Tan fácil que es hablar de igualdad cuando uno está abajo. Tan fácil que es hablar de revolución cuando no hay nada que perder. Tan cómodo que es ser anarquista en la universidad y, cuando se llega a puestos de dirección, volverse los más crueles autócratas.
Un jovencito vivía despotricando contra los ricos, siendo su padre un gran empresario. Su discurso se había vuelto paranoico y monotemático: “¡Igualdad, igualdad, igualdad!”. Un día su padre le preguntó: –¿Qué calificación obtuviste en hidráulica? –Cuatro cinco –le respondió el mozalbete–. A renglón seguido le hace una nueva pregunta su progenitor: –¿Cuál fue la menor nota? –Uno cinco –le respondió el hijo–. Entonces le dijo el padre: –Suma las dos calificaciones y divídelas por dos, para que queden iguales, o sea: 3,00 para cada uno, ¿te parece? –¡Ah! Eso sí no, papá. Moraleja: qué bueno es hablar de igualdad cuando no me tocan mis intereses. ¡Cómo hay de sofismas de distracción cuando conviene!
En una manifestación en favor de la igualdad y con una profunda “sensibilidad” por los pobres, un periodista se le acerca a uno de los manifestantes. Le hace las siguientes preguntas: –Si tuvieras dos apartamentos, ¿donarías uno para los pobres? –Claro que sí, le respondió el manifestante. –Y si tuvieras dos autos de lujo, ¿les donarías uno a los pobres? –Obvio, le respondió el interlocutor. Aún le hace una tercera pregunta: –Y si tuvieras $ 6 millones en una cuenta bancaria, ¿les darías $ 3 millones a los pobres? –Por supuesto que sí. –Y si tuvieras dos gallinas, ¿les darías una a los pobres? –Pues no donaría ninguna a los pobres. Queda extrañado el periodista: –Pero ¿cómo? –¿Sabe una cosa?, las gallinas sí las tengo. Moraleja: qué fácil ser comunista con el trabajo y la propiedad de los demás.
La igualdad está en dar las mismas oportunidades; otra cosa es que unos las aprovechan y otros las despilfarren.
Con lo anterior no me califiquen de capitalista. Pues uno y otro sistema son nefastos. Ambos tienen al dinero por Dios. Solo que el uno es capitalismo de Estado, y el otro, capitalismo individual. También es verdad, ambos sistemas tienen aspectos válidos. En el discurso hay mucha retórica y poco compromiso. La igualdad es el discurso de los mediocres. No es justo que gane igual aquel que se levanta a las cinco a trabajar los seis días de la semana, mientras otros que son holgazanes se levantan a las ocho y se les acabó el programa del día. No es lo mismo que un estudiante que vive en rumbas desde el jueves obtenga los mismos resultados académicos que un estudiante consagrado y responsable con sus estudios. La igualdad está en dar las mismas oportunidades; otra cosa es que unos las aprovechan y otros las despilfarren.
El asistencialismo estatal no deja promover a la persona. Sigue la política de dar pescado y no enseñar a pescar. El acabar con la pobreza ha sido un tema de todos los gobiernos, y los cinturones de miseria siguen creciendo en este país. Pareciera que deben mantenerse los pobres para poder manipular las conciencias y obtener los votos de acuerdo a sus promesas demagógicas.
En campaña electoral ofrecen el oro y el moro y, en llegando al poder, se vuelven los más crueles tiranos. Por favor, dejemos de cacarear tanta igualdad permitiendo que los zánganos vivan jugosamente de las laboriosas obreras en el rico panal. El secreto del desarrollo de los pueblos es el trabajo productivo. Volvemos a la época romana: Panem et circenses = Pan y circo. Los nuevos panteones son los estadios de fútbol; entre tanto, la mente queda castrada, se pierde toda capacidad de crítica; claro, domina el que más grita y, sin embargo, la indigencia campea. Permítanme decirles: en los países nórdicos todos trabajan y las políticas de Estado buscan la equidad a través de la merecida distribución de la riqueza.
* Obispo emérito de Neiva