El 22 de enero de 2022 comenté en esta columna la novela Volver la vista atrás, del autor bogotano Juan Gabriel Vásquez, y la equiparé con El olvido que seremos, escrita por Héctor Abad Faciolince, pues el trasfondo de ambas es político, involucra ideologías de izquierda. Registré que me iraba la forma como se había recopilado información acerca de la vida revolucionaria de la familia Cabrera Cárdenas "para ir tejiendo luego sus biografías noveladas, en un estilo impecable, a la manera de los grandes narradores".
Pues bien, conservando estas virtudes, y tocando de soslayo el tema de la política de izquierda, el escritor Vásquez acaba de publicar una nueva novela dedicada ahora a reconstruir la vida de la escultora colombiana Feliza Bursztyn, vida imaginada por el autor a través de información, recuerdos y documentos. Para Vásquez, Feliza no fue un libro abierto, lo que hizo que su vida misma no fuera material único para una biografía. Por eso apeló –entre otros– al ingeniero químico Pablo Leyva, último esposo de la artista, y que se constituyó en el mejor informante.
¿Por qué el título de la novela Los nombres de Feliza? Me tomé el trabajo de hilvanar el asunto a lo largo de la obra y creo haberle dado respuesta a la pregunta. Los padres, de origen hebreo, quisieron llamarla Feigele, que en yiddish quiere decir 'pajarito', pero al final la llamaron Felicia. Siendo aún niña, ella cambió la grafía por Feliza porque prefería que su nombre reflejara sus sentimientos, y ella era feliz. Uno de sus esposos, Jorge Gaitán Durán, alguna vez la llamó Betina en el diario que llevaba. Además, no era infrecuente que en los periódicos su nombre apareciera mal escrito. Incluso, en la leyenda de la lápida del cementerio hebreo se la denomina Feige.
El autor Vásquez confiesa que escribió la novela por simple curiosidad.
Entendible que Feliza tuviera muchos nombres. El escritor Vásquez los imaginaba todos grabados en pedazos de vasijas griegas en las que se acostumbraba registrar el nombre de aquellos que fueran desterrados. Y yo encontré otro más: 'La número 5'. Así era identificada cuando estuvo detenida por agentes del gobierno de la época, atendiendo el famoso Estatuto de Seguridad. Durante su detención, Feliza preguntaba a sus captores de qué la acusaban. Como no encontraron cargo alguno la pusieron en libertad, pero poco después le abrieron juicio por supuesto porte ilegal de armas. Fue entonces cuando decidió exiliarse en la embajada de México.
El autor Vásquez confiesa que escribió la novela por simple curiosidad. Quería saber por qué Feliza Bursztyn había muerto de tristeza el 8 de enero de 1982, tal como lo registró Gabriel García Márquez en su columna de opinión 'Notas de prensa' el 20 de enero. Gabo era uno de los presentes cuando Feliza murió súbitamente una noche en un restaurante de París.
Al repasar la vida de Feliza, a Juan Gabriel Vásquez le atrajo la posibilidad de que, en efecto, ella hubiera muerto de tristeza, sin saberse que la padeciese, "porque hay verdades que desaparecen con quien muere y ni sus seres más queridos logran conocer". La autopsia que le practicaron puso de presente que la causa del fallecimiento había sido un infarto cardiaco fulminante. El periódico El país de Cali, al registrar la noticia puso en boca de uno de los médicos que la atendieron que "el infarto que le produjo la muerte podría haber sido por problemas de angustia o tensión nerviosa". ¿O de tristeza? Eso suena atractivo, pero poco digno de crédito.
Aprovechando mis conocimientos médicos voy a meter baza en el asunto. Acepto que Feliza murió del corazón, pero el agente desencadenante no fue la tristeza ni la tensión nerviosa, sino, ¿por qué no?, la nicotina que había dejado sus estigmas en las paredes de las arterias coronarias. La novela cuenta que la escultora había sido una empedernida fumadora y que había dejado el vicio poco tiempo atrás. Con frecuencia se quejaba de dolor en el brazo izquierdo. Es cierto que al dejar de fumar se disminuye el riesgo de enfermedad coronaria, pero hay casos en que el daño perdura amenazante.