El Presidente parece que va para China, miembro del Consejo de Seguridad, organismo avalista de los Acuerdos de Paz del 16. Acaba de visitarla Putin, quien no puede ir a ningún otro país. China es potencia que quiere aparecer neutral, y los insensatos mensajes de Petro la sorprenden positivamente. Para que abunde en ellos en la Casa de Huéspedes Ilustres lo esperarán, si llega, Ucrania, Hamás, Palestina, Israel, Taiwán, el resto del Pacífico, Brics y Ruta de la Seda. Opinará también sobre las diferencias chinas con India, Japón, EE. UU. y sobre Hong Kong, a punta de trinos X corrosivos de los intereses colombianos.
En el momento más tenso de la geopolítica en el siglo, pedirá cambiar un pedazo del metro de Bogotá y becas para aprender mandarín. Agradeceremos los permisos para vender carne, pedidos hace una década. Agradecerán por Ituango y el dragado de Buenaventura.
Petro reiterará que Palestina y Ucrania son iguales y se deben tratar en conferencias de la ONU por iniciativa de Colombia. Reiterará la ayuda a Gaza, cuando es en el Cauca donde la necesitan urgentemente. ¿Osará insistir en que Israel y los nazis se parecen?
Agrietar la relación con Israel pone en riesgo la relación con EE. UU. y la seguridad nacional. Nos pone en la órbita sino-rusa-iraní, con extensiones cubanas, nicas y venezolanas. San Carlos parece no saber el berenjenal en el que nos están metiendo, o no tener el ascendiente sobre el presidente para evitarlo.
El visitante apoyará la membresía de Colombia en los Brics y nos declarará voluntarios para participar en la Nueva Ruta de la Seda, salto inconsulto y fatal fuera de Occidente, cambiando interdependencia consentida y con libertades, por dependencia autoritaria creciente.
La Nueva Ruta de la Seda, BRI, cumple diez años en gran cumbre de beneficiarios presidida por Xi. A los países más pobres de Asia y África los chinos les han prestado cerca de novecientos mil millones de dólares, no se sabe a qué tasas ni plazos, condicionados a que la inversión se contrate con empresas y trabajadores chinos. Los contratos, según la AFP, facturan para Pekín un billón y medio de dólares, billón castellano. El solo Fondo de la BRI ha firmado 75 proyectos, de un total de 3.000 en marcha. Esta iniciativa monumental con un pretendido impacto global y la aspiración de modernizar la infraestructura física y tecnológica de países emergentes, ha aumentado en dos mil cuatrocientos millones de dólares la deuda adicional por participante. Se le atribuye comercio por dos billones de dólares, billones castellanos, con alto superávit para China.
La Italia de Marco Polo, único país desarrollado de la BRI, considera salirse. El gobierno de Meloni evalúa los costos de cancelar su membresía en 2024 porque interfiere el comercio con socios europeos vitales como Francia y Alemania y entorpece inversiones de fuentes más confiables.
Mire en el mapamundi la Nueva Ruta de la Seda y verá los Imperios Chino, de Kublai Kan, Alejandro, Roma y Catalina, unidos. De Vladivostok a Madrid, de Singapur a Moscú, de Maputo a Londres, hay proyectos de ejecución BRI. En Latam Perú, Panamá, Ecuador, Chile, Venezuela, Uruguay, Bolivia, Costa Rica y Cuba han adherido. No lo han hecho Argentina y Brasil, pero su primer socio comercial es China. Nosotros ni México, tampoco.
Europeos y EE. UU. no son BRI y en el último G-20, junto con India y Arabia Saudita, acordaron competirle mediante un “Corredor India-Medio Oriente-Europa” que dinamice infraestructura, comercio e inversión. Incluiría rápido a Latinoamérica.
Que emulen por nosotros chinos y norteamericanos. Sopesemos lo que convenga a los intereses nacionales. Firmar, sin debate ni consenso, es irresponsable en el largo plazo. Iniciativas de esta envergadura implican siempre mayor dependencia, que se justifica solo si produce mayor prosperidad y estabilidad. Seamos potencia regional seria. No un pequeño país impulsivo, sin uso de razón ni visión de su futuro.
LUIS CARLOS VILLEGAS