En los años 90, se creía que el auge del internet sería grandioso para la democracia, pues al obtener más fácil la información podríamos tomar decisiones mejor informadas y seríamos social y políticamente más correctos. Desgraciadamente, la realidad nos ha mostrado otra cara.
Hitler no solo ha pasado a la historia como uno de los mayores genocidas, también se le conoce como el mayor propagandista del odio. Pues bien, consciente de la importancia de la radio, el Führer una vez se hizo con el poder en Alemania, nombró ministro de educación popular y propaganda al señor Joseph Goebbels, quien se encargó de usar las ondas radiales para compartir por toda Europa el pensamiento nazi y así hacer correr con gran velocidad sus mezquinas ideas. Por otra parte, para 1940, los físicos Robert Watson-Watt y Arnold Wilkins crearon un equipo para detectar la ubicación de aviones, mucho antes de que pudieran ser vistos, esto gracias a las ondas radiales también. Este invento que conllevó a lo que hoy conocemos como el radar y el cual, con la ayuda que el gobierno de Estados Unidos –de la mano de presidente Roosevelt– le otorgó a Winston Churchill, permitió que los aliados ganaran la Segunda Guerra Mundial.
Con los anteriores ejemplos históricos podemos ver con claridad cómo la tecnología le ha servido al hombre para conquistar grandes logros, pero también para cometer grandes crímenes. Así como la radio jugó un papel muy importante en la década del 40 para diferentes fines políticos, hoy en día nos ocurre lo mismo con internet y, especialmente, con las redes sociales.
El once veces ganador del Óscar del Ajedrez, Gary Kasparov, y quien es considerado el mejor jugador de esta disciplina de todos los tiempos, hoy radicado en Croacia y dedicado a la tecnología, materia de la cual ofrece conferencias, en una entrevista que concedió para El Tiempo expresó: “La nueva tecnología se parece a un megáfono disponible para cualquiera que quiera gritar”, afirmación que me parece muy apropiada para definir a las redes sociales, pues para nadie es un secreto que es en Facebook, Twitter o Instagram –por nombrar algunas de las más representativas– donde la gente suele desahogarse, denunciar, opinar y en cualquier caso expresar lo que se le venga en gana, pero ¿cuál es el problema?
Jacinto Benavente, cineasta, guionista y dramaturgo español, afirmaba: “Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor”. ¿Será que tenía razón este galardonado premio nobel de literatura?
La verdad es que las mayorías son silenciosas y las minorías, muy ruidosas, pero, por pequeñas que sean, hacen un daño incalculable. En nuestro país, por ejemplo, tenemos algunas minorías extremistas que se encargan de compartir noticias falsas, odios irracionales, lucha de clases, o incluso ponen frases con la foto de políticos a quienes se las atribuyen, cuyo contenido es, por supuesto, totalmente falso. El problema radica en la velocidad con la cual se mueven estos mensajes en las redes sociales, llegando a millones de personas, las cuales, creen aquellas supuestas “citas textuales”, obteniendo como resultado una desinformación total, buscando, sin duda, desestabilizar y avivar el ya enfurecido ánimo de los colombianos.
Con tanto odio y falsedad circulando en nuestros dispositivos móviles, ya no es prudente callar. Es importante convertirnos en mensajeros de esperanza, constructores de valores y edificadores de la verdad. Nos encontramos en una acelerada etapa de descomposición social, en la cual aquel que envía un mensaje de solidaridad, de mesura y calma es llamado tibio o tonto, pero, al contrario, quien incita a la violencia, apoya el caos y promueve el odio es considerado un verdadero héroe. Esto no puede seguir así, estos caminos nos han traído mucho dolor, desesperanza, pero, sobre todo, resentimiento.
El discurso de odio viaja a velocidades inimaginables, toda vez que quien lo promueve lo hace con mayor facilidad, ya que, al no tener unos límites marcados, escribe, inventa y promociona mentiras, estulticias y enemistades sin el mayor remordimiento. Por el contrario, a quien procura la verdad, el respeto y la tolerancia no le resulta tan fácil distribuir fake news, y, claro, mucho menos inventarlas. Es acá donde nos damos cuenta de que de todos y cada uno de nosotros depende lograr un cambio. Las mayorías deben salir del anonimato y del silencio, la tecnología depende de quien la usa, un cuchillo sirve para matar a alguien o para alimentarlo, cada uno decide el uso que le da, igual sucedió con la radio y nos está pasando con las redes sociales.
La Constitución Política de Colombia, en su artículo 42, nos señala que la familia es el núcleo de la sociedad. ¿Qué clase de familia estamos creando?, ¿cuáles son los valores y principios que estamos enseñándoles a nuestros hijos?, esta premisa tan valiosa que consagra nuestra carta magna no debería ser, como resulta hoy en día, un saludo a la bandera.
¿Y tú qué uso le estás estas dando a la tecnología?
Luis Felipe Gómez Ávila
Asesor Laboral y de Recursos Humanos.
Arbitro Sala de Casación Laboral – Corte Suprema de Justicia.
Especialista en Derecho Laboral y relaciones Industriales - U. Externado de Colombia.
Magíster en Derecho Empresarial - Universitat Autónoma de Barcelona