberana, que a infantil alcance a veces te rebajas! ¡Santo de los justos, ven para enseñaros la prudencia que hace verdaderos sabios!
Y, claro, en este ambiente del Mundial de Catar, que ha sido un éxito y lleno de sorpresas en las canchas; ante esta iración por Messi, ya casi Messias, y cuando él calló a quienes hablaban pobres y humildes pajas diciendo que estaba acabado, en millones de pesebres se entonará con la diez puesta:
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! ¡Ven hermoso, Messi, con gol soberano! ¡Luce, vos, la copa del mundial soñado! Ven, no tardes tanto.
Y en pesebres europeos también pueden entonar: ¡Ven, que ya Francia previene sus brazos, do su poca vean, en tiempos cercanos! ¡Ven, que ya Mbappé, con anhelo sacro, se dispone a hacerse tremendo golazo! Ven, no tardes tanto. ¿Quién ganará?
En las novenas se recuerda también que el Divino Niño le dijo a la humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Hoy 3,5 millones de personas pedirían un buen salario mínimo. Ya sabiendo que este quedó en 1’160.000 y 140.606 de auxilio de transporte, dirán: ¡del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del empleado! ¡Sustento de mi vida, mi sueldito escaso, mi constante mínimo, que vivo estirando! Ven, no tardes tanto.
Esta vez el Gobierno socialista logró un salario por consenso con el sector empresarial y los sindicatos. Buen mensaje. Fueron más de dos puntos por encima de la inflación. Yo que de número solo sé que uno sobre uno resultan tres, creo que es realista, pensando en no desestimular el empleo. Quizás se logre, oh Divino infante.
Pero el mínimo siempre es eso frente a las necesidades básicas de una familia. Por eso, el Gobierno debe hacer esfuerzos para mitigar la inflación y buscar reducir costos en la cadena alimenticia. Y esto no es solo los del mínimo, una parte pequeña. Aquí hay 21 millones de pobres y casi 7 en la miseria. Y hay un 58 % de colombianos en la informalidad. El Gobierno debe también buscar proteger y ayudar a la pequeña empresa. Y debe recuperar el campo, donde ya no florecen ni los arbolitos de Navidad. ¡Oh, Divino infante, ven para ayudarnos, al del débil auxilio y a los empresarios, que si esto no endereza, pues no lleva el diablo.
LUIS NOÉ OCHOA